¿Por qué esas lagunas se formaron justo ahí y no en otra parte del Parque? ¿Qué riesgos implican para quienes transitan en el valle? ¿Qué riesgo implica para la propia comunidad de Plaza Argentina? Ante la incertidumbre, las autoridades decidieron cerrar temporalmente la Quebrada de Vacas y Los Relinchos y desviar a todos los andinistas a Plaza de Mulas.
Nos situamos en enero de 2024 en el Parque Provincial Aconcagua. La temporada de ascensos estaba avanzada, los andinistas y prestadores tenían todo organizado. Pero la naturaleza a veces es caprichosa y obliga a cambiar los planes y a aprender a adaptarnos. Nuestro escenario es el campo base Plaza Argentina, a 4.200 m de altitud, un lugar menos concurrido que el icónico Plaza de Mulas, pero cada vez más popular entre quienes buscan la cumbre del Aconcagua con una experiencia más “agreste”, si se quiere. El famoso circuito 360.
En esos días, cerca de Plaza Argentina, se formaron lagunas de manera repentina. Ni los guardaparques, que cuidan este parque provincial desde 1990, ni la comunidad que opera en el campamento (incluyendo porteadores, guías, servicio médico, entre otros) habían visto algo similar antes. Una comunidad que hace años viene trabajando temporada tras temporada en este ambiente tan hostil y cambiante.
“La montaña es así, dinámica. Estamos acostumbrados a esto”, comentó un guía. “Nunca habíamos visto al algo igual”, respondió una cocinera que lleva casi una década alimentando a los/as expedicionarios/as en Plaza Argentina.
Las opiniones variaban tanto como las personas en el campamento. Es ahí donde tenemos que poner una mirada objetiva. ¿De dónde vino tanta agua? ¿Por qué esas lagunas se formaron justo ahí y no en otra parte del Parque? ¿Qué riesgos implican para quienes transitan en el valle o para la propia comunidad de Plaza Argentina? Ante la incertidumbre, las autoridades decidieron cerrar temporalmente la Quebrada de Vacas y Los Relinchos y desviar a todos los andinistas a Plaza de Mulas. La naturaleza imponiéndose, arruinando planes y, en el medio de todo esto, el negocio…la cumbre.
Lagunas en el cerro Aconcagua
Glaciar cubierto aguas arriba de donde se encontraron las lagunas. Este frente del glaciar se esta derritiendo aceleradamente producto de la ola de calor extendida durante principios de 2024. Foto tomada en Enero de 2024 por Pilar Jeanneret.
Fue entonces cuando intervino la ciencia. Cuatro investigadores/as del Ianigla (Pierre Pitte, Mariana Correas González, Andrés Lo Vecchio y quien escribe esta nota), fuimos convocados/as por la Subsecretaría de Ambiente de la provincia, advertidos a su vez por guardaparques. Nuestro objetivo era evaluar cuál era el riesgo de colapso de esas lagunas y apoyar las decisiones de cierre o reapertura de la quebrada. Desde el Ianigla nos pusimos a disposición de inmediato, aportando todo nuestro equipamiento y conocimiento. En pocas horas, armamos un equipo interdisciplinario de profesionales especializados en Meteorología, Hidrología, Glaciología y Geomorfología para analizar el fenómeno.
La información meteorológica mostró la magnitud de la ola de calor en alta montaña, la misma que sofocó a la ciudad de Mendoza, durante los días en que aparecieron las lagunas. Datos hidrológicos indicaron que el río Vacas tenía un caudal anormalmente alto en comparación con los últimos años de sequía, pero no tan alto si miramos los caudales históricos desde 1900. Imágenes satelitales revelaron la rapidez con que se formaron estas lagunas. El 3 de enero sólo había una pequeña cubeta, un charquito de agua si se quiere, apenas perceptible. El 18 de enero comienzan a crecer a paso acelerado y, para el 21 de enero, guardaparques advierten de la situación y las autoridades deciden cerrar la quebrada de Vacas. Además, las imágenes satelitales confirmaron la versión de la cocinera: no hay indicios de lagunas en esa zona en la última década.
Buscando indicios
En cambio, la Geomorfología nos cuenta otra historia: hubo lagunas similares en el pasado, todas temporales, formadas y desagotadas antes de los registros históricos. Por lo menos hace más de 100 años. Estas evidencias geomorfológicas son las que buscamos Mariana y yo, las geomorfólogas, casi actuando como forenses del paisaje natural. Buscamos rasgos en el paisaje que nos permitan entender cómo fue evolucionando y cómo la montaña se fue adaptando a los cambios climáticos pasados. Y así poder entender cómo podría ir evolucionando en el futuro, teniendo en cuenta los cambios climáticos que estamos viendo hoy en día.
¿Pueden repetirse?
Estas lagunas estaban ubicadas sobre una morrena. Las morrenas son montículos de tierra que acumulan los glaciares a medida que van avanzando. Pensemos a los glaciares como topadoras que avanzan arrastrando todo a su paso. Pero, cuando retroceden, todo ese material queda en el punto máximo donde los glaciares llegaron. A veces esos montículos pueden contener hielo atrapado, el hielo mismo del glaciar, protegido de los rayos del Sol por la tierra que lo tapa. Cuando el hielo atrapado queda expuesto, como ocurrió en este caso, el equilibrio con el ambiente se rompe y se generan las lagunas. Este proceso, aunque natural, fue acelerado por la intensidad de la ola de calor, un fenómeno agravado por el cambio climático actual.
Ahora bien, como geomorfólogas, ¿podríamos haber predicho la formación de estas lagunas? Luego de una investigación detallada estaríamos en condiciones de decir que sí, porque ya ocurrió en el pasado. Como ocurrió en este caso, aparecieron en cuestión de días y desaparecieron durante el invierno. Pero, ¿podemos predecir el momento y lugar exacto en que se van a formar? ¿Se seguirán formando todos los años? Acá la respuesta es más compleja. La naturaleza no sólo es caprichosa sino también impredecible. Ante las mismas condiciones climáticas, el paisaje no siempre responde de la misma forma o con la misma intensidad. De hecho, este año, esas lagunas no volvieron a formarse. Podemos decir que, ante una ola de calor extensa, las probabilidades de formación de estas lagunas son más altas. Podemos señalar las áreas con menor probabilidad de generar lagunas, y marcar las “zonas seguras” para instalar campamentos y senderos. Podemos diseñar un protocolo de seguridad para prepararnos en caso de que vuelva a ocurrir.
Por lo pronto, que hubiera tanta agua acumulada era un riesgo inminente para cualquiera circulando aguas abajo. Poder dar respuestas rápidas fue clave para preservar esas vidas. Entender cómo funcionan estos ambientes de montaña con una base científica/técnica, ayudará a su vez a gestionar estos riesgos y a fundamentar estas decisiones difíciles de tomar.
Ante un sistema tan sensible como la montaña y sus glaciares, sólo nos queda investigar, planificar y adaptarnos. Los profesionales y las ideas ya están plasmadas en un proyecto científico a la espera de financiamiento. Por sobre todo se necesita del compromiso sostenido en el tiempo, tanto de las autoridades provinciales y nacionales, como de toda la comunidad. La ciencia está lista para responder.
Pilar Jeanneret
La doctora Pilar Jeanneret.
* La doctora Pilar Jeanneret es geomorfóloga del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla), Conicet-Mendoza y miembro del grupo coordinador del Proyecto Mappa (Manejo Ambiental de Parque Provincial Aconcagua.
Producción y edición: Miguel Títiro - [email protected]