Con sus enormes patillas y sus anteojos de marco negro, Isaac Asimov es un ícono de la ciencia ficción que suele definirse como dura. No es de lectura fácil, pero aquellos que caen bajo su influencia tienden a hacerlo rendidos.
"La ciencia ficción en sí tiene ciertas satisfacciones peculiares. Es posible que al tratar de expresar la tecnología del futuro se acierte. Si después de haber escrito una historia determinada se vive lo bastante, se puede tener la satisfacción de comprobar que tus profecías eran razonablemente acertadas y que a uno se le considere como un profeta menoría", dice la introducción escrita de "Sueños de Robot", de 1986.
El autor de varios de los libros emblemáticos del género, el hombre que por primera vez utilizó la palabra "Robótica", el hombre cuyo apellido se eligió para nombrar a un cráter de Marte, reconoció que se sentía un poco profeta. Y quizás lo haya parecido o lo parezca en un sentido no tan relacionado al paso del tiempo, como a su capacidad de comunicarse oral, literaria y científicamente, ejerciendo un efecto pedagógico y paternal sobre algunos lectores. Asimov es un escritor que tiene muchos fanáticos sin medias tintas. Lo profético en él, cobra realidad al ser expuesto a los demás.
Nació en Petróvichi, un pueblo de la Unión Soviética, el 2 de enero de 1920. A los tres años ya vivía en Nueva York, hacia donde se trasladaron sus padres, judíos ortodoxos que no adoctrinaron a su hijo quien, de adulto, criticaría a parte de su comunidad: "Muchos de los judíos que he conocido solo reconocían un solo problema, en cualquier lugar y en cualquier época: el antisemitismo. Sin embargo, a mí me sorprendió que el prejuicio fuese universal, y que todos los grupos que no fueran dominantes, que no estuvieran en lo alto de la cadena del status, fueran víctimas potenciales".
Al tanto de su aura de profeta, se jactó: "Mencioné los ordenadores de bolsillo aproximadamente diez años antes de que existieran de verdad. Incluso consideré la posibilidad de que tales computadoras pudieran disminuir gravemente la capacidad de la gente para la aritmética al estilo anticuado y esto es, ahora, una gran preocupación de los educadores.".
Pero también tuvo la humildad y el rigor para aceptar que, en varias oportunidades, sus predicciones rozaron el fiasco: "La ciencia avanza de verdad y a veces produce resultados totalmente inesperados en muy pocos años, esto puede dejar al escritor aislado sobre un pináculo de hechos falsos. La peor suerte que he tenido en este aspecto surgió con una serie de novelas de ciencia ficción que escribí para los jóvenes entre 1952 y 1958. (...) Por ejemplo, en mi descripción de Mercurio, lo situé frente al Sol como suponían entonces los astrónomos, y esto era esencial para el argumento. Resulta que ahora sabemos que Mercurio gira muy despacio y que cada sección de su superficie recibe luz solar parte del tiempo. No hay cara oscura".
Aunque voló con la imaginación (fue autor de más de 500 libros), Asimov temía a los aviones: "Yo soy un probado acrófobo con un terror absoluto a las alturas y sé perfectamente bien que nunca, voluntariamente, iré en una nave espacial. Sin embargo, dejé a un lado mi pánico personal e imaginé que el paseo espacial producía euforia. Tuve a mis viajeros espaciales peleándose por saber a quién le tocaba salir al espacio y vagar en plácida paz por entre las estrellas. Y cuando los paseos espaciales fueron una realidad, se experimentó esa euforia."
Su muerte se produjo a los 72 años, el 6 de abril de 1992. 10 años después Prometheus Books publicó "Ha sido una buena vida", una autobiografía editada por su viuda Janet en el que se incluye un epílogo en el que ella revela por primera vez que la muerte de Isaac fue a causa de un paro cardíaco derivado de una insuficiencia renal, a consecuencia del SIDA que había contraído durante una transfusión de sangre contaminada nueve años antes, en una operación de triple bypass.
La ciencia seguirá avanzando y la obra de Asimov anclará en su tiempo trascendiéndolo. Sin embargo, su afán de ser profeta, da entender que calculó su perdurabilidad a futuro: "Sospecho que los lectores estarán siempre dispuestos a perdonar a un pobre escritor de ciencia ficción que se quede algo anticuado. Como les he dicho, mis libros de Lucky Starr no sufrieron por ser anticuados.
En realidad, "La Guerra De Los Mundos", de H.G. Wells se sigue leyendo con avidez, un siglo después de su publicación y pese a la imagen increíblemente falsa del Marte que representa (falsa desde el punto de vista del Marte que conocemos hoy en día) (...) Eso se debe a que en una historia de ciencia ficción hay bastante más que la ciencia que contiene. Está la historia y si la ciencia que contiene queda algo maltrecha por causa de los últimos descubrimientos, o porque el argumento requiere absolutamente una manipulación, tendemos a pasarlo por alto y perdonamos."