Al norte de la ciudad de Maipú, en el límite con el distrito General Gutiérrez, está emplazado el barrio Ciancio, de aproximadamente 500 hogares y unos 2.500 habitantes.
No es de los más conocidos en el medio, pero sí uno de los antiguos de la zona, que se caracteriza por la existencia de bodegas, siendo la ex Giol, que ya no funciona como tal, la principal de todas.
Para reconstruir la historia del Ciancio fue invalorable el aporte de un ex policía de Infantería, Pedro Ibáñez (57). Ocurre que el mismo, aprovechando su jubilación, está estudiando los antecedentes del lugar y recorre las casas para tomar los testimonios de sus moradores. Ni más ni menos como un cronista de diario.
A través del diálogo con él y con Daniel Dalostto (68), ex presidente de la unión vecinal, se pudo establecer que el conglomerado empezó a surgir a comienzos de los '50, y se afirma que en 1952 se establecieron las primeras familias.
Los terrenos pertenecieron al constructor italiano Ricardo Ciancio, perteneciente a una camada de peninsulares que llegó a Mendoza a comienzos del siglo pasado y que dejó muchas obras. De ese pionero proviene el nombre del sector.
Curiosamente, y pese a los años transcurridos, el barrio está rodeado de descampados que antiguamente fueron viñedos y olivares, en un caso pertenecientes a los dueños de la prestigiosa bodega López (ubicada a 9 cuadras) y en otros, a Furlotti.
Esa circunstancia brinda una sensación de aislamiento, pero no es más que eso, porque el barrio está muy conectado con otras zonas, especialmente por estar bordeado por el oeste por el carril Padre Vásquez, vía de desplazamiento de una gran cantidad de colectivos que marchan hacia el centro mendocino. Mientras que el regreso se da por Ozamis, igualmente muy próximo al corazón de la barriada.
Otra vecindad importante del lugar visitado es la ex bodega Giol, que en algún momento llegó a ser el establecimiento vitivinícola más grande del mundo.
En no pocos domicilios viven todavía empleados y obreros de aquél emporio industrial.
Una característica de la población barrial es que ya está siendo representada por la tercera generación de vecinos. "Afortunadamente -dice Ibáñez- los jóvenes se quedan por aquí y no 'emigran', como ocurre en otros barrios".
Un representante de este grupo de personas es Gonzalo Guardia (34), técnico electromecánico, quien manifiesta estar muy a gusto por el hecho de vivir en este punto del departamento.
En la calle Virgen de la Merced, una de las principales, se ubica el almacén de doña Cata, Catalina Gallardo (73). Es un lugar simpático, donde además de abastecerse de mercadería, los lugareños conversan y comentan los acontecimientos del pago chico y de la provincia. "Hace unos 45 años que tengo el negocio -comenta la servicial mujer-. Aquí hicimos las primeras reuniones de la unión vecinal y de esos encuentros surgieron los servicios que hoy poseemos, como el agua, la luz y el pavimento".
El esposo de doña Cata es el ex ferroviario Mariano Alaniz (78), que trabajó en los talleres Diesel del Ferrocarril General San Martín. "Fue una época muy linda -acota el hombre del riel-. Nos acercábamos hasta la estación de Gutiérrez en micro o caminando, y allí tomábamos en un tren local, que nos llevaba hasta las instalaciones de Tiburcio Benegas y Suipacha".
Como grandes recuerdos se escuchó el relato, por parte de personas mayores, Leonor Olguín (78) entre ellas, de las cosechas de uvas y aceitunas en las fincas aledañas. "Era una romería, íbamos todos con mucha alegría, y el regreso era propicio, porque la recolección se hacía muy cerca de nuestros hogares". Un aspecto más rememorado por Leonor fue el aprovisionamiento de agua en los primeros tiempos.
"La traíamos del sifón de la esquina. Por entonces había pocas casas, la calles eran de tierra, la iluminación escasa y sin embargo nos sentíamos seguros. Mi esposo Antonio, ya fallecido, se ganaba la vida en los hornos de ladrillos de la calle Dionisio Herrero".
No se pudo hablar con una persona que atesora muchas remembranzas, Venera Di Césare, quien ya anda por los 101 años, y por esa condición de longeva es la decana de esta área habitada.
No faltaron evocaciones de los años '50, '60 y parte de los '70, referidas a la ocupación laboral. Mucha gente estaba ocupada en las bodegas Giol, Furlotti o en la aceitera Cuyo Oil. Señalan que era un espectáculo ver a esa legión de trabajadores cuando se retiraban hacia sus casas en bicicleta. Era de práctica por entonces marcar hitos laborales haciendo sonar las sirenas de los establecimiento.
Se marcaban así horarios claves, como como el ingreso, las 12, o la salida vespertina. Al mediodía, con el pito que se escuchaba nítido a varios cientos de metros de las fábricas, las amas de casa tenían una referencia específica con respecto al almuerzo y el envío de los chicos a la escuela.
Y hablando de establecimientos educativos, el barrio tuvo uno, el Juan Cornelio Moyano, que se encontraba en Ozamis y Falucho, frente a la legendaria heladería Chelita, de la familia Bonasorte. Después esa sede escolar fue abandonada y la bodega Giol construyó el nuevo edificio en su actual emplazamiento, de Juan B. Martínez y M. T. de San Martín.
Asimismo, una arteria lleva el nombre de una educadora de muchos valores: Genara Centeno de Jofré, profesora de la escuela Justo José de Urquiza. También la evoca una placa, de 1958, en Padre Vázquez y Falucho.
Un periodista
Una persona que se sumó a la descripción de este hábitat fue el periodista Flabio Búmbalo, nacido en este lugar. "Mi abuelo Antonio tenía allí un tambo, de donde salía a vender leche con los hijos, entre ellos mi padre". El mismo hombre de prensa, integrante como asesor del equipo del senador nacional Adolfo Bermejo, nombró a otros representantes del Ciancio, como el doctor Hugo Genco, director de Salud Mental de Maipú; su hermano Joaquín (peluquero); el ex presidente del Instituto Provincial de la Vivienda, Carmelo Simó; los hermanos y médicos Sbriglio y además las familias Cornejo, Lamberti, Fresco y Borbón.
Caminando por la zona, más precisamente al sur del barrio, el visitante se encuentra con la canchita de "Corchito", donada para el esparcimiento de niños y jóvenes por la familia Behr.
Otro sitio comunitario que se puede citar es la plazoleta, frente a residencia para mayores Rucalén, escenario de juegos de muchos pibes en los años '80 y '90.
El barrio, da la impresión, de tener ganas de progresar. Mucho favorecería a esta instancia conseguir el cambio del adobe por el ladrillo, ya que el histórico material de barro está presente en casi 60% o 70% de las propiedades habitadas, y eso desmerece un poco el aspecto general del conjunto, que también tiene casas bien terminadas y modernas.
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Ciancio: un barrio de los '50, que ya habita la tercera generación
Lo componen 500 hogares, que representan 2.500 personas. Está al norte de la ciudad de Maipú, en el límite con General Gutiérrez.
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