Le Monde Diplomatique dice, respecto del crecimiento incesante del intercambio con China, que es un “matrimonio muy desigual”. El Gigante Oriental constituye en la actualidad el segundo socio comercial de nuestro país.
Urge, continúa explicitando el periódico, modificar las profundas asimetrías que caracterizan esa relación, en las que la Argentina está limitada a ser un mero proveedor de materias primas y comprador de productos manufacturados.
Argentina fue el primer país latinoamericano en establecer relaciones con China en 1920. En 1953, a través de relaciones en Berlín Oriental, contribuyó a flexibilizar el duro bloqueo que las Naciones Unidas le habían impuesto al país oriental por su intervención en la Guerra de Corea.
La relación continuó hasta mediados de la década de 1970, el mundo estaba en plena Guerra Fría, pero con altibajos pues EEUU controlaba muy severamente a su “patio trasero”, América Latina y el Caribe.
El gran cambio, dice el periódico citado, se dio en 1971, cuando el presidente Nixon reanudó las relaciones con China. La Argentina, todavía bajo la dictadura de Lanusse, se apresuró en reconocer a Pekín, reanudando sus relaciones diplomáticas en 1972. (http//www.eldiplo.org. Buenos Aires, 17-06-2015).
A la Argentina se le plantea la disyuntiva entre la Alianza del Pacífico o el Mercosur. Después de 20 años la alianza comercial en la que nuestro país comparte su destino con sus vecinos inmediatos no ha cumplido las expectativas que en su momento despertó el Mercado Común del Sur.
Qué conviene más a nuestro país y a Mendoza, el alicaído Mercado Común o la gran potencia asiática, con casi 1.400 millones de habitantes y un poder adquisitivo en aumento, dice Pablo Lacoste, en un artículo en Los Andes del 16-06-2015.
Claro que deben tenerse en cuenta no sólo las presuntas ventajas de orden comercial sino también de carácter estratégico y geopolítico. A nuestro país le conviene vender bienes con el mayor valor agregado posible, diversificados no sólo en productos sino también en compradores y, fundamentalmente, que el intercambio arroje un saldo favorable para la Argentina.
¿Se dan estas condiciones en el comercio con China? ¿Con el convenio firmado con China, a comienzos de 2015, se obtuvo alguna ventaja, se mejoró su independencia económica o hemos involucionado a la época del colonialismo británico?
Cuando había un solo comprador para nuestros cereales y carnes, materia primas casi sin valor agregado alguno, que viajaba en ferrocarriles ingleses, con el clásico trazado de las vías en forma de embudo hacia el puerto de Buenos Aires, donde era cargado en barcos ingleses hacia la metrópolis colonial: Gran Bretaña.
Claudia Peiró, en Infobae del 17 de junio de 2015, asegura que nuestro país no potenció sus ventajas relativas en el acuerdo con China. La presidenta Cristina Kirchner presentó los acuerdos bilaterales como exitosos, en el contexto de unas “relaciones estratégicas especiales”.
Nuestro gobierno, urgido por factores políticos internos, no trepidó en dar dicho paso, frente a una gran potencia que hace de la articulación una estrategia
Por primera vez, desde el recambio de potencias, sostiene el coordinador del programa Asia Pacífico de la Universidad Torcuato Di Tella, América Latina tiene lo que las potencias necesitan. En consecuencia, las condiciones para un acuerdo beneficioso estaban dadas.
Por unas bastardas circunstancias coyunturales se ha perdido una extraordinaria oportunidad, se ha comprometido el futuro de nuestra nación y no se ha consultado con los especialistas en el tema, mientras que del otro lado se actúa con conocimiento, planificación y apoyo académico.
Aparte de tratarse de dos economías de magnitud absolutamente diferentes, se agrega una discrepancia de igual o mayor tenor en el nivel de los contendientes. Absoluta improvisación por nuestra parte y alta eficiencia comercial y política por la otra.
¿Cuánto de coyuntura y cuánto de estructura hay en esto? se interroga el economista Martín Hourest (Infobae, 16-2-2015). La impresión del economista es que el acuerdo es de tipo coyuntural para nosotros y para los chinos, de mediano plazo.
Por la desesperación de acceder a recursos que equilibren la cuenta capital por vía del swap, lo que hace Argentina es tratar de comprar tranquilidad en su cuenta capital. Y lo paga caro. No con la tasa de interés sino con concesiones. Y esto es lo más trascendente cuando se pone en juego la propia soberanía y la independencia económica del país por meros intereses políticos de coyuntura.
Cabe aclarar por qué en este caso la Argentina habría podido jugar con la carta de triunfo pese a la asimetría de quienes estaban sentados alrededor de la mesa de juegos. China debe alimentar a su población, que porcentualmente constituye 20% de la población del planeta, y sólo cuenta con el 7% de la tierra cultivable.
Además debe tomarse en cuenta el fenómeno migratorio, del campo a la ciudad, y el aumento de la capacidad adquisitiva como consecuencia de los mejores salarios en las áreas urbanas y el cambio de sus hábitos de alimentación y consumo.
Nuestros gobiernos, en general, elaboran sus estrategias para lo coyuntural, total vivimos en el paraíso terrenal y Dios es argentino. En el mundo se acabó la improvisación, se debe planificar a largo plazo y elaborar políticas de Estado que deben permanecer inconmovibles, sea cual fuere el gobierno de turno.
No a muy largo plazo, dentro de 15 años no más, ese enorme conglomerado humano que habita en Asia Oriental y Meridional, casi una séptima parte de la población mundial sólo podrá comer si los alimentos provienen de otros lados.
Esos otros lados son un puñado de países, entre los que se halla la Argentina con la característica de tener una población escasa, con un índice de crecimiento vegetativo semejante al de los países desarrollados y con un área cultivable cuyas fronteras pueden aún incrementarse casi al doble.
El Mercosur es una entelequia, pero imperiosamente debemos fortalecer nuestra capacidad de negociación sumando nuestra economía, que es pequeña, a la de Brasil, por ejemplo, o mejor aún, por qué no propugnamos una especie de OPEP de los alimentos. ¿No hemos repetido, acaso, muchas veces que los alimentos y el agua serán el petróleo del futuro?
En la actualidad, de los países grandes de América Latina, el nuestro es el que menos invierte y con una mala matriz de inversión, dice el economista Martín Hourest.
En la mesa de negociaciones ponemos frente al coloso asiático una economía pequeña que invierte, según dijimos, poco y mal, que produce bienes primarios cada vez con menor agregado de valor. El producto estrella es la soja, con la agravante de que antes por lo menos vendíamos aceite, ahora es casi todo porotos de soja. Lo cierto es que nuestra canasta exportable es cada vez más pequeña, con menor valor agregado.
En cuanto a las concesiones otorgadas al dragón asiático, además de la estación de rastreo satelital en Neuquén que nos involucra en el enfrentamiento de las grandes potencias.
Es muy grave haber acordado la adjudicación directa de obras de infraestructura sin tener un precio de referencia, sin licitación internacional. Esto hace depender la adjudicación de obras multimillonarias de la voluntad de un funcionario, incitando a la corrupción y/o a la pérdida de calidad de lo que se hace o compra.
En cuanto a la famosa base de exploración espacial, dice el diputado Diego Mestre, la mayor muestra de dependencia y vulnerabilidad radica en la renuncia argentina al derecho a interferir o interrumpir las actividades que se llevan a cabo en las instalaciones de Neuquén, controladas por China. (Parlamentario.com, 16-6-2015).
Esta concesión leonina por el larguísimo plazo de 50 años está exenta del pago de todo impuesto nacional o provincial, derechos de importación, al consumo e IVA.