China: paranoia en Educación

China: paranoia en Educación

Ellos están allá afuera, ocultándose en la estantería de bibliotecas, susurrando en salones de conferencias, armados con peligrosos libros de texto y subversivos exámenes sorpresa: enemigos extranjeros tramando una furtiva invasión de tipo de académico de universidades chinas.

Eso dice el ministro de educación de China, Yuan Guiren, quien ha estado emitiendo funestas alarmas sobre la amenaza de ideas extranjeras en los campus universitarios de la nación, pronunciándose por una prohibición de libros de texto que promuevan valores occidentales, así como la prohibición de críticas dirigidas a la dirigencia del Partido Comunista en el aula.

“Jóvenes maestros y alumnos son objetivos cruciales de infiltración por parte de fuerzas enemigas”, escribió en el diario de élite del partido, explicando que “algunos países”, temerosos del ascenso de China, “han incrementado la infiltración en formas más discretas y diversas”.

Sin embargo, los últimos esfuerzos del gobierno por reforzar controles sobre el discurso intelectual del país han suscitado inquietudes -y generado críticas inusualmente abiertas- entre maestros y estudiantes que rechazan la idea de que la pedagogía y libros de texto extranjeros representen una amenaza para la supervivencia del gobierno.

De hecho, notan, uno de los argumentos más vocales en contra de ese tipo de controles llegó del ministro mismo de educación, quien dijo hace cuatro años frente a un prominente panel del gobierno que era erróneo restringir el uso de materiales educativos de Occidente. “Sin consideración a cuántos recursos extranjeros importemos, no estaremos en riesgo, ya que estamos en suelo chino”.

Al referirse a cientos de miles de estudiantes chinos que han ido al extranjero a estudiar, agregó: “Incluso enviamos a mucha gente al exterior y no fueron afectados en el nido del capitalismo, así que ¿por qué temer que ellos terminarían afectados aquí?”.

Su claro giro pone de relieve la creciente tensión entre académicos y funcionarios del partido en torno al futuro de la academia china, al tiempo que ha dado munición a sus detractores.

“Sencillamente estoy decepcionado de que el ministro de Educación no tenga valor alguno y simplemente diga lo que sus superiores quieren que diga”, dijo Helen Wu, estudiante de posgrado en la Universidad Shantou.

A fin de preparar a las jóvenes e impresionables mentes, Yuan ha estado defendiendo nuevas normas, emitidas el mes pasado, las cuales ordenan a las instituciones de educación superior del país que den prioridad a la enseñanza del marxismo, lealtad ideológica al partido y las opiniones del Presidente Xi Jinping.

En fecha reciente, él describió las escuelas chinas como “la línea ideológica del frente” en una batalla en contra de conceptos como Estado de derecho, sociedad civil y derechos humanos. Cualquier “palabra equivocada” en foros de ciencias sociales y filosofía, destacó, debe ser silenciada.

Su colorido discurso, que amplifica los temas de discusión de documentos internos que han estado circulando durante los últimos dos años, a todas luces ha tenido escaso impacto concreto hasta ahora en los campus universitarios del país.

De cualquier forma, algunos académicos expresaron inquietud de que ese tipo de pronunciamientos incidiera sobre la calidad de su enseñanza. “Los maestros sienten personalmente que son incapaces de explicarles cosas a sus estudiantes de manera apropiada”, dijo un miembro de facultad en la Universidad Yunnan, quien pidió que no lo identificaran para evitar repercusiones políticas.

“Ellos piensan, ‘Ah, estos estudiantes universitarios, qué lástima que no serán capaces ya de aprender nada bueno. Con razón tantas personas chinas están dispuestas a ir al extranjero para estudiar'”.

La noción de que ideas occidentales son potencialmente subversivas ha sido recibida con amplia incredulidad, particularmente entre intelectuales chinos que notan que el comunismo mismo es una importación occidental.

Xia Yeliang, miembro de visita en el Instituto Cato en Washington, dijo que la campaña enfocada a denigrar los valores occidentales era hipócrita. “¿Fue Karl Marx una persona oriental (...) Acaso no fueron marxismo y socialismo adoptados de Occidente?”.

Tanto maestros como estudiantes, notando el creciente repunte de alumnos chinos estudiando en el extranjero, dicen que China sólo puede beneficiarse de ideas extranjeras. En tres años, el número de chinos que estudia en universidades estadounidenses se disparó 75 por ciento, entre ellos estaba la hija del presidente.

Hasta hace poco, todo parecía indicar que Yuan era ardiente seguidor de ese tipo de intercambios. “Nosotros podemos aprender del exterior”, dijo en 2011. “Sean ricos o pobres, socialistas o capitalistas, siempre y cuando ellos sean beneficiosos para nuestro desarrollo, podemos aprender de todos ellos”.

Si bien muchos académicos han mantenido en privado sus frustraciones para evitar perder sus empleos, algunos han expresado inquietud abiertamente, diciendo que si se limita la disponibilidad de libros de texto del extranjero y se sofoca la discusión en el aula, se socavaría la calidad de la educación china.

En las consecuencias de la protesta del ministro de educación sobre libros de texto occidentales el mes pasado, Shen Kui, catedrática de la Facultad de Leyes en la Universidad de Pekín, publicó una carta desafiando al ministro a “que delinee claramente la raya entre ‘valores occidentales’ y valores chinos”, advirtiendo también al ministro de Educación que no viole la Constitución o leyes de China al poner en marcha el decreto político más reciente.

Ideólogos del partido han contraatacado en los medios de comunicación del Estado en días recientes, exigiendo un castigo severo para aspirantes a enemigos liberales, incluidos prominentes empresarios, abogados, artistas y profesores.

En un editorial de este miércoles, Zhu Jidong, funcionario del Departamento Nacional de Seguridad Cultural y Formación de Ideología en la Academia China de Ciencias Sociales, argumentó que las autoridades deben “eliminar a los maestros que publican críticas con frecuencia atacando al partido y al socialismo antes de que podamos tener en alto verdaderamente la virtud y condenar el mal”.

El 2 de febrero, la Universidad de Pekín juró lealtad a las directivas más recientes del partido en un comentario en línea y advirtió a los estudiantes que no “se dejaran llevar por los valores erróneos de Occidente” en el aula.

“Las universidades chinas son universidades con calidad comunista, así que, por supuesto, deberíamos ceñirnos a la educación socialista”, decía en el sitio web de la escuela.

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