Cerca de Dios, Buda o alguna deidad en la que crea, eso se siente al poner la ñata contra el vidrio allá arriba, en la montaña Tiananmen, sobre la estructura de cristal en la cueva natural más impresionante del mundo.
Pero vamos paso a paso. Para vivir la singular experiencia habrá que llegar al Parque Nacional Tiananmen situado a menos de 10 km de la ciudad Zhangjiajie, al noreste de la provincia de Hunan. Allí la elevación entre verdes sorprendentes y caminos serpenteantes ostenta, en lo más alto, una cavidad de 131,5 metros de altura y 30 metros de ancho.
El teleférico arrima a la cima desde el centro urbano, no sin antes regalar panorámicas impactantes de las laderas boscosas en un recorrido que lleva aproximadamente 20 minutos sortear los 7.455 metros de largo y los casi 1.300 metros de pendiente. De allí en más cada uno elige su propia aventura.
En la primera parada hay senderos para apreciar la flora y fauna local. Se puede conocer un templo extraordinario de la dinastía Tang y caminar por balcones de vidrio con vista hacia los valles. Nuevamente a bordo, el destino final espera la puerta del cielo sin San Pedro alguno, ni llaves.
Al descender de la cabina se toma un bus que acerca aún más por un trayecto de aproximadamente 10 km entre curvas y contracurvas cerradas en medio de arboledas y una bruma que avisa que se está pronto a llegar. Cuando el vehículo se detiene los corazones laten de prisa, pero aún resta subir 999 escalones, y ahí sí, el cielo. ¡Nadie dijo que sería fácil!
Hay asientos en diferentes descansos como para que los peregrinos no cedan. Resulta impactante caminar por la pasarela realizada completamente en vidrio para recorrer los 60 metros de profundidad de la cueva a la vera del acantilado y con el vacío bajo los pies. En varias ocasiones este sitio fue escenario para conmemorar fechas importantes. Las celebraciones incluyeron aviones pasando por el medio del agujero natural. Desopilante.