Por Gastón Bustelo - gbustelo@losandes.com.ar
Hay que observar atentamente lo que sucede en el país trasandino. Más allá de las ventajas que nos saca, además del fútbol, en la venta de sus productos en mercados internacionales -como el vino que desplaza a nuestro producto por tener mejores precios- por los acuerdos comerciales que realiza y que en buena parte explican los precios en los shoppings llenos de argentinos.
Ahora, Chile puede mostrar mejoras en indicadores sociales, un tema siempre complicado para el país vecino. El reciente informe realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) tiene datos alentadores, como también puntos pendientes.
De todas formas, el estudio brinda información que me gustaría leer sobre Argentina alguna vez. Por ejemplo, se afirma que "Para cualquier observador informado, es innegable el enorme desarrollo que Chile ha logrado impulsar en las últimas décadas. De la mano de un crecimiento económico relativamente acelerado y siempre positivo, ha mejorado su infraestructura, ha ampliado notoriamente su cobertura educacional, ha profundizado la oferta de servicios sociales, ha profesionalizado la labor estatal, y, muy centralmente, ha incrementado el ingreso de las familias y ampliado su acceso a bienes, signos evidentes de una transformación de las condiciones de vida. A todo ello hay que sumar una notoria reducción de la pobreza. Esto es cierto tanto en términos absolutos como en comparación con el resto de los países de América Latina".
Un párrafo demoledor frente a la realidad que venimos viviendo en nuestro país desde hace décadas. Pero hay más conclusiones muy interesantes. "Para muchas personas en Chile, el mundo en que vivieron sus padres o incluso el mundo en el que ellas crecieron era muy distinto del que habitan hoy, no solo en una dimensión material sino también en lo que respecta al modo como los individuos y los grupos experimentan su propia posición social en el tiempo. Para muchos chilenos y chilenas, los progresos de las últimas décadas han significado salir de la miseria -la de la propia infancia, la de los padres o abuelos- y alcanzar un nivel de vida que, aunque muy a menudo inestable y plagado de riesgos, se percibe indudablemente menos precario".
Impecable, pero hay más: "Al comparar su posición económica actual con la situación de sus hogares en el pasado, el 46% de la población consultada por la encuesta PNUD-DES percibe alguna forma de progreso socioeconómico. Incluso, del 25% de personas que evalúa su trayectoria de los últimos quince años como descendente, socialmente hablando, dos tercios cree que sus hijos lograrán tener una mejor posición que la suya". Lapidario, mucha gente de bajos recursos entiende que sus hijos vivirán mejor que ellos, algo que en nuestro país son pocos los que se animarían a decirlo.
Se explica que esta evaluación de las propias trayectorias tiene sustento: cuando las personas comparan su posición actual con las generaciones de sus padres, madres y abuelos, dan cuenta de una mejora palpable en las condiciones de vida, que tiene como telón de fondo el progreso económico del país. Entre 1990 y 2013, el porcentaje de personas viviendo en la pobreza en Chile pasó de un 68% a un 11,7% y en los últimos quince años, el ingreso per cápita real de los hogares en el 10% más pobre de la población creció en un 145% real.
Pero estas mejoras que puede mostrar Chile, que sin dudas son un gran logro, también les implica sostener el rumbo porque sigue siendo complicada la desigualdad en ese país, como también los salarios son bajos y con diferencias, como en Argentina, entre hombres y mujeres.
El informe agrega que nada asegura que el mercado laboral -y el sistema productivo que lo sustenta- pueda absorber a los miles de estudiantes que hoy llenan las aulas del sistema de educación superior. Por otra parte, en contextos de crecimiento y alta desigualdad como el chileno en este período es posible que la desigualdad, una medida relativa, se reduzca aun si las distancias absolutas entre los hogares aumentan.
Es por esto que se afirman que "entre los años 2000 y 2016 el porcentaje de personas que declaran estar muy de acuerdo con la frase ‘las diferencias de ingresos son muy grandes’ aumentó de un 42% a un 52%. Las reducciones recientes en los indicadores de desigualdad de ingreso en la encuesta Casen no compensan el hecho de que Chile sigue siendo un país de mucha desigualdad socioeconómica con concentración en el tope, y que su mantención en el tiempo descansa en mecanismos de reproducción profundamente enraizados en la institucionalidad, la cultura y la estructura productiva del país".
Por último, son claros al explicar que la elevada desigualdad de ingresos en Chile también se explica por los bajos salarios que afectan a un gran número de trabajadores. Si se define un salario bajo como aquel que es insuficiente para cubrir las necesidades básicas de un hogar promedio en ausencia de otras fuentes de ingresos (es decir, uno que no permita a un trabajador mantener a una familia de tamaño promedio sobre la línea de pobreza), la mitad de los asalariados con jornada de treinta y más horas semanales obtenía un salario bajo en 2015. El porcentaje es obviamente muy elevado, y es una muestra de que en el país hay un problema importante en materia de remuneraciones.
Lo importante es que Chile avanza en la reducción de las desigualdades y de la pobreza, algo que para los argentinos era impensado. Orgullosos de nuestra "movilidad social" y de la "clase media", mirábamos desde arriba a los chilenos. En otro aspecto más, van mejor que nosotros, con datos no manipulados y gobiernos de distinta ideología. Envidiable.