El 11 de marzo de 1990, el presidente Patricio Aylwin, elegido democráticamente, asumió el poder de manos del ex dictador Augusto Pinochet. Chile busca ahora desmantelar el legado político y económico de esa dictadura a 25 años del fin del régimen.
La fastuosa mansión de Pinochet fue demolida hace pocas semanas. El ex dictador que derrocó al socialista Salvador Allende y gobernó Chile entre 1973 y 1990, no tiene una tumba a la cual sus partidarios puedan acudir. Tras su muerte, a los 91 años, la familia decidió guardar sus cenizas.
El ex dictador tampoco tiene herederos políticos. Ningún partido reivindica hoy su obra y el Ejército poco a poco ha logrado establecer distancia de su figura. “A Franco (el ex dictador español) aún le quedan personas o grupos que se declaran orgullosos de su herencia; a Pinochet, nadie. Ni siquiera los militares, que también abjuran de su herencia”, dijo el reconocido sociólogo Eugenio Tironi.
“La figura de Pinochet está mucho menos presente, pero sí está el fantasma de la dictadura como un régimen fundacional”, señaló por su parte el politólogo Claudio Fuentes.
Después del 11 de marzo de 1990, Pinochet permaneció al frente del Ejército por otros 8 años y luego ejerció hasta 2002 como senador vitalicio. Ese año, abandonó la banca alegando demencia senil, el mismo motivo que esgrimió cuando la justicia comenzó a investigarlo por violación a los derechos humanos.