Jocolí amanece frío y el sol de a poco se va asomando. Aun así decenas de alumnos de San Rafael, Tupungato, Tunuyán y San Martín que llegaron la noche anterior y durmieron en carpa, se despiertan entusiasmados para comenzar las actividades. Mientras tanto van arribando aquellos del sur de San Juan y otras puntos de Lavalle.
Así se vive un lunes de cursado en la Escuela Agroecológica 502 de Jocolí. Aunque desde comienzos de este año las jornadas tienen un condimento especial, ya que junto a los chicos, los colaboradores y profesores, también se trasladan hasta allí los representantes de la Asociación de Cocineros Mendocinos (COME), una organización sin fines de lucro creada por once reconocidos chefs de la provincia.
Ellos decidieron desde febrero de este año apoyar a la institución a la que asisten unos 100 estudiantes mayores de 16 años que habían quedado fuera del sistema.
La misma está a cargo de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra (UST) y ha sido reconocida cono CENS en la dirección de Jóvenes y Adultos de la DGE. En vez de cursar todos los días, allí los alumnos asisten una semana por mes y la mayoría se queda a dormir en la institución porque sus viviendas quedan muy alejadas.
Por esta razón, la idea del grupo de cocineros es colaborar con ellos desde su conocimiento y también aportar la infraestructura que le hace falta el establecimiento.
“Al principio solventábamos las cosas que se iban necesitando con nuestros propios medios, pero después organizamos eventos para juntar fondos, como por ejemplo un locro que hicimos para el 25 de mayo. Hasta ahora hemos podido comprar utensilios, hicimos los hornos, una parte del techado del quincho, pero aún falta mucho más”, relató Patricia Suárez Roggerone, miembro de COME.
Pero además, la semana que los chicos cursan uno o dos de ellos viaja hasta allá para prepararles el almuerzo. “La escuela hace las compras, nosotros le pasamos las cantidades y elaboramos distintos menúes cada día”, explicó la chef mientras observaba atentamente la salsa que acompañaría los espaguetis que decidieron cocinar para el mediodía.
Por supuesto trabajar allí, no es lo mismo que hacerlo en la comodidad de un restaurante. “Por ahora estamos condicionados al fuego y al horno de barro, pero vamos poco a poco”, deslizó la mujer.
Por su parte, Sebastián Weigandt, otro integrante de la organización, señaló que para elegir el menú hacen hincapié en la nutrición. “Queremos que los jóvenes coman bien para que puedan estudiar”, expuso. Para la elaboración de los alimentos COME también cuenta con la colaboración de voluntarios que envía el Instituto de Gastronomía Arrayanes y otros ayudantes independientes.
En una tercera instancia, el grupo tiene planeado implementar un taller de cocina para que luego sean los mismos alumnos los que preparen los platos.
“Por el momento, hemos comenzado con teorías sobre limpieza y cantidades, no hay estructura todavía”, indicó Roggerone, a la vez que detalló las razones por las cuales la asociación eligió este proyecto para apoyar: “Nos parece que es lo que más tiene que ver con lo que nosotros tratamos de desarrollar que tiene que ver con la soberanía alimentaria y con el acercamiento al productor”.
En tanto que Weigandt resaltó: “Venir acá te cambia la visión de las cosas; es un ejemplo cómo respetan la tierra y valoran la producción, un aspecto que en la actualidad está un poco perdido”.
Educación popular
Lejos de tener las características de una escuela convencional, la Agroecológica de Jocolí funciona en un predio donde las aulas se encuentran separadas. Primer año funciona en el quincho-comedor, segundo en lo que sería el living de una vieja casona, y tercero en un aula construida con materiales naturales. Además, cuando el tiempo lo permite, cursan al aire libre.
La institución comenzó a gestarse en 2010 en función de un estudio sobre educación en 30 comunidades rurales de la provincia. “Allí surgió la necesidad de construir una escuela campesina con sus propios principios pedagógicos de la educación popular”, contó Marta Grecco, parte de la dirección colectiva de la institución, a la vez que enumeró los lineamientos principales: “El trabajo como elemento pedagógico, análisis de la realidad, vincular teoría y práctica, entre otros. Sin eso no hay un proceso que emancipe que es lo que buscamos”.
Allí, se imparten todas las materias básicas, pero también otras que ellos mismos le propusieron al estado provincial como Economía campesina, Pensamiento político latinoamericano y Trabajo de investigación.
“Pero además se le busca una dimensión de cada materia, no se estudia la lengua por la lengua en sí misma o la sintaxis, sino por todo lo que es la expresión, la recuperación de nuestra cultura, el discurso, argumentar un pensamiento y así construir una idea. Es decir que esté relacionada con los conocimientos socialmente útiles como les llamamos nosotros”, subrayó la directiva. Allí también cuentan con talleres productivos, por ejemplo, de cría de cerdos.
“Los chicos que vienen acá son en su mayoría hijos de campesinos que están alejados de las secundarias de la zona, el único requisito es haber terminado la primaria y tener más de 16 años”, detalló Carolina Araya, coordinadora de Agroecología. Como allí no cuentan con celadores son los mismos alumnos los que se dividen las tareas necesarias para el mantenimiento del establecimiento.
"A algunos les toca limpiar el predio, a otros los baños, preparar el desayuno, despertar a los otros, etcétera”, enumeró la mujer. Cada día los estudiantes se levantan a las 7 de la mañana, tienen clases de 8 a 12, luego almuerzan y vuelven a las aulas de 14 a 16.
Aprender en grupo
Ayelén Arena (19) es una de las egresadas de las dos camadas que ha tenido la escuela. "Antes cursaba en otra secundaria, pero sentía que nada de lo que me enseñaban me servía para aplicar en mi casa y ayudar a mis viejos, que son crianceros de chivos y ovejas", narró la joven de San Rafael. Así fue como decidió ingresar al establecimiento de Agroecología, del cual salió el año pasado.
“Igualmente sigo viniendo todas las semanas porque les estoy dando a los chicos una mano en matemáticas, agroecología y alimentación. Además, así no extraño tanto a la gente que conocí acá”, destacó.
Diferente fue la experiencia de Jerónimo Vicencio (19) de Las Heras, quien cursa segundo año. “Yo iba a un CENS y cuando me enteré que existía una escuela con estas características me tiré de cabeza”, recordó. A él, lo que más lo motiva de este tipo de enseñanza es que se deja de lado el individualismo.
“Se interactúa con el otro de otra manera, en la secundaria convencional eso no sucede”, aseguró. Otro aspecto positivo de esta modalidad de cursado es que le permite trabajar en un negocio familiar. “Igualmente me encanta venir, estoy ansioso que llegue la semana para compartir con mis compañeros”, aseveró.
De Media Agua, San Juan, llega todos los meses a estudiar Carlos Agüero (21). “Éste es mi primer año y estoy tratando de aprender mucho y enseñar algo, porque todos tenemos alguna enseñanza para compartir”, manifestó el joven que se dedica a la poda.
Intercambio de todo el país
Para compartir la experiencia de los demás establecimientos educativos campesinos del país, esta semana se desarrolló en la escuela de Jocolí el Primer Encuentro de Escuelas Campesinas de Agroecología. Con ese propósito, llegaron hasta el establecimiento unos 30 estudiantes de todo el país.
“En total tenemos tres escuelas agroecológicas en Argentina, además de la de Mendoza, está la de Santiago del Estero y la de Córdoba. En el futuro queremos abrir tres más en Salta, Misiones y Neuquén”, explicó Carolina Araya, coordinadora de Agroecología del establecimiento mendocino. La primera jornada del encuentro fue de reconocimiento y división de tareas. Allí durmieron y comieron todos juntos por toda la semana.
