El próximo sábado, en Lisboa, la final de la Champions será el centro de máxima atracción del primer semestre del año. Atlético de Madrid (reciente ganador de la liga española) y Real Madrid trasladarán el derbi desde la capital española a la portuguesa, luego de haber destronado en la más importante competencia de clubes del viejo continente a rivales hegemónicos del nivel top europeo del último lustro, tales como Barcelona y Bayern Munich, respectivamente.
La cuota de argentinidad estará presente en Diego Simeone, desde el banco de suplentes “colchonero”, y Ángel Di María, en las bandas derecha e izquierda, alternativamente, del ataque “merengue”.
El gran duelo decisivo de la Champions ni siquiera necesita más carta de presentación: desde hace tiempo, completa el triángulo de preferencias deportivas a escala planetaria de cada mes de mayo, junto con las tradicionales ediciones del GP de Mónaco y de Roland Garros, íconos de la Fórmula 1 y del tenis, en forma respectiva.
Sin dudas que el resultado deportivo de la contienda madrileña será el hecho más destacado de la información globalizada en el fin de semana venidero, pero lo cierto es que en suelo americano siguen asombrando las cada vez más claras asimetrías entre la Liga de Campeones de Europa y su equivalente en nuestra tierra, la Copa Libertadores.
Las diferencias desde el punto de vista económico son siderales y la distancia aumenta año tras año en vez de achicarse. A fin de cada año, el Mundial de Clubes presenta un virtual enfrentamiento entre David y Goliath, casi una compensación de partes que al menos por una hora y media, o su extensión si es que hay tiempo suplementario y penales, permite que el duelo cara a cara se desarrolle en el mismo espacio, aunque sólo una vez por temporada.
Luego de haber superado la fase de grupos, los octavos de final, los cuartos de final y las semifinales, el futuro campeón de la Libertadores 2014 percibirá alrededor de 5.100.000 dólares como premio, gracias al cuadro de ingresos acordado con la Conmebol por los derechos de transmisión televisiva.
Además, quedará automáticamente clasificado para la edición 2015, pero también tendrá acceso a dos competencias más durante este año: la Recopa Sudamericana contra el ganador de la próxima Copa Sudamericana y el Mundial de Clubes, que volverá a disputarse en Marruecos.
Una posibilidad nada despreciable para San Lorenzo, Bolívar, Defensor o Nacional de Paraguay, el cuarteto de semifinalistas que continuará la competencia durante la segunda quincena de julio, una vez que finalice el Mundial de Brasil. Quienes finalicen su participación en la fase semifinal recibirán 2.800.000 dólares cada uno y quien resulte el subcampeón se quedará con 3.800.000 de la moneda estadounidense.
Si los valores medidos en dinero extranjero representan un calmante para las respectivas tesorerías de cada club sudamericano, son cifras irrelevantes si es que se las compara con las que accede cada participante de la Champions. Es más, el sólo hecho de haberse clasificado le permite a cada club europeo asegurarse alrededor de 9 millones de euros; ergo, casi el doble de lo que ganará el campeón de la Libertadores.
¿Cuál es la causa de semejante disparidad en ganancias, más allá de la calidad de vida que diferencia a los dos continentes? Sencillo, cerca del 80 por ciento de los ingresos comerciales por la Champions quedan en poder de los clubes que juegan el torneo.
Para que esto fuera posible, hay un origen que puede catalogarse como bisagra entre un momento y otro: en 1992, comenzó la transformación de la Copa de Europa en la Liga de Campeones de Europa como lo es en la actualidad y a partir de allí se construyó un fenomenal aparato de comercialización y de percepción de los derechos televisivos.
Como muestra, basta un botón: de alrededor de 56 millones de dólares que se percibían por ingresos comerciales en la temporada 1991/1992 se pasó a cerca de 1.900 millones de dólares en la pasada 2012/2013.
Otro ejemplo contundente: el Bayern Munich, ganador de la Champions en 2013, obtuvo unos 55 millones de euros entre ingresos por televisación, premios por fases ganadas y clasificación previa; esto, sin contar los ingresos vendidos por el propio club alemán.
Su rival en el partido definitorio fue su connacional Borussia Dortmund, que sumó otra cifra superlativa: apenas un millón de euros menos que los bávaros. Si el cálculo se hace en dólares, arroja 76 y 74 millones de esa moneda, respectivamente.
No hay equivalencia directa entre la Champions y el segundo torneo europeo en importancia, la Europa Liga, que hace una semana obtuvo el Sevilla.
En esta competencia, el ganador orilla los 11 millones de euros de ganancia, una cifra ridícula si se la compara con que cualquier clasificado a la Liga de Campeones recibe casi 9 millones de la moneda europea con sólo participar de la primera fase.
En la órbita de la Confederación Sudamericana de Fútbol, el año pasado comenzó un movimiento de los clubes uruguayos para lograr un mayor porcentaje de reparto de los derechos televisivos. Es más, las entidades afiliadas a la Asociación Uruguaya demandaron a la Conmebol por falta de transparencia en la presentación de las cuentas.
De esta iniciativa no participaron los clubes argentinos, aunque sí lo hicieron otras instituciones del continente.
Para tener otra muestra taxativa del poderío de la UEFA en relación a la Champions, vale mencionar qué sucederá con la FIFA en relación a los premios que otorgará en la próxima Copa del Mundo. La entidad madre del fútbol mundial anunció públicamente cuáles serán los montos de premiación y además, la constitución de un fondo de legado para el país organizador.
Así, el campeón percibirá 35 millones de dólares, una cifra menor a la del ganador de la Champions. El subcampeón recibirá 25 millones, el ganador de la final por el tercer puesto cobrará 22 millones y el que termine cuarto, 20 millones, siempre en billete estadounidense.
Las selecciones que alcancen los cuartos de final, se harán con la suma de 14 millones de dólares; las que lleguen a octavos, 9 millones y las eliminadas en la primera fase 8 millones. En tanto, habrá un reparto de 70 millones de dólares para los clubes que tengan jugadores representando a diferentes seleccionados.
Finalmente, el fondo de legado para Brasil será de 20 millones de dólares como piso, aunque aún no se han divulgado las cifras definitivas.
Lejanos están los tiempos en que se gestó la primera competencia internacional en América del Sur en forma permanente, a partir de conversaciones entre dirigentes de diferentes naciones luego del Mundial de Suecia ‘58.
El antecedente más cercano de juegos entre sudamericanos había sido en 1948, cuando los brasileños de Vasco da Gama ganaron un torneo continental en el cual participó River, entre otros. En 1960 nació la Copa de Campeones, la cual cinco años después mutó su nombre por el actual de Copa Libertadores tras haberse ampliado el cupo a más equipos.
Hoy día, los ingresos económicos de los participantes son insignificantes en relación a los de sus pares europeos. Qué buena oportunidad será el próximo mes, durante el Mundial, cuando los dirigentes sudamericanos puedan discutir qué hacer ante la realidad: la materia prima, representada por los talentos surgentes de divisiones inferiores, se va demasiado rápido hacia Europa. Será la hora propicia para rediscutir ingresos; ahora o quizás… nunca.