Luis Fermosel - la.fermosel@gmail.com
Lo había anticipado un veterano dirigente sindical en nuestra columna del 11 de setiembre: “Los gordos no comen vidrio. Saben que convocar a un paro general en un periodo preelectoral genera más rechazos que adhesiones en la población en general. Es por eso que hay razones estratégicas, políticas y hasta de subsistencia futura para adoptar una posición de retracción ante un planteo de medidas de fuerza”. Pasó poco menos de un mes y el “pronóstico” se cumplió. El confederal cegetista decidió priorizar el diálogo con el Gobierno y discutir una agenda con miras al futuro antes de decretar un paro de actividades. No hubo unanimidad en la decisión pero sí una amplia mayoría y la “disconformidad” de algunos, como el sector de camioneros o el liderado por el bancario mendocino Sergio Palazzo, abren las puertas a futuras discusiones.
El hecho concreto es que los sindicalistas saben “medir” los tiempos. Conocen la reacción de la gente y saben que decretar un paro de actividades no contará con la necesaria adhesión de los trabajadores, mientras las últimas movilizaciones les han demostrado que la falta de cohesión interna generó que sectores del kirchnerismo o de la izquierda coparan las marchas.” A menos de 20 días de una elección no podemos anticipar medidas drásticas. ¿Qué pasará si en las elecciones la gente se vuelca a favor del Gobierno?”, se preguntó un dirigente consultado, quien agregó ante nuestra pregunta que “la oposición kircherista nos genera menores garantías porque al movimiento obrero no le fue muy bien durante los diez años que estuvieron en el Gobierno”.
Lo sucedido días pasados en el confederal cegetista, nos retrotrae en la memoria a lo que ocurrió en la década del 80, en medio del enfrentamiento entre el sindicalismo y el gobierno de Alfonsín. El líder radical había sustentado su campaña preelectoral en la denuncia de un pacto militar-sindical e inmediatamente después de asumir impulsó una denominada ley de “renovación sindical” que afectaba seriamente a las conducciones gremiales más antiguas. Esos enfrentamientos fueron gran parte de los motivos que llevaron a aquellos famosos 13 paros generales durante la gestión alfonsinista. Sin embargo, hacia 1985 y con los resultados de la primera renovación parlamentaria en las manos, el sindicalismo convocó a un plenario general, en el sindicato de Textiles, en el que en la previa se deducía que los delegados concurrían con el mandato a favor de medidas de fuerza. Saúl Ubaldini y Jorge Triaca (padre del actual ministro de Trabajo) eran los secretarios generales de la CGT-Brasil y de la CGT-Azopardo. El “ambiente” estaba muy pesado durante el plenario y el dirigente de los cerveceros tuvo a su cargo el cierre de plenario. Comenzó con un encendido discurso que pareció calentar los ánimos, sin embargo, en el momento de la definición, Ubaldini dijo que “tenemos razón, pero le vamos a dar una nueva oportunidad al Gobierno… Vamos a priorizar el diálogo”. En una consulta posterior, Ubaldini confesó a quien esto escribe que “no podíamos decretar un paro cuando la gente en las urnas nos había demostrado que apoyaba la gestión gubernamental”.
En el confederal de días pasados, uno de los integrantes del triunvirato cegetista, Héctor Daer ratificó su postura crítica sobre el modelo económico, aunque anticipó que por el momento no habrá medidas drásticas, quedando facultada la comisión directiva para tomar las medidas “que sean necesarias” de acuerdo con la evolución del diálogo con el Gobierno. En ese mismo sentido se expresaron varios “pesos pesados”, como Carlos West Ocampo, titular de Sanidad; Luis Barrionuevo, de Gastronómicos y con un grupo importante de gremios que lo apoyan y Armando Cavallieri, entre otros. Hubo voces que se opusieron a la medida pero terminaron acatándola, como las del taxista Omar Viviani y del bancario Sergio Palazzo, este último muy allegado políticamente al kirchnerismo, a pesar de su pasado radical, quien no perdió oportunidad para criticar la política de Macri y anticipar que si no hay cambios “positivos”, impulsará un paro general después de las elecciones.
La reunión contó con la asistencia de 192 delegados, en representación de gremios importantes, pero hubo una ausencia llamativa, como la del gremio de los camioneros. Ni Hugo ni Pablo Moyano dijeron presente sin que dieran algún tipo de explicación, mientras uno de los titulares de la central obrera, Oscar Schmid intentó poner paños de agua fría al señalar que “no hay ninguna duda de que camioneros ha acompañado orgánicamente esta resolución que ha tomado el Comité Central Confederal”. Cabría preguntarse el porqué de la no concurrencia y en ese esquema debemos partir indicando que Pablo Moyano fue y es el impulsor de la elección de un único secretario general en la central obrera, aduciendo que el triunvirato le quita fuerza a las decisiones. Por supuesto también que es él (Pablo) quien se postula para ocupar esa conducción unificada, lo que no es muy bien visto por gran parte del resto del espectro sindical, quienes recuerdan la forma cuasi autoritaria en que se condujo Hugo Moyano cuando estuvo al frente de la CGT. No son pocos los que comentan también que “los” Moyano están trabajando subterráneamente en la intención de sumar voluntades en el caso de que tengan que defenderse ante las supuestas denuncias que públicamente ha anticipado Elisa Carrió. Sea como fuere, el hecho cierto y concreto es que hasta el momento muy pocos han salido a solidarizarse con los dirigentes gremiales cuestionados o investigados por la Justicia en los últimos tiempos, como es el caso del “Pata” Medina o del “caballo” Suárez.
Con posterioridad al plenario fue Héctor Daer quien se convirtió en la voz cantante del triunvirato cegetista, ratificando la intención de dialogar con el Gobierno sobre la reforma laboral, aunque aclaró que “hay cuestiones que son inclaudicables”, en lo que constituye un anticipo de que las conversaciones no resultarán fáciles, más aún cuando los sindicalistas se basan en los “antecedentes” dejados por la reforma laboral en Brasil. En ese marco, dijo que no permitirán que se caigan los derechos “adquiridos” por los trabajadores y que está de acuerdo con los proyectos de capacitación, siempre y cuando no se conviertan en un “show de pasantías”. El dirigente advirtió que si bien no ve una persecución de parte del gobierno al sindicalismo, considera que “hay muchos sectores a los que les encantaría que no haya sindicatos”.
No quedan dudas de que el sindicalismo intenta mantener la calma en una supuesta discusión con el Gobierno, a la espera de conocer cuál será el resultado de las elecciones. Si Macri sale fortalecido en las urnas, podrá “dialogar” con cartas más fuertes a su favor, pero deberá actuar con inteligencia, más aún si se tiene en cuenta el antecedente de que Raúl Alfonsín, en su máximo apogeo, no pudo implementar una reforma en el ámbito de los sindicatos.