Otro sueño, otra gran ilusión: escribir en El Gráfico. Ver mi firma en la revista al pie de una nota o una entrevista, aunque sea una sola vez, como siempre le comentaba e insistía a mi amigo el Cato Eduardo Norberto Aguilar, con quien fuimos compañeros en 1966 en la Escuela Superior de Periodismo.
Como si necesitara otro camino periodístico a recorrer cuando a partir de marzo de 1967, con apenas 21 años de edad cumplidos un mes antes, ya me había incorporado al diario Los Andes como secretario privado del entonces secretario de redacción Antonio Di Benedetto.
Para sumarme posteriormente a la sección Deportes no sólo de Los Andes sino también del vespertino El Andino después de haber cumplido con el servicio militar obligatorio, prórroga mediante de dos años por estudios.
No paraba en mi íntimo deseo de hacer alguna nota o alguna entrevista en la revista que había aprendido a querer y admirar desde los 12 o los 14 años, cuando el canillita la dejaba todos los miércoles a la mañana por debajo de la puerta de la casa en que vivíamos en la calle Doctor Moreno de ciudad y con mi hermano más chico, el Mamo, nos peleábamos para ver quién la encontraba y la leía antes.
Como si se tratara de un amor adolescente, tan común a esa edad, o del primer beso robado a escondidas a una novia de la infancia. Aunque me había consolidado en Los Andes mi idilio continuaba y deseaba ver cumplido aquel viejo sueño.
Mi propia historia en El Gráfico arrancó por fin en julio de 1976 cuando fui confirmado como corresponsal en Mendoza en reemplazo del “Cabezón” Enrique Máximo Romero, que se había incorporado a la redacción en Buenos Aires, que funcionaba en el tercer piso del edifico de la calle Azopardo al 579.
El primer gran desafío que me encargó la publicación fue reunir a los tres grandes ídolos del deporte mendocino: Nicolino Locche, Víctor Antonio Legrotaglie y Ernesto Antonio Contreras, que anunciaban su regreso a la actividad tras un breve paréntesis porque en verdad nunca se habían retirado.
“¿Volver? Si nunca nos fuimos” fue el título del trabajo editado en cinco páginas en el que el ‘Intocable’ se subió a la bicicleta de Contreras, el Víctor se puso en guardia con los guantes de Locche y el ‘Cóndor’ empezó a hacer jueguitos con la pelota que había traído el ‘Maestro’. Las fotos las hizo Leopoldo Estrella, entre los columpios y los espacios verdes de la plaza Hipólito Yrigoyen de la Cuarta sección, en una producción más que divertida.
Fauna en extinción
Cerró El Gráfico. Así de duro, así de fuerte, así de triste. Se fue la llamada “Biblia del deporte”, la revista de nuestros padres y abuelos, también la de nuestros hijos, en la que muchos lectores reconocieron alguna vez que hasta aprendieron a leer.
Casi de manera increíble e inexplicable, la emblemática publicación se quedó sin fuerzas ni energía en los meses previos a su centenario que debía cumplir el año próximo porque fue creada por Constancio Vigil, el fundador de Editorial Atlántida, el 30 de mayo de 1919.
Hoy cobran vigencia más que nunca aquellas palabras del entonces director, Ernesto Cherquis Bialo, cuando a mediados de los 80 aseguraba a modo de sentencia como si fuera una premonición: “Las revistas deportivas son una fauna en extinción”. Los hechos le dieron la razón porque de manera progresiva desaparecieron La Cancha, Mundo Deportivo, El Campeón (diario), Goles, Goles-Match, El Toque, Orsai, Solo Fútbol, Pasión Deportiva y otras.
Incluso dos de los medios partidarios más antiguos como Así es Boca y la revista Racing, que en mayo de 2002 se preparaba para festejar su 59° aniversario y en la que el periodista Bernardo Neustad dejó su impronta en las décadas de los 50 y 60, cuando fue uno de los pioneros que comenzó a calificar a los jugadores después de un partido en lo que ideó como “el termómetro del match”.
Tirajes históricos
Promocionada también como “La cara del deporte”, El Gráfico estableció dos récords absolutos de ventas en territorio nacional: 595.924 ejemplares en la edición del 27 de junio de 1978 (Argentina campeón del mundo, con Daniel Alberto Pasarella levantando la copa en la tapa) y 690.998 ejemplares en la edición del 27 de junio de 1986 (la Selección Argentina otra vez campeón mundial, esta vez en la cita de México, con Diego Armando Maradona en la portada también alzando el trofeo más preciado).
En sus épocas de mayor esplendor como en los años 50 y luego en los 70 y parte de los 80 el tiraje semanal se mantuvo en unos 250.000 ejemplares. Luego del Mundial de 1998 (Francia), la empresa Torneos y Competencias se hizo cargo de la concesión de la revista y poco después, en febrero de 1999, la adquirió definitivamente Carlos Ávila, que le pagó a la Editorial Atlántida la suma de 11 millones de dólares (7 por la marca y 4 por el archivo) e instaló la nueva redacción en el edificio que ocupó hasta hace algunos días en Balcarce y Venezuela.
Sin embargo El Gráfico no pudo evitar la dura crisis que afectó a tantos medios y en marzo de 2002 se anunció el cierre de la edición semanal por lo que se convirtió en una publicación mensual. Por lo general, con notas de lectura o grandes reportajes porque ya no podía mostrar la actualidad.
Al medio le resultaba imposible competir con la televisión o los suplementos deportivos de los diarios de mayor tiraje como Clarín, La Nación, Crónica y Diario Popular. Alfredo Pedro Alegre recuerda que la aparición y experiencia que transmitió El Gráfico Diario resultó muy buena, pero solamente se editó durante el Mundial de 1998.
Grandes plumas
Cientos de valiosas plumas acompañaron la trayectoria de El Gráfico durante sus casi cien años de vida. Desde Ricardo Lorenzo, más conocido como ‘Borocotó’, creador de las famosas piladas, y Félix Daniel Frascara (‘Frascarita’), hasta Osvaldo Ardizzone y Emilio Lafferranderie, quien firmaba sus trabajos bajo el seudónimo de El Veco, dueños de una prosa y un estilo único e inconfundible.
Sin olvidar la época de Dante Panzeri, que se erigió en el crítico número uno de la revista, responsable de que el Víctor saliera por primera vez en la tapa en 1959 cuando jugaba en Chacarita Juniors en la Primera B.
Entre los directores que más se recuerdan se encuentran Carlos Fontanarrosa, luego inspirador de la revista Gente; Héctor Vega Onesime (llegó a jugar en la reserva del Deportivo Maipú a fines de los 50 y hoy está radicado en Chile); Ernesto Cherquis Bialo, toda una autoridad en boxeo que firmaba como Robinson; Aldo Proietto, en la actualidad panelista de Fox Sport, y Carlos Poggi, cuando se habían introducido cambios en el formato para mejorar la presentación.
Otros nombres más recientes han sido los de Osvaldo Ricardo Orcasitas (Oro), hombre del básquetbol, cuidador del más mínimo detalle para que la revista se editara sin errores; Julio César Pasquato (Juvenal); Daniel Arcucci, el más completo biógrafo de Diego Armando Maradona; Natalio Gorín; Lucho Hernández, que vivió la época de oro del tenis con Guillermo Vilas y Gabriela Sabatini; Carlos Irusta, también referente boxístico.
Y la última generación de periodistas exitosos integrada por Alfredo Pedro Alegre, que a fines de los 90 participó del proyecto El Gráfico Chile en el vecino país; Adrián Maladesky y Gonzalo Abascal, ambos ahora en Clarín; Hugo Suerte, Eduardo Rafael, entre otros. Además de fotógrafos de la excelencia de Ricardo Alfieri, Eduardo Forte, el Zoilo Gerardo Horovitz, los hermanos Oscar y Norberto Mosteirín y Antonio Legarreta, que trabajó con una enorme vitalidad hasta los 80 años de edad y que aseguraba con picardía que cuando se cubría un partido que finalizaba cero a cero igual había que regresar con algún gol a la redacción. En el medio local los hermanos Néstor Osvaldo y Juan Alfredo Ponce, Leopoldo Estrella, Francisco Coqui Barroso y Santiago Pizarro en ciclismo.
Notas, entrevistas
En lo personal, mi estadía en El Gráfico se prolongó hasta 1998, cuando me incorporo a la Editorial Perfil para trabajar en el diario del mismo nombre que había fundado Jorge Fontevecchia y colaborar eventualmente con las revistas Caras y Noticias. También abandono la Corresponsalía de Gente y en El Gráfico soy reemplazado por mi propio hijo, Sergio Pablo, quien hacía sus primeras armas en el periodismo y que en la actualidad es una de las caras más visibles de los noticiarios de Canal 7.
Después de la primera producción con los tres grandes ídolos del deporte mendocino, siguieron otras más. Entre esos trabajos, la misión de entrevistar a Paulo Valentín, aquel gran delantero e ídolo Xeneize de los 60, que se encontraba radicado en San Juan quebrado económicamente después de haber sido propietario de 11 departamentos en la Av. Copacabana de Río de Janeiro y muy delicado de salud por su adicción al alcohol.
“Esa es otra historia”, me respondió cuando le pregunté por el estado extremo en que vivía. También el seguimiento de Diego Armando Maradona en 1986, de vacaciones en Las Leñas luego de haber salido campeón con el Napoli, en Italia, trabajo que se tituló “No es el Maradona del esquí”.
El Bichi Borghi, entrevistado en Chile bajo el titulo “La última rabona”. La entrevista en 1992 a Roberto Alfredo Perfumo y a Elías Figueroa en Chile, los dos marcadores centrales más grandes de Sudamérica entre los 60 y 70. Hugo Pastor Corro cuando cumplió su promesa de visitar la Cruz Negra en Tunuyán vestido de gaucho y a caballo luego de haber obtenido el título mundial.
Además de las ediciones de 1980 y 1981 de la San Silvestre en Brasil, cuando mantenía el encanto de que se iniciaba el 31 de diciembre a la noche media hora antes del Año Nuevo y concluía en los primeros minutos del año entrante entre fuegos de artificio y la gente en las calles. Y muchas tareas más cumplidas siempre con igual responsabilidad y profesionalismo. Sólo me resta asegurar a modo de despedida: ¡Hasta siempre, querido El Gráfico!