Terminado el acto electoral del domingo pasado, el Banco Central anunció, como se esperaba, un endurecimiento de las restricciones para las compras de dólares para atesorar por parte de los particulares. La decisión limita la posibilidad a U$S 200 por mes si se hace por homebanking o a U$S 100 si se hace en efectivo. Estos nuevos límites eran esperados después de saber que en octubre 1,7 millón de personas había comprado hasta U$S 2.000, generando una fuerte erosión en las reservas del Banco Central (BCRA).
Dado el resultado electoral, las actuales autoridades decidieron dar prioridad a los pedidos que había hecho Alberto Fernández, que era conservar reservas y evitar disparadas del tipo de cambio. De esta manera, la única forma era ésta ya que, además, hay que asegurar dólares para hacer frente a vencimientos que operan hasta fin de año. Con estas medidas, en el Gobierno calculan que entregarán reservas netas (preservados los encajes de los depósitos y los swaps con China) por U$S 10.000 millones. Cuando asumió Macri recibió solo U$S 500 millones de reservas netas.
Además, el Banco Central adoptó medidas tendientes a ir desarmando las Leliq al desalentar a los bancos en estas colocaciones. Las entidades financieras ya no podrán computar estos títulos en los cálculos de los encajes, lo que los llevará a inmovilizar más recursos propios y eso hará que paguen tasas menores a los ahorristas. De hecho, las entidades ya bajaron los rendimientos que ofrecen en las colocaciones electrónicas.
Por otra parte, la autoridad monetaria, a través del Comité de Política Monetaria, decidió el miércoles bajar la tasa de referencia desde 68 hasta un mínimo de 63%. Dado que las reservas están protegidas por el cepo, entienden que no habrá riesgos y se podrá bajar las tasas en el mercado. Además, autorizó un aumento del 2% en la base monetaria y estableció facilidades para que los bancos atiendan necesidades del Estado y empresas para pagar salarios.
Por supuesto, estas decisiones tenderán a acentuar la brecha entre la cotización oficial del dólar con las otras versiones paralelas como el blue, el MEP (a través de la Bolsa) y el denominado “contado con liqui” (a través de bonos). Con estas operaciones las personas y empresas consiguen sacar dólares, aunque las mismas no salen del Banco Central sino del mercado mismo. El riesgo es que la brecha pueda presionar sobre el oficial y pueda ser tomado como referencia por las empresas para establecer sus costos.
Estas decisiones son transitorias, con el objeto de bajar la exposición de las reservas ante el panorama de incertidumbre que se aprecia en el mercado y en la población en general. El problema vuelve a ser la preocupación que existe sobre los precios.
Si bien el Banco Central tomó sus decisiones en base a una menor expectativa inflacionaria y contando que el dólar para los importadores no tiene modificación, algunas empresas habían dispuesto aumentos preventivos entre el 15% y 20% que, en algunos casos, son resistidas por cadenas de supermercados grandes, pero los más chicos no pueden hacer nada y mucho menos los minoristas.
Panorama sostenible
Dada la actual situación, el cepo estaría funcionando, pero podría correr peligro si se acelera la presión de capitales por salir del país y eso empuja a la suba las cotizaciones de las operaciones marginales. Si la brecha entre el dólar oficial y los marginales se hace muy grande, va a generar presiones devaluatorias y tendrá impacto en los precios por aumentos preventivos.
Lo razonable sería no abusar y tratar de salir de a poco (con un desdoblamiento del mercado cambiario) para evitar presiones distorsivas. No obstante, el nuevo gobierno debería cerrar antes el acuerdo con los bonistas privados, nacionales y extranjeros, ya que esos son los vencimientos que operan más cercanos y luego con el FMI, cuyos vencimientos, muy fuertes, comienzan en 2021.
Dado que las nuevas autoridades desean reactivar el mercado interno, deberán tener mucho cuidado con las inyecciones monetarias. Por ahora, con los pasos que han dado las actuales autoridades, hay que esperar si el mercado reacciona como se espera, pero el problema es bajar la inflación para que las tasas puedan bajar más.
El gobierno de Alberto Fernández anunció su intención de reactivar el mercado interno, primero; estimular las exportaciones, luego y finalmente, que ambas reactivaciones generen inversiones. En realidad, los caminos que hay seguir son inversos. Si se generan las condiciones, las inversiones llegan solas y eso acelera el sistema productivo. Pero para eso hay que recorrer un camino distinto al que se plantea, al menos en principio.
La reforma impositiva es un paso fundamental: hay que bajar impuestos y sacar muchos más y ahí chocará con los intereses de sus principales aliados: los gobernadores. Pero los economistas que asesoran al nuevo presidente no están pensando en bajar impuestos, sino en subir algunos y crear otros nuevos.
Estos anuncios anticipan que es probable que el cepo se mantenga por más tiempo (aunque cambie de formas) y que deban poner mucha empatía para que las empresas no reaccionen negativamente. De todos modos, y por más buena voluntad que pongan, la recuperación será más lenta de lo que algunos sueñan.