Cepada, escuela de vida

Cepada, escuela de vida

Decir Cepada es hablar de escuela y evocar la “Avelino Maure” del Barrio Bancario en cuyos patios aprendimos mucho más que a jugar al “voley”.

En aquellos tiempos de la década del 70, el patio de atrás era de tierra y allí “se empezaba”. Mientras golpeábamos de arriba y abajo la pelota, incansables veces contra la pared en forma alternada y consecutiva, aprendíamos el valor de la constancia, el esfuerzo y la convicción. Solos con una pelota frente a la pared y una meta a alcanzar: el otro patio.

¡El otro patio era de baldosas y allí se jugaban partidos!!! Claro…también había etapas… dos canchas embaldosadas, pero … una sola techada. En la cancha al aire libre, aprendimos la importancia del equipo, del esfuerzo compartido, del orgullo de ponerse la camiseta y presentarse a jugar “haciendo el hurra”, única institución que por años iniciaba la contienda saludando al adversario.

En aquel patio pasamos los años de nuestra infancia aprendiendo a ser responsables, a enfrentar los desafíos de cada día con convicción y a entender jugando con amigos todo tenía sentido a compartido. Celebramos muchos campeonatos en categoría infantil y cadetes, pero nunca fue el único objetivo y eso nos hizo ser niños felices.

La adolescencia nos llevó a otras escuelas como institución … pero Cepada seguía siendo nuestra escuela de vida. Y allí conforme a la edad y el nivel llegamos a la cancha techada… todo lo aprendido en los años anteriores eran la base donde seguíamos, a través del vóleibol, moldeando el carácter, la personalidad y proyectando nuestros sueños.

Pero esta tarea no se hizo sola. Tuvimos en los adultos responsables el mejor ejemplo. Nuestras mamás y papás acompañaron con aliento y alegría nuestros encuentros deportivos reforzando el mensaje de que lo importante era “compartir”.

Fueron los principales “hinchas” desde la tribuna y depositaron con confianza sus mejores tesoros en manos del Profe de Educación Física Ricardo Soloa.

El profesor Soloa fue el artífice de generar en los patios de la Avelino Maure una escuela de vida: allí aprendimos del compromiso, de la responsabilidad y la alegría… sin más herramientas que el vóleibol.

Y es entonces cuando más comparto las ideas de Cassignol (profesor francés) que sostiene que el vóleibol tiene algo de magia… porque el juego se desenvuelve siempre entre amigos, la pelota no debe mancharse de lo terrenal tocando el suelo y obliga a quienes lo juegan a mirar siempre hacia arriba.

Han transcurrido muchos años de aquellas experiencias, pero sigo convencida que los que pasamos por la escuela de Cepada aprendimos con el vóleibol a ser verdaderos jugadores de la vida.

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