La problemática tomó protagonismo -en forma de polémica- la última semana, luego de que el ministro de Salud, Matías Roby, disparara con munición gruesa contra los médicos y profesionales del centro de salud 39 de Ugarteche (y por elevación contra otros trabajadores del sistema público) a quienes visitó de sorpresa y trató incluso de “vagos e inútiles”. Sin embargo, las dificultades en los centros de salud no empiezan ni terminan con la visita de un ministro, como lo comprobó Los Andes en una recorrida por algunos de estos efectores ubicados en zonas periféricas pero populosas del Gran Mendoza.
Más allá de la repartición de culpas y el fuego cruzado mediático (ver aparte), lo cierto es que -según se pudo verificar- tanto las condiciones de personal como las edilicias no son precisamente las mejores en la mayoría de los casos y en muchos de ellos la gente ya se ha acostumbrado a tener que esperar eternamente por un turno o atención. “Nosotros no vamos a Ugarteche un solo día y con toda la seguridad a nuestra disposición como fue el ministro. Lo invitamos a que venga acá todos los días, como venimos nosotros o como viene una persona a atenderse”, sintetizó una de las profesionales del centro de salud 18 de El Plumerillo (Las Heras).
“Para poder cambiar esta realidad de los centros de salud hay dos cosas fundamentales. La primera es seguir modernizando para hacer más eficiente la atención. Y la otra, lamentablemente, es seguir controlando. Estamos descontándole a 214 de los 545 profesionales (39%) y a 126 de los 824 no profesionales (15%) que tenemos en planta por incumplimiento en sus tareas, ya sea tardanzas, que se retiran antes o que directamente ni van a trabajar. En total son $ 448.501 lo que se está descontando”, indicó Roby, para quien “lamentablemente hay que apretar de esta forma a los que no cumplen”.
Buenas y malas
En Las Heras hay dos centros de salud que, según acusan sus propios empleados -y algunos pacientes-, no están en las mejores condiciones y, pese a esto, los profesionales y no profesionales dicen cumplir de forma intachable con sus trabajos.
“Acá todos cumplimos. Tenemos un reloj en el que marcamos todos los días, no hay forma de que entremos o nos vayamos sin marcar. Claro que no nos da ni siquiera un comprobante, por lo que no tenemos forma de saber cuántas horas nos figuran y si se nos descuenta algo. Al no tener ningún registro de lo que marca el reloj, los descuentos se hacen de forma caprichosa”, resaltó una de las trabajadores del centro de salud 18, quien aclaró que en el lugar las enfermeras se quedan hasta las 20 y nadie se va antes de tiempo.
“Los médicos también cumplen las horas de prestación. No descartamos que haya trabajadores que lo hacen en algunos, pero no somos todos iguales. Que el ministro haya hecho todo el circo del otro día (por la visita a Ugarteche) es puro circo”, se quejaron las trabajadoras del lugar. Asimismo, resaltaron que en los últimos días -sin justificativo- se les han descontado hasta $ 2.000 a profesionales que han cumplido con sus funciones.
En cuanto a las características edilicias del lugar, también pidieron al gobierno que se tomen cartas en el asunto. “Es un centro relativamente nuevo, fue inaugurado en 2010. Tiene calefacción y aire acondicionado, pero son cosas que pagamos los propios trabajadores por medio del programa nacional Sumar. Sin embargo, hay un baño de damas que está clausurado y tenemos fallas permanentes en las cloacas o pérdidas de gas en el gabinete. En todas las paredes se están cayendo los azulejos”, agregaron, mostrando cómo en algunos sitios de la enfermería directamente se han resignado y los han pegado con cinta adhesiva.
“La seguridad es otro tema acá también. Hace un tiempo un paciente golpeó a un médico porque era hincha de otro equipo de fútbol. Constantemente recibimos amenazas con armas blancas y de fuego. Y nadie escucha nuestros reclamos”, sentenciaron.
Los pacientes que se atienden en el lugar -consultados por Los Andes- no tuvieron demasiados reparos ni críticas a la hora de evaluar la atención. “Siempre que he venido he encontrado turnos y me han atendido bien, no me puedo quejar de nada”, destacó Julieta Guzmán. “Es buenísimo éste (por el 18). He ido a otros centros de salud y he tenido que esperar por turnos o por los médicos. Pero acá no me pasan esas cosas. Nunca hemos tenido problemas”, destacó por su parte Marisol, otra paciente.
Unos kilómetros más al norte, en la zona del barrio Cinco Mil Lotes, está el centro de salud 226 San Miguel. Funciona en una antigua casa que, de acuerdo a las palabras de vecinos y de quienes allí trabajan, “se está viniendo abajo”.
“Acá todos trabajamos y cumplimos con nuestra tarea, al menos como podemos. Las paredes están todas descascaradas y el frío en invierno es insoportable. No tenemos estufas y no podemos enchufar más de dos caloventores porque salta la térmica”, destacaron sus trabajadores.
Las paredes que no están agujereadas o con hongos por la humedad, son de cartón. “Estamos respirando hongos y humedad todo el día. El consultorio ginecológico está en un lugar antihigiénico y acá ya no se hacen PAP, se derivan a otros centros. No puede haber un consultorio ginecológico y uno odontológico en estas condiciones. Todos los años tenemos problemas de cloacas y cuando hacemos un reclamo, nos dicen ‘mañana lo vamos a ver’. Y nunca vienen. El día que haya un terremoto, nos morimos todos”, expresaron con preocupación.
Además, también se quejaron por la inseguridad en el lugar. “Nos han amenazado por adelantar un turno 15 minutos, a ese extremo hemos llegado”, afirmaron.
En el barrio La Estanzuela (Godoy Cruz) la situación es similar. Al menos así lo destaca la pediatra Ana Helning, quien además es delegada de Ampros (justamente el gremio con quien más cruces ha tenido el ministro Roby). “En La Estanzuela no hay medicaciones cardiológicas y los anticonceptivos no llegan hace más de tres meses. El personal se retira y no lo reemplazan”, indicó la profesional, quien resaltó que ante la falta de medicamentos no tienen otra que “manejarse” con las muestras de los visitadores médicos.
“Por día atendemos al menos 16 pacientes en La Estanzuela. En Los Glaciares (centro de salud 4) desde marzo hasta ahora yo llevo una media de 680 pacientes atendidos por mes y la otra pediatra que trabaja conmigo, 602. Y no siempre toma sólo cinco minutos la atención de cada paciente, como nos piden. Los que trabajamos en atención primaria sabemos que lo primero que tenemos que tener es vocación. Es un trabajo que se hace a pulmón y a veces nos encontramos con directores o personal que ponen a dedo y no está preparados”, destacó Helning.
“Indigna un poco que el ministro nos ponga a todos dentro de la misma bolsa. No digo que seamos todos santos, siempre hay algunos que no cumplen. Pero, por desgracia, siempre son ellos los que trascienden”, sentenció.