Rosario Central dio una lección de amor propio y coraje frente a un Boca apático y lejos del nivel de otras noches. El once de Paolo Montero supo cómo reducir a la mínima expresión el potencial ofensivo de los de Guillermo Barros Schelotto y se llevó un triunfo que lo pone en cuartos de final de esta Copa Argentina.
Los primeros minutos plantearon opciones bien diferentes. Desde el lado rosarino la intención era jugar con mucho vértigo y tratando de ser lo más vertical posible. Del otro lado, como respuesta a esa intención canalla, Boca decidió hacerse amigo del balón, llevándolo de lado a lado del campo y con mucha participación de Cardona en el circuito de creación.
Además, ya una marca registrada de este equipo de Barros Schelotto, la presión alta, con Pavón y Benedetto como abanderados, fue notoria en ese comienzo y provocó un par de malas decisiones de parte del conjunto de Montero. Se jugaba lejos de Sara y el Xeneize estaba cómodo con ese escenario.
Desde el mismo inicio, los fantasmas de la polémica final de 2015 sobrevolaron el Malvinas. Cuando el duelo pisaba los 17’, llegó la jugada más protestada de la noche. Pérez le puso las manos a un remate de Romero desde la medialuna del área grande y explotaron los jugadores rosarinos. El juez Rapallini hizo caso omiso a una acción que perjudicó a los de Montero. Pasados los 20’, el juego se equilibró desde la posición de Romero y Colman, que empezó a tener más contacto con el balón. Las constantes subidas de Ferrari y Parot obligaron a Boca a retroceder, apostando a las salidas veloces de contragolpe. En ese equilibrar de partido, el Canalla encontró la apertura del marcador cuando Martínez dio forma a un gran centro de Gil desde la izquierda. Durmió todo Boca y Rosario Central se puso en ventaja.
Recién sobre el cuarto de hora final reaccionó el conjunto de los mellizos. Con más movilidad, algunas intervenciones de Benedetto y Pavón, Boca encontró espacios para lastimar a su rival, aunque no tuvo precisión en sus definidores y cerró la etapa 0-1.
Con los mismos once por bando en el inicio del capítulo final, no varió demasiado lo jugado. Boca intentaba sostener el control del juego desde la tenencia, mientras que Rosario Central lo hacía desde la explotación de los espacios que dejaba su rival, que mostró escasa lucidez en este tramo inicial del complemento.
El juego asociado que tantos elogios le valió a Boca en las últimas semanas esta vez faltó a la cita. El Xeneize era uno cuando llegaba desde su campo con balón dominado y otro cuando debía decidir en los metros finales del campo. Sin precisión, lo más claro fueron sendos remates de Gago y Jara de media distancia. ¿Y Central? Ordenado, con mucha disciplina táctica, sin arriesgar más de la cuenta y decidido a sostener una ventaja que, a esa altura del partido, por estas virtudes mencionadas, merecía.
No hubo milagro para los xeneizes. Boca abusó de su paciencia en la búsqueda de soluciones, falló en un espacio donde no suele hacerlo y terminó pagando cara su falta de voracidad. El pitazo final de Rapallini consumó, tras aquella recordada y polémica, final de 2015, otra pequeña revancha. De ésas que tienen un sabor especial y se disfrutan bastante.