Una pareja que ya supera los 25 años está en un restaurante para festejar los tres años de noviazgo. Las reservas se hicieron a tiempo. Los dos están vestidos para la ocasión y se preparan para una gran noche.
Pero, si hubiera un espectador atento a sus movimientos, notaría que entre los dos falta algo o al menos, que algo está fallando. Es que desde que llegaron no se han dirigido la palabra, ni siquiera se han mirado. Y no es que estén peleados entre sí. Es que están atentos a sus celulares.
Si algo ha traído la tecnología son nuevos hábitos. Ya se ha hablado del stalking (o fisgoneo en las redes sociales) o del grooming (ciberacoso). Ahora aparece una nueva tendencia: el phubbing, es decir, dejar de prestarle atención a la persona con la que compartimos un momento, cualquiera sea éste, por estar mirando el celular.
Para algunos, este fenómeno -que proviene de la unión de dos palabras en inglés phone (teléfono) y snubbing (desaire)- que no conoce de sexo o edad, es realmente molesto, ya que muchas veces es interpretado como una falta de respeto, haciendo peligrar las relaciones cara a cara por privilegiar aquellas que se sostienen en la virtualidad.
En tanto, para otros es parte de la cotidianidad, y por lo tanto no debe ser entendida como una falta de respeto, a la cual debemos acostumbrarnos porque esta tendencia llegó para quedarse.
Actitud molesta
Hay una remanida frase que dice que los teléfonos celulares acercan a los que están distantes y alejan a los que están cerca. Los psicólogos mendocinos comparten esta idea, y exponen su punto de vista.
“Comunicarse de esta manera, sin sentimientos es uno más de los valores que se van retirando”, indica Dina Federman, psicóloga y abogada especializada en relaciones tóxicas.
Según Federman, estar con la pantalla del celular en cualquier ámbito es una elección, pero muchas veces ésta no se realiza de manera consciente y, por otra parte, se justifica a través de la despersonalización. “Es una actitud que se justifica porque supuestamente está permitido socialmente, como en su momento fue el cigarrillo en espacios cerrados”.
Con el término despersonalización, la especialista se refiere a que si una persona está todo el tiempo atendiendo al celular, posteando o tuiteando, es porque esto la hace sentir importante. De no hacerlo, pierde importancia como persona y al mismo tiempo, pierde importancia el otro y se termina incurriendo en la falta de respeto.
“Creo que hay un 90 por ciento de posibilidades, siendo optimistas, de que esta actitud se naturalice, lo cual contribuye a hacer más complejas las relaciones entre las personas”, dijo Federman.
El psicólogo social Hugo Fiorens aportó un concepto interesante y vinculó al phubbing con las relaciones de poder. “Desde la experiencia en la coordinación de grandes grupos, el phubbing se da cuando hay asimetría en la relación entre las partes que interactúan, por ejemplo: el jefe puede hacerlo en una reunión de trabajo, pero no el empleado. Sí lo pueden hacer los profesores en el dictado de clases, pero no pueden los alumnos. Sí lo puede hacer en el caso de las familias, aquel que mayor poder tenga en la relación, generalmente los maridos. Cuanto mayor es la asimetría mayor es el abuso”, explicó Fiorens.
Siguiendo con esta idea, el psicólogo indicó que, cuando la relación es asimétrica -o sea cuando el poder es del otro-, el phubbing está permitido, caso contrario existe la posibilidad de protesta, o bien, la posibilidad de no juntarte más con quien lo ejerce por su falta de respeto.
Padres e hijos
La psicóloga especializada en niños Verónica García explicó que, cuando esta situación ocurre entre padres e hijos el mensaje que se les da a los más chicos es el de ausencia. “Es una actitud narcisista que permite llenar esos espacios nulos o vacíos que antes se utilizaban para mirarse a la cara”, explicó García.
La especialista ejemplificó estos casos con una situación cotidiana. En la sala de espera de un consultorio una madre está atenta a su teléfono mientras su hijo dibuja. “Antes, ésta era la oportunidad de hablar de otras cosas, de dialogar o mirarse a los ojos”, indicó.
En la escuela primaria, se les pide a los chicos que presten atención, que se involucren, pero el mensaje que se le da a un chico cuyo padre está más atento al celular que a lo que lo rodea es totalmente inverso.
Así, García explicó que lo primero que los adultos deben pensar es el porqué del consumo de la tecnología de esta manera y plantearse por qué se evita el vínculo con el otro. “Si vos tenés un niño que durante diez años te vio pendiente del teléfono, luego es difícil modificarlo. Por eso, opino que el cambio debe partir, primero, de los padres”, advirtió la psicóloga.
La experta también explicó que además del déficit de atención que se genera, se crea uno emocional, ya que la dependencia del celular puede ser interpretada como una vía de escape.
Testigos directos
En estos casos, lo mejor es tener el testimonio de aquellos que sufren el phubbing. Daniel Palta es profesor de Historia en una secundaria mendocina y reconoció: “Es un problema. No sólo con los mensajes y con WhatsApp, sino con la música. A veces hasta pierden el tiempo filmando cualquier cosa. Otra cosa que me ocurre es que me miran como si estuvieran prestando atención y en realidad están escuchando música y también tengo que retarlos por eso”.
Luciana Sabina, más conocida en la red social del pajarito como Kalípolis, es una asidua tuitera. De todas formas, reconoce que el desaire telefónico es una práctica a la que no hay que acostumbrarse ni acostumbrar al otro: “Aunque no lo creas nunca hice eso. No me gusta, me parece una gran falta de respeto. Tuiteo cuando estudio, estoy viendo tele; pero no cuando estoy con gente, salvo que sea algo urgente”.
La comunicadora Julia Imazio también cuenta que ha estado expuesta a este tipo de situaciones, su principal preocupación es la pérdida de la conexión entre las personas. “He contado cosas importantes para mí y no me han prestado atención, luego me han dicho ¡que no les conté nada! ¡Increíble! Ya estoy acostumbrándome. Pero no está bueno. Siento que estamos desconectados. Se ha perdido el cara a cara”, dijo.