Celebremos un nuevo contrato socio-educativo

Pese a que la Argentina supo poseer niveles de excelencia educativa durante el siglo XX, el contrato que generó tales condiciones ha estallado por los aires. La autora propone las bases de una nueva organización escolar y del sistema de conocimiento para

Celebremos un nuevo contrato socio-educativo

Me preguntaba cómo sería recuperar nuestra calidad educativa y lo primero que surge es lo académico. Creo que eso es lo más simple. Pese a todo, si le preguntamos a un epistemólogo qué deberíamos cambiar, qué dejar. A un especialista en educación cuáles son los ejes a tener en cuenta, será cuestión de algunas reuniones con académicos de las distintas áreas y saldrán hermosos cuadernillos.

Pero me refiero a algo distinto, más complejo, más real, como diría Edgar Morin (Epistemología del pensamiento complejo, Los Saberes necesarios para el Siglo XXI) no hay más una causa para un efecto, todo es complejo, multicausal, sistémico. Y ante esto pregunto ¿Tenemos diagnóstico? Creo que sí: ausentismo pavoroso, 60 faltas promedio en escuelas públicas (de todos los niveles), amonestaciones vs. Puntos ICE (da lo mismo, ninguno tiene consecuencias), igualdad para evitar discriminación, por lo que es lo mismo cumplir en tiempo y forma que no hacerlo, tanto para docentes como para alumnos; aprobación por tiempo, sin intervención del esfuerzo en muchos casos, sino reiteración de lo mismo a través de distintos momentos. 
Más o menos tendríamos con eso el panorama. ¿Y ahora qué?

La pregunta no es retórica, porque si se lo planteáramos a los alumnos (lo he hecho), luego de algunos rodeos, son increíblemente honestos: asumen que los más perjudicados con esta laxitud son ellos, y que si bien batallan para lograr un poco más de "pobrecito yo que no puedo", respetan al profesor que enseña y exige. Perciben en él reciprocidad en el respeto.

Por otra parte intuyen que ésta sería su verdadera "inclusión" pues los incluye, no en una guardería que los contiene en una escuela "mientras crecen" cinco horas diarias por doce años, sino quien los prepara para ingresar a los estudios superiores o al mundo laboral. Y quien no cumpla con las normas que la escuela exige no debe quedar fuera del sistema pero eso no implica que deba seguir dentro del curso a "como dé lugar". Moleste, grite, insulte, agreda a sus compañeros o no deje dar clases. Habrá que tener un sistema paralelo que lo contenga y lo ayude, pero este alumno no permite ejercer a los otros alumnos su derecho a la educación plena.

Acá entra la necesidad de plantear un nuevo y profundo contrato socio-educativo: que incluya a todos y a cada uno de los actores que intervienen, porque este cambio incluye un alumno que entiende que la educación no siempre es "divertida", sí debe ser estimulante. Un profesor que sabe que sus clases deben ser un verdadero desafío para cada chico que pasó varios años sin entender para qué estaba en la escuela. Y que esto es una co-construcción que parte de una mirada, como la describe Rosenthal en el "Efecto Pigmalión", donde el adulto referente confía en las capacidades del alumno y esto funciona como motivador del mismo.

El directivo deberá ser líder de un grupo y la DGE quien baje políticas claras y permita que cada escuela trabaje a partir de ellas. Acá falta un actor fundamental: la familia. Padres que acepten que en la casa el adulto referente es el padre/madre, juntos o separados como pareja. Como padres deben ser unidad. En la escuela el adulto referente es el docente. La articulación de ambos adultos debe ser por fuera del vínculo del alumno. Su alumno y mi hijo son una misma persona. Se charlará, disentirá, llegará a acuerdo, pero lo primordial es el bien del alumno.

Pero después de años en los que el centro ha sido buscar quién tenía la culpa de esta degradación de la educación; cuando habían diagnósticos que concluían siempre con culpables ajenos y responsabilidad en los adultos, y muchos derechos para los niños sin ninguna obligación, este nuevo contrato debería ser con el/la alumno/a como centro, él/ella puede, habrá que ir recuperando hábitos básicos: desde llegar a horario, no usar palabras groseras, hasta estudiar todos los días porque si un adulto llega tarde o falta a su trabajo, lo echan y eso se aprende antes.

¿Cómo hacerlo? La repetición de un acto hace un hábito. La repetición de hábito bueno hace una virtud, la de un hábito malo, un vicio. ¿Suena muy elemental? Lo es, pero las grandes empresas empiezan así. Volvamos a recuperar cosas elementales en lo cotidiano, mientras los especialistas recuperan la calidad educativa, los psicopedagogos hábitos de estudio, los psicólogos de convivencia, y así. Y lo más importante: los papás debemos avisar a los chicos que apoyamos esto que les exigen, porque sabemos que ellos son capaces de hacerlo.

Uno de los pilares de la resiliencia es un adulto referente que tiene sobre el chico expectativas altas pero realistas.

"El ser humano sabe hacer de los obstáculos meros caminos... porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer", decía Ernesto Sábato.

Magister en Psicología Social. Prof. Titular Psicología de la Educación. Prof. Orientación Vocacional-Ocupacional UCA- Prof. Titular Taller Promoción de la Salud y Psicopedagogía. Profesorado de Filosofía. Capacitadora Kairos Consultoría.

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