A ninguno de los veintidos protagonistas le interesó en ningún momento del encuentro trasladar el balón al ras del piso. Ni se les cruzó por la cabeza. Tanto era lo que estaba en juego que la pelota pesaba toneladas y se buscó siempre revolearla y que el problema sea del otro. Entiéndase por ‘problema’ el traslado del balón en pos de la generación de una acción de juego ofensivo. Tirarla a cualquier parte e ir a la carga en busca de forzar un error ajeno.
Es decir, primaba la idea de aprovechar el yerro del adversarios ante que explotar una virtud propia. Los nervios eran protagonistas exclusivos en el Padre Gagliardi. El primer resultado era un partido ordinario. A este desprecio por la pelota se le sumó con el correr de los minutos la pierna fuerte y en algunos pasajes también la mala intención. Ya el combo era explosivo y atentaba contra el buen gusto.
En el complemento, las agujas del reloj intensificaron aún más las pobres características del encuentro: desinterés por el juego asociado, fricción y mala intención (se iba expulsado Martín Flores en la visita por agresión).
En medio de todo eso, un tiro de esquina que llegó desde la izquierda lo peinó Scalabrella en el primer palo, la pelota cayó en el área chica, despeje marrado de la visita y atento Altamirano capturó el ‘regalito’ y ejecutó al arquero. Gol que se gritaba hasta el último aliento, que despejaba todas las dudas. CEC lo supo defender con uñas y dientes y por eso se queda en la categoría.
Dijo adiós a la angustia
Puso punto final a la tensión de tener que jugar con la soga al cuello. La llegada de Pablo Cuello le cambió la cara al Granate y desde entonces sumó hasta salir de la zona roja. Ayer zafó y seguirá una temporada más en la categoría, tras haber padecido innumerables vicisitudes durante las últimas semanas.
Le robaron la indumentaria, botines y materiales deportivos el pasado jueves y se repuso a tiempo. Sorprendió a Del Bono antes del minuto de juego y Tobar se hizo gigante (como la noche del ascenso en Río Cuarto) para tapar todo. El desahogo llegó con el pitazo final. Bien merecido lo tiene.
