Ángel María Villar convivía con el escándalo. Lo suyo fue ejercer el poder de la forma en que le enseñó su admirado Julio Humberto Grondona: sin dejarlo jamás ni compartirlo con nadie, salvo con la familia. Lleva 29 años al frente de la Real Federación Española (RFEF), sobrevivió no sin heridas el huracán del FIFAgate que arrasó a muchos de sus viejos camaradas, sostuvo su influencia en la UEFA -es vicepresidente- y les plantó cara a enemigos temibles, desde el gobierno de España hasta los clubes que forman la Liga Profesional.
Ayer, a los 67 años, Villar descubrió que a veces no es cierto aquello de que todo pasa cuando una delegación de la Guardia Civil lo detuvo bajo la acusación de haberse enriquecido con dinero de la federación y de comprar votos de dirigentes para eternizarse en el cargo. Junto a él cayó su hijo Gorka, un abogado y lobbista de 44 años que hasta el año pasado se desempeñó como director general de la Conmebol. Poco antes de morir, Grondona lo había encumbrado a ese cargo. Tuvo que irse en medio de denuncias de extorsiones y estafas para quedarse con negocios vinculados al deporte.
El derrumbe del clan Villar conmociona a España y amenaza con dejar al desnudo un gigantesco entramado de corrupción en el fútbol de selecciones. Ya hay al menos cuatro detenidos en la operación. El juez Santiago Pedraz, de la Audiencia Nacional, investiga supuestos delitos de corrupción entre particulares, falsedad, administración desleal, apropiación indebida y alzamiento de bienes, según informó la Guardia Civil.
En 2015 el FIFAgate puso la mira en Villar y su hijo. Ambos están vinculados, como otros dirigentes del mundo, en comprar voluntades para los mundiales de Rusia y Catar.
Los investigadores tienen elementos para sospechar que el presidente de la RFEF cobraba comisiones ilegales por la celebración de partidos amistosos de España, sobre todo después del título mundial de 2010, que subió su cachet por las nubes. La operatoria sería la siguiente, según funcionarios judiciales al tanto de la causa: se pactaban los encuentros con los presidentes de otras federaciones, éstas pagaban falsos servicios de asesoramiento a la empresa Sports and Advisers, propiedad de Gorka Villar, y luego se repartían el dinero. Según las fuentes, uno de los partidos en la mira es el que la 'Furia Roja' disputó en Buenos Aires el 7 de setiembre de 2010 para estrenar su condición de campeón del mundo. Grondona y Villar vieron juntos el triunfo 4-1 de la Argentina desde el palco presidencial del estadio de River. Poco después Gorka Villar empezó a trabajar para la Conmebol en calidad de asesor.
La mano de Grondona estuvo detrás de esa designación y de sus ascensos posteriores, sin precedente para un europeo. Es más, Don Julio y Ángel María Villar eran aliados en la FIFA -sostenes del caído en desgracia Joseph Blatter-, declaraban a menudo su admiración mutua y aparecieron asociados a negocios de dudosa transparencia. Los dos cedieron durante años la gestión de los derechos de imagen de sus respectivas selecciones a la empresa Santa Mónica Sports. Las actividades de ese grupo, que quebró en 2015 y dejó una deuda de 20 millones de euros con la RFEF, forman parte de la causa por la que fue detenido Villar. Cuando murió Grondona, en julio de 2014, el dirigente español no dudó en tomarse un avión a Buenos Aires.