El kirchnerismo, sobre todo el cristinismo, el peronismo, parte del radicalismo y las izquierdas sostienen que nuestra decadencia actual es imputable al neoliberalismo, que gobernó nuestro país antes y después de Perón.
En mi trabajo "La única verdad es la realidad" (Los Andes 8/3/2018), sostuve que en los 69 años transcurridos entre 1946 y 2015 tuvimos 36 y ½ de peronismo, 17 de militares y 15 y ½ de radicales, que nos dejaron el desastre de país que recibimos en 2015. Los militares no volverán a gobernar.
Pero ni los peronistas ni los radicales hicieron jamás sus autocríticas y debemos presumir por tanto que carecen de conciencia grupal de culpa alguna. Y es una verdad de Perogrullo que ellos tuvieron que ser la causa del desastre actual, no el liberalismo que no gobernó.
La afirmación de las organizaciones mencionadas es falsa y malintencionada. El peronismo ha sido siempre estatista y de hecho ha bregado por un Estado fuerte y en ocasiones, totalitario. No hay duda de que los militares en el gobierno han sido estatistas, a punto tal que desde el 76 al 83 se los identificó como una dictadura. El radicalismo tiende al estatismo y prueba de ello es que Alfonsín anotó a dicha expresión política en la internacional socialista, contraria al liberalismo. Merece consideración especial el kirchnerismo porque, dicho por sus voceros y gobernantes, combaten al neoliberalismo, al que consideran como un mal político que hay que eliminar por todos los medios. Su actividad ahora, con Cristina al frente, es destructiva y destituyente con el gobierno de Macri, cuanto peor mejor, anhelando que vuelva el club del helicóptero porque piensan que si así sucede, la nueva asunción de Cristina a la Presidencia será inminente.
Y así seguimos dando tumbos. Macri no es estatista ni neoliberal. Solo intenta salir del desquicio que dejó Cristina pero no acierta muy bien ni con los medios, ni con los colaboradores, ni con las políticas adecuadas, por lo que incurre en numerosos errores. Aproximadamente la mitad del pueblo es estatista y populista. El Estado es el becerro de oro al que le rinde un culto que nos ha llevado a este desastre. El país nunca será normal mientras no se desprenda definitivamente del liderazgo de los caudillos mesiánicos y demagógicos.
Los grandes cambios que quiere hacer Macri para transformar nuestra realidad estatista y populista serán muy difíciles de lograr porque las medidas han sido correctas pero no oportunas y porque los "mejores" equipos no han sido tales. Las crisis políticas, económicas, cambiarias y monetarias resultan poco fáciles de remontar faltando un año escaso para las elecciones de 2019. El Presidente sigue encerrado en su círculo áulico, que no le permite convocar a los mejores cerebros del país en todas la materias para lograr un acuerdo educativo, político, económico, financiero y cambiario que colaboren para lograr el país que hace más de ochenta años se nos fue de las manos.
El liberalismo, tal como lo concibieron en el siglo XVII John Locke e Immanuel Kant en el XVIII, no se practica ya en ningún lugar del mundo. Los países desarrollados responden a principios más modernos como la iniciativa privada, la libertad individual, los derechos fundamentales protegidos por las constituciones democráticas y republicanas, el libre comercio, la protección racional de las industrias y comercio interno y externo, la educación, la cultura y seguridad de cada nación. El peronismo mantiene en su marcha, el principio "combatir al capital" y este es un anacronismo que no ha superado integralmente. No admite no presidir el gobierno y trata de interferir en todo espacio político que no sea el de su partido. Y para eso se nutre del sindicalismo más duro y de las organizaciones militantes más combativas que no admiten la democracia ni la República.
Y en estos últimos años se ha agregado otro factor de gravedad: las grietas, que no solo nos desunen sino que provocan el odio entre argentinos. La proliferación de la delincuencia, el desprecio por la vida del otro, el matar por robar una cartera, unas zapatillas o una moto, las salideras bancarias impiadosas, los homicidios previas torturas de ancianos en sus casas con métodos aberrantes e irracionales para quedarse con sus humildes jubilaciones o ahorros de toda la vida no dejan de sorprendernos. Todo es cada vez más triste y sombrío. No reconozco esta Argentina por la que sentía orgullo en mi temprana juventud. Los políticos de hoy, más preocupados por hacerse ricos y, algunos, defraudar y robar al Estado que por gobernar honorablemente, han colmado mi paciencia con tentación permanente de votar en blanco.
Y últimamente he sufrido uno de los dolores morales más intensos. La mitad de los diputados y del pueblo se han olvidado o desconocen que alguna vez fueron fetos. Hoy deciden libremente cometer feticidios solo porque sus madres no los abortaron cuando estaban en sus vientres. Los videos de los abortos son atroces. Nadie sabe si los fetos abortados sienten dolor ante el ataque despiadado de quienes los eliminan con curetas o bisturíes. Y los fármacos que tienden a lo mismo recuerdan a los experimentos del médico nazi Josef Mengele, también conocido como "El ángel de la muerte".
Basta de hipocresía. La ley aprobada en Diputados permite el aborto libre para la relación carnal desprovista de amor y también libre con el falso fundamento de que la mujer es propietaria exclusiva de su cuerpo, cuando el feto no forma parte de su humanidad, sino que es una segunda persona. Tiene ADN y dignidad propia desde la concepción en el seno materno, avalado por múltiples fundamentos científicos, biológicos y metafísicos que no puedo desarrollar en este trabajo pero constan en Tratados Internacionales, Código Civil argentino, estudios médicos y dictámenes de numerosos especialistas. Mediante la ley con media sanción, el aborto sustituye al anticonceptivo, total después de la pasión irresponsable se podrá eliminar al feto sin reproche penal alguno. Y al hijo no querido también. Volvemos a la era del ser humano descartable. ¡Qué vergüenza!
Advierto que lo que no logramos hasta ahora los opositores al aborto lo lograrán quizá el Senado o los médicos que en gran número ya están registrándose como objetores de conciencia.
Y lo peor de todo lo que nos pasa es que Argentina ha perdido la estimación de casi todos los valores éticos y el sentido de Nación. Estamos dispersos, todos contra todos. Estas y muchas más son las causas de nuestra decadencia.