Saqueada en numerosas ocasiones, la Catedral de Notre Dame de París, que simboliza el triunfo del arte gótico sobre la barbarie, celebra sus 850 años el 12 de diciembre, 150 años después de haber sido rescatada del naufragio por el arquitecto francés Viollet-le-Duc.
Fue Victor Hugo quien, en su novela "Nuestra Señora de París", publicada en 1831, lanzó un grito de alarma, alertando que la histórica catedral, menospreciada durante largo tiempo, se hallaba en ruinas.
Protagonizada por el Jorobado de Notre Dame, que vive en el campanario de la catedral, entre las gárgolas, el romance está impregnado de la pasión de Victor Hugo por el espléndido edificio gótico, una proeza tecnológica del Medioevo.
La construcción de Notre Dame en la Île de la Cité, una pequeña isla en el centro de París, rodeada por las aguas del Sena, llevó 180 años: desde 1163, cuando se empezó a construir en el sitio de una catedral románica, hasta 1345.
A mediados del siglo XII, esa catedral románica era demasiado pequeña para la población de París, cuyo crecimiento se había disparado.
Surgió entonces el proyecto de construir una inmensa catedral, de 135 metros de largo y 40 metros de alto, que fuera un testimonio de la prosperidad relativa del momento, cuando las hambrunas y epidemias se habían reducido.
La tentación de perforar, para ganar luminosidad, los espesos muros de la arquitectura románica -únicos capaces hasta entonces de resistir la presión de las bóvedas emparejadas-, parecía en ese tiempo una locura.
Había que atreverse a construir más alto, a canalizar la carga de las bóvedas en ojivas sobre arcos arbotantes, a perforar las paredes con inmensos vitrales en forma de rosetas que difundirían la luz del día en un despliegue de colores.
En momentos en que un 99% de la población era analfabeta, la catedral era un "catecismo de piedra", subrayó Christian Citeau, guía de la asociación Casa, que señaló que por eso se construyó una explanada, un espacio de transición entre el mundo de los hombres y de Dios, "donde se podía llenar la fachada de mensajes" religiosos.
En estos ocho siglos, la Catedral dedicada a la Virgen María ha sido restaurada en varias ocasiones.
Importantes modificaciones hicieron evolucionar la catedral del estilo gótico primitivo al gótico superior, con la construcción de terrazas que reemplazaron los techos inclinados, mientras que la parte superior de los arcos fue reformada para permitir la evacuación de las aguas de lluvia.
En el Renacimiento, Notre Dame perduró en medio de un desinterés general por las catedrales llamadas "góticas", un término despectivo que designa un estilo "godo", es decir, de "salvajes".
Desde Francisco I hasta Napoleón, los soberanos alejaron la catedral de su estilo original, camuflando sus pilares y multiplicando las estatuas barrocas, sin prestar atención a la armonía del estilo.
Los reyes celebraban allí los grandes acontecimientos, hasta el siglo XIII, que fue un siglo negro para la catedral. Los jefes religiosos, estimando que los coloridos vitrales "comían la luz", reemplazaron muchos de ellos con cristales blancos. Por suerte sobrevivieron las rosetas.
Luego, con la Revolución, la catedral fue cerrada, nacionalizada, profanada, despojada metódicamente. Sus tesoros fueron robados, y el edificio fue usado para almacenar alimentos.
Notre Dame fue retocada para celebrar el Concordato entre Francia y la Santa Sede, en 1801, y para la coronación de Napoleón Bonaparte, en 1804. Pero en 1831 volvió a ser saqueada, y se quebraron sus vitrales.
En la época romántica, que enaltecía la expresión artística de otras épocas, Notre Dame es vista con nuevo interés. Fue entonces cuando Víctor Hugo despertó las conciencias con su novela "Notre-Dame de Paris".
La resurrección del edificio se inició en 1844, guiada por el arquitecto francés Eugène Viollet-le-Duc. La restauración, que respetó materiales, estilos y épocas, se extendió durante 23 años. En 1991 se procedió a otra restauración de esta Catedral, que sigue ejerciendo fascinación sobre todos los que se acercan a ella.