Gonzalo, de 17 años, sale de su casa para el colegio escuchando música en su reproductor durante 40 minutos. En el colegio la mañana transcurre entre gritos, alto volumen de diálogo, el timbre, alarmas que se disparan en la calle, alguna ambulancia que pasa a alta velocidad. Al salir, vuelve a ponerle ritmo al regreso con sus auriculares.
Por la tarde, aprovecha para ver una película en la computadora y para escuchar bien también los usa. Por la noche va a un recital de su artista preferido, que dura un par de horas. En toda esta rutina, sus oídos han sido un invitado inevitable. Sin embargo, pasan factura y esto es algo que están observando los especialistas en los consultorios. La preocupación es tal que ya se habla de discapacidad auditiva entre los jóvenes lo cual ya ha ocasionado dificultades para acceder a un trabajo.
Estudios realizados sobre el tema han alertado sobre el aumento de la hipoacusia entre los más jóvenes con lesiones que son irreversibles. Si bien comienzan con manifestaciones leves como un zumbido, la continuidad de la exposición agrava el cuadro.
Esto pudo constatarlo un estudio realizado en Buenos Aires a cargo de la otorrinolaringóloga Graciela González Franco, miembro de la comisión directiva de la Asociación Argentina de Otorrino y Fonoaudiología pediátrica. Se indagó la situación de adolescentes de entre 14 y 17 años y las sorprendentes conclusiones fueron que 16% de los chicos sienten un zumbido al acostarse, lo cual delata un daño auditivo, un sonido que no escuchan durante el día tapado por el ambiente.
"Esto ocurre por la contaminación urbana, como alarmas, bocinazos, sirenas, colectivos u otros y personal, que es la directa ocasionada por auriculares, música ambiente muy fuerte en eventos y boliches", detalló la doctora. Agregó que han notado un aumento de 20 por ciento en las consultas de jóvenes y adultos con zumbidos y pérdida de audición y destacó que Mendoza es una ciudad bastante contaminada a nivel sonido.
En un documento señala que "existe un incremento de 31% en la discapacidad auditiva al comparar los adolescentes de 12 a 19 años de la década de 2000 en relación a un grupo de niños de la misma edad en la década de los 90".
La licenciada en Fonoaudiología mendocina Patricia Puga, quien se desempeña en el servicio de OSEP ha notado la misma tendencia, "un aumento en la hipoacusia en jóvenes desde que comenzó el boom de la tecnología, antes eran muchos menos casos porque no tenían mucho con qué lesionarse".
Al respecto, González dijo que "desde hace 20 años comenzó a consumirse con más volumen y los aparatos vienen con más capacidad".
La Organización Mundial de la Salud (OMS) la considera una de las enfermedades irreversibles más frecuentes en jóvenes y afirma que 76% de la población que vive en centros urbanos, sufre un impacto acústico muy superior al recomendable.
Esto se refleja en su calidad de vida y provoca estrés, irritabilidad, hipertensión, dolores de cabeza, taquicardias, fatiga, sordera, acúfenos (zumbidos permanentes), disminución en la capacidad de discriminación, aceleración cardio-respiratoria , problemas cardiovasculares, alteración en el sueño, molestias digestivas, disminución de la capacidad y apetito sexual, y también ha aumentado en forma alarmante el incremento de accidentes ( por caminar, manejar, cruzar la calle, el paso a nivel con auriculares). La consecuencia extrema es la pérdida de la audición o hipoacusia, un daño que no puede revertirse con mendicación ni cirugía.
En tanto, la Unión Europea emitió una advertencia que señala que en el año 2020, una de cada diez personas de 30 años de edad necesitará audífonos por haber escuchado música a altas intensidades con reproductores. Según el organismo sanitario internacional, el máximo aceptable de exposición ambiental sin causar lesión es de 55 decibeles (db) con picos de 70, pero en la ciudad es de 70 u 80 con picos de hasta 110.
La doctora señaló que "el promedio en un concierto o evento con música es de 112 o 113 db con picos de hasta 119, con 120 es lo mismo que si te despegara un avión dentro del oído".
En el abordaje realizado entre adolescentes se concluyó que 75% concurre a conciertos y a 85% el volumen del sonido le parece agradable. "Esto tiene que ver con que ya se han acostumbrado, no les molesta y eso explica por qué 82% asegura que si les dieran tapones para protegerse no se los pondrían", dijo la profesional.
Según una tabla de la Unión Europea, a 111 db no debería darse una exposición mayor a 3 minutos 45 segundos. Además, hay que tener en cuenta que actualmente los reproductores de música traen un máximo 120 db. Aunque suelen encenderse automáticamente a 60 por ciento de su capacidad, 58% contestó que suele aumentarles, mientras que 59% los usa por más de tres horas.
Como consecuencia de estas conductas, el oído puede verse tan afectado que puede ser causal para no acceder a un trabajo.