La dicotomía con que arrancó el 14 de agosto el juicio contra Julieta Silva por matar a Genaro Fortunato sigue latente. El caso es como un rompecabezas que está a medio armar. Quién y cómo mató al rugbier no está en duda. Determinar si fue un crimen violento por acción u omisión o un accidente trágico es la parte del rompecabezas que está sin terminar.
En la previa estaba previsto que declararan ante los jueces Rodolfo Luque, Julio Bittar y María Eugenia Laigle 55 testigos. 17 fueron exentos de concurrir a la sala de audiencias del palacio judicial en San Rafael, pero incorporaron a la causa sus dichos iniciales o los informes periciales que efectuaron durante la etapa de investigación.
De los 38 que sí prestaron declaración hubo amigos de ambos, familiares de la víctima, expertos y también desconocidos que estuvieron la noche del 9 de setiembre de 2017 en Mona Bar y circunstancialmente escucharon o vieron algo.
De ese cúmulo de versiones que recogieron las partes a lo largo de seis días de audiencias, repartidos en dos semanas, cada una llevó agua para su molino.
Resultó una misión imposible intentar explicar cómo se puede confundir con un pozo a un cuerpo humano, pasarle por arriba y arrastrarlo tres metros. Y fue el primer aspecto del que se valieron la fiscalía y la querella para atacar a Silva. Las condiciones climáticas (lluvia o llovizna) y la graduación alcohólica de la imputada también fueron expuestos y le permitieron a la defensa apuntalar su estrategia.
Hasta de los problemas de visión que padece Julieta (astigmatismo) ambas partes sacaron rédito.
Durante el testimonio del oftalmólogo Fernando Fuentes, el abogado defensor, Alejandro Cazabán, un término que hace referencia a una dolencia –la nictalopía– y eso no fue una mera casualidad. Además dijo que el astigmatismo de Silva es considerado "alto".
En tanto, el fiscal Fernando Guzzo también consiguió del oftalmólogo respuestas que le vinieron como anillo al dedo. Fuentes afirmó que Silva tiene un campo visual sin sectores ciegos. Además explicó que, en su caso en particular, la deformación visual que padece es en el plano vertical, no así en el horizontal.
La fiscalía y Tíndaro Fernández, abogado de la familia Fortunato, plantearon el acostumbramiento de Silva para manejarse sin anteojos, incluso para conducir. No por obra del azar en reiteradas oportunidades buscaron adentrarse en las actividades deportivas de Silva (practicaba hockey) y recibir respuestas que permiten inferir que era común que se entrenara o disputara partidos con normalidad, y generalmente en horario nocturno, sin depender de las gafas.
Ingesta de alcohol
El jefe del Cuerpo Médico Forense, Mariano Cuaranta, fue consultado por la influencia que pudo haber tenido en Silva la ingesta de alcohol.
Lo primero que aclaró es que depende en gran medida de la tolerancia de cada ser humano y acotó que "puede haber un detrimento en la visibilidad". Habló de "visión en tubo", porque disminuye hacia los costados. También afirmó que afecta los reflejos y eso impacta en "los tiempos de reacción" como, por ejemplo, frenar.
Sin embargo, también dijo que la imputada podría encontrarse en una etapa de euforia, rozando la temeridad (al explicar los estados de una persona según la concentración alcohólica) y no descartó que tuviera "los frenos inhibitorios disminuidos".
Los amigos la salvan, los desconocidos la condenan
Entre los detalles que ofreció Silva al momento de prestar declaración en la apertura del debate, describió a Genaro como alterado y dispuesto a pelear por cualquier nimiedad. Estaba "raro, sacado", dijo. Ese aspecto fue corroborado por los amigos o conocidos de ambos. Y pintaron al rugbier como extremadamente celoso.
En cambio, los desconocidos que estuvieron en el boliche atestiguaron lo opuesto: la enojada era Silva y Genaro trataba de aplacar los ánimos.
Un punto oscuro
Los policías que acudieron a la escena fueron consultados por los datos que aportó Silva sobre la víctima. Dijo a cuentagotas quién era la persona que yacía muerta sobre el asfalto y no aclaró que se trataba de su novio o al menos de con quien había salido.
La relación y la agravante
A lo largo del debate, a nadie se le escapó que la imputada y la víctima tenían una relación amorosa que, al decir de Silva y del resto de los amigos, comenzó unos tres meses antes.
Narraron los viajes juntos a San Luis y en particular a la casa de una tía de Genaro en Mendoza, donde el joven la presentó como su novia; las cenas con amigos en las que se mostraban afectuosos; la última noche que estuvieron juntos en Mona Bar, a los besos y abrazos.
Además de que Genaro buscara pelea porque un conocido, Martín Maure, hubiera mirado por demás a Julieta. Detalles que ofrecieron los testigos, la mayoría amigos, dan crédito a que no era una relación casual o pasajera.
Los 6.000 WhatsApp de los que extrajeron decenas de mensajes en los que se profesaban un amor incondicional, con diálogos sobre casamiento, tener hijos y desarrollar un proyecto de vida juntos, reafirman esa posición.
Ante esto el fiscal Fernando Guzzo dio un giro brusco en su estrategia y le solicitó al tribunal el cambio de calificación para poder acusar a Julieta Silva de homicidio agravado por el vínculo, un delito que se castiga con reclusión perpetua.
Es la misma imputación con que inició la investigación y luego fue rebajada por la Cámara de Apelaciones a las dos carátulas alternativas: homicidio simple con dolo eventual u homicidio culposo agravado.
La solicitud del Ministerio Público Fiscal dejó a los jueces en una encrucijada y el tribunal pospuso la definición para mañana.