En el mismo andén 2: ahí, donde el tren 3772 se estrelló en febrero de 2012 y dejó 51 muertos, 700 heridos y la evidencia del pésimo estado del sistema ferroviario. En ese mismo andén 2, donde hace poco instalaron los paragolpes nuevos, que ayer volaron y quedaron destrozados.
Ahí, otra vez, el horror revivió el horror. Otra vez, un tren no paró, se estrelló contra el andén y voló ocho metros sobre el hall de la estación. No hubo muertos pero sí pasajeros que quedaron atrapados, heridos y golpeados. Desbordados, intentaron atacar al motorman y le gritaron "asesino". Al menos 99 fueron hospitalizados y anoche quedaban cinco internados.
Este es el tercer choque de trenes en 20 meses en el Sarmiento. Y demuestra que el ramal aún está ajeno a la "revolución" ferroviaria que el ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo, anunció en enero.
Por la tarde le apuntaron al maquinista: Randazzo dijo que entró más rápido de lo que debía a la estación y que los frenos funcionaban. Y luego desde el juzgado de Ariel Lijo, que lleva la causa, se confirmó que el conductor escondió la grabación de las cámaras de seguridad. Está internado, incomunicado y detenido.
El choque ocurrió a las 7.25, en plena hora pico. Igual que en la tragedia de 2012, y también como en la de junio, cuando un tren que iba a Moreno chocó a otro parado a metros de la estación de Castelar.
Entre el primer choque y el de ayer sumaron 54 muertos, más de mil personas que fueron atendidas y hospitalizadas, y otras miles que padecieron esos viajes trágicos y que quedaron atrapadas entre fierros, durante horas. Ayer el operativo duró una hora según contó el director del servicio de emergencia público SAME, Alberto Crescenti.
Hubo apoyo de 80 ambulancias, de bomberos que rescataron a los atrapados, y de un helicóptero sanitario. "El tren ya se había pasado unos metros en Caballito, y tuvo que retroceder para que la gente bajara y subiera del andén. Cuando llegamos a Once iba muy rápido y se estrelló: fue un golpe fuerte, no podíamos salir porque las puertas estaban trabadas, me quedaron golpes y cortes en los pies porque la gente se me cayó encima, era un griterío, todos desesperados. Por suerte los que estaban en el andén nos ayudaron a salir", se quejó Jorge Ramírez.
Según dijo Randazzo, la formación Chapa 5 entró al andén a 22 kilómetros por hora, cuando debía hacerlo a 12. Esa velocidad lo empujó primero contra el muro de cemento, lo hizo arrasar el nuevo sistema hidráulico de paragolpes y terminó sobre el piso, con la cabina destruida, a tres metros de los molinetes de la tarjeta SUBE.
Una imagen increíble para una estación de tren. Sobre la formación, que fue peritada por la Justicia, quedó intacto el cartel que Transporte puso hace poco y que tiene fondo celeste y letras blancas para indicar que ahí es "Once Station".
Así era la postal adentro: los médicos trabajando, derivando heridos, atendiendo golpeados. Afuera el caos empezó a verse. Era bronca pura. Un grupo rompió los vidrios de la baranda de la entrada al subte en el hall. Otro provocó daños en el acceso por Pueyrredón. La Policía cerró la estación y armó un cordón. Y hubo insultos contra todos, más que impotencia, miedo o dolor.
Durante toda la mañana se respiró esa bronca. Y el enojo se replicó en insultos, que fueron contra todos: los escucharon representantes de la Ugoms que maneja el ramal. Los oyó el secretario de Seguridad, Sergio Berni, y su par porteño, Guillermo Montenegro, cuando salieron a hablar. También la ministra de Salud porteña, Graciela Reybaud, cuando leyó el listado de heridos en hospitales.
Randazzo fue el más cuestionado: había usuarios que pedían a los gritos su renuncia. Es que a esa hora el tren se usa para ir a trabajar, va lleno y demorado, y los cambios que prometió para su "revolución ferroviaria" no sólo no se ven, sino que cada vez se viaja peor y sin saber si se llega o no a destino.
En medio de ese panorama se sumó el enojo e incertidumbre de los que pedían información sobre familiares o conocidos que venían en el tren. Un hombre que buscaba a su hijo, una mujer que reclamaba por su hermano. Otra vez, como en los dos accidentes, faltó personal que los contenga.
"La estoy buscando, ella tomó el tren en Merlo y no atiende el celular, hace dos horas y media que chocó el tren y nadie me dice dónde encontrarla; todos los días viajamos así, no sé qué están esperando para cambiar las cosas, que mueran todos los pasajeros", se quejó, desesperado, Rubén Coria. Buscaba a Margarita, su mujer.
En el ambiente, en el andén 2, en la estación Once, había revivido la tragedia.