A pesar de ser un delito que puede ser castigado con hasta 15 años de prisión, según lo establecido en el Código Penal Argentino, la mayoría de los casos de violaciones contra mujeres no sólo no llegan a manos de la Justicia, sino que por diferentes motivos son silenciados e incluso se repiten de manera mucho más habitual de lo que en realidad trasciende. Así, la violencia sexual no ocurre sólo cuando un desconocido intercepta a la víctima por asalto, en un callejón, tal como está instalado en el imaginario colectivo.
De hecho, quienes defienden los derechos de las mujeres afirman que esta vulneración a la integridad sucede de manera habitual y silenciosa, puertas adentro de los hogares o incluso durante una cita previamente acordada entre las partes. Más allá de los diferentes ámbitos en los que se produce la agresión, lo cierto es que los factores que giran en torno de una violación de este tipo son múltiples.
El agresor, que puede ser la propia pareja, un familiar o un conocido, se vale de su fuerza física, pero también apela a una serie de mecanismos de manipulación y sometimiento que por lo general están asociados a otras formas de violencia, como la psicológica y hasta la económica.
En este sentido, desde la Asociación Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumala) advierten que las violaciones enmarcadas en esta problemática son las que justamente no se denuncian. "El abuso tiene que ver con una lógica de sometimiento que muchas veces está naturalizada, inclusive socialmente. Esto deja a la mujer que sufre esta clase de vulneración a sus derechos en una situación de indefensión", explicó Silvina Anfuso desde la mencionada ONG.
Relación de poder
Según datos recientes de la ONU, 80% de las violaciones contra mujeres ocurridas en todo el mundo no se denuncian, en tanto que los niveles de impunidad que mantienen los agresores son alarmantes.
Cuando sucede en el ámbito familiar, la vergüenza, el miedo y la manipulación se conjugan con una serie de situaciones que, en silencio, ponen en juego la identidad de la víctima. Se produce, de hecho, una relación de poder donde el hombre es el que domina.
Anfuso aclaró que justamente, al tratarse de una persona cercana a la víctima la complejidad de cada caso es mayor, porque "muchas veces la mujer piensa que si hace la denuncia esto puede perjudicar más la situación o, por ejemplo, exponer a sus hijos". Esto explica la carencia de datos oficiales al respecto.
La dificultad para que se comprenda la legitimidad del reclamo que expone la víctima de una violación, sumado al dolor y al temor de quedar expuesta en lo más íntimo, son otros aspectos que juegan en contra a la hora de visibilizar el delito y evitar que siga ocurriendo. De allí la importancia de profundizar las políticas tendientes a concientizar y facilitar herramientas de abordaje efectivo para las víctimas, por un lado, y agilizar por otro los mecanismos judiciales para dar con los violadores.
Vilma Jilek, quien preside la Fundación Accionar, que cuenta con un área específica dedicada a contener y orientar a las mujeres que son víctimas de violencia, aseguró que en 80% de los casos que han abordado ellas han terminado manifestando que en algún momento de su vida fueron víctimas de violencia sexual.
Los padres y más tarde los esposos han sido, de hecho, los violadores. "Lo que vemos diariamente es alarmante", alertó Jilek al referirse a la temática y aclaró que casi siempre la violencia sexual está ligada a otras formas de violencia. "Cuando llegan a pedir ayuda es porque hubo un detonante más visible, como la violencia física", expresó la titular de la organización que recibe entre cuatro y cinco casos de mujeres maltratadas cada semana.
Derecho a decir "no"
El límite para comprender cuando un hombre obliga (mediante la fuerza, la manipulación psicológica o la coacción) a una mujer a concretar un acto sexual se da cuando la advertencia de no consentimiento es expresada y visible. "Cuando una mujer dice que no, está en todo su derecho porque se trata de su cuerpo, de su libertad y de su voluntad. Si el hombre no lo respeta e insiste para lograr su cometido, reduciendo a la mujer a un objeto sexual, está incurriendo en una violación", apuntó Laura Chazarreta, de la Asociación Mujeres Cotidianas.
Desde su visión, el factor social no puede dejar de mencionarse al poner el foco en esta realidad. Ella considera que los mendocinos (y los argentinos) vivimos aún en una cultura con patrones marcadamente machistas, que se repiten y reproducen en las familias, pero que también se refuerzan a través de los medios de comunicación, dejando al hombre en una condición superior a la de la mujer.
"En las novelas y en las publicidades es común ver situaciones en que la mujer queda reducida a ser un objeto sexual y no un ser humano. Eso hay que empezar a cambiar", enfatizó Chazarreta.
Circuito de dolor
Historias de sufrimiento que en pocos casos se expresan después de muchos años de padecimiento; secuelas físicas y psicológicas que requieren de un complejo proceso de sanación, son un común denominador en los casos de violaciones (ver aparte).
"Lo primero que se debe hacer es resolver la emergencia, porque la mujer en esta situación puede adquirir una enfermedad de transmisión sexual o quedar embarazada sin desearlo", recordó Jilek y destacó que luego el abordaje debe ser integral, sobre todo desde el punto de vista psicológico, para que la mujer vuelva a adquirir su propia identidad y descubrir estrategias para enriquecerse y proyectarse de manera individual.
"Quienes se encuentren en una situación así nos pueden encontrar en calle San Martín 1035, de Ciudad, quinto piso, departamento 23 o bien llamarnos al 0800-333-4098", indicó Jilek.