osé Torres (53) se levanta temprano en su casa del barrio Buenos Vecinos de Maipú, desayuna y sale a hacer su recorrido diario buscando cartones en supermercados y otros comercios. Su carro y su bicicleta son sus principales herramientas, las que maneja con idoneidad a pesar de su dificultad.
Es que el hombre padece retinosis pigmentaria, una enfermedad ocular de carácter degenerativo que no tiene cura. Así es que desde hace 10 años comenzó a perder progresivamente su visión hasta quedarse casi ciego. “Solamente veo sombras”, cuenta José con cierta resignación. Pero, a pesar de su condición, él es un ejemplo para amigos y vecinos porque lejos de quedarse en su casa a deprimirse, está decidido a dar pelea y llevar una vida lo más normal posible junto a su querida familia.
“Hace 10 años trabajaba en la construcción y me di cuenta que se me empezaron a perder las herramientas por lo que fui al médico y él me descubrió la enfermedad”, comenzó a relatar. A pesar del diagnóstico, él siguió trabajando hasta hace cinco años, cuando se dio cuenta de que no podía más y tramitó una pensión por discapacidad. “Mi vista es como un rollo de fotos que se va haciendo descolorida, de día no puedo descifrar cómo es la gente y de noche no veo nada”, explicó.
Desempleado y en su casa, el maipucino pasaba por una situación difícil. “Yo tengo cuatro hijos y dos todavía estudian, había que mantener la casa, el sueldo de la pensión no alcanzaba y yo estaba todo el día sin hacer nada”, recordó. En ese momento decidió tomar un carro y comenzar a juntar cartones.
“Con que me ayude a comprar la verdura y el pan ya estoy satisfecho, le dije a mi mujer Nélida”, rememoró. A partir de entonces empezó a recorrer ciertos lugares de Maipú donde sabía que se descartaba este material. “Fui de poquito y le empecé a agarrar la mano. Ahora ando por todos lados solo”, aseguró satisfecho.
Para poder andar en bicicleta, José va calculando con las sombras para no chocarse con nada. “Incluso la gente que me conoce me va guiando”, deslizó.
Cuando llega al lugar indicado, se baja para levantar los cartones y se maneja con un bastón. Una vez que tiene el carro lleno se va hasta la calle Rodríguez Peña a vender el material en una chacarita. Diariamente junta entre 80 y 120 kilos de cartón lo que le ayuda para mantener a su familia. “Hace dos años empecé con esto y me va muy bien porque me siento activo y porque puedo comprar las cosas que nos hacen falta”, señaló.
Solidaridad entre vecinos
Los primeros en juntarle cartones son los habitantes de su misma manzana en el barrio: Silvana del minimarket y Carlos del almacén. "La verdad es que lo ayudamos porque es una excelente persona, con una voluntad inmensa y muchas ganas de progresar en la vida", destacó Carlos Díaz, propietario del mercado ubicado al lado al hogar de José.
Para él, su vecino es todo un ejemplo. “Uno a veces se queja de lo poquito que le pasa y él siempre sigue tirando adelante a pesar de su enfermedad, es una persona encantadora y muy sociable”, aseguró el comerciante.
El recorrido del maipucino continúa por una dietética, cafetería, cotillón, heladería, mueblería, bicicletería además de varios supermercados. “Todos son atentos porque es gente que sabe de mi situación y me ayuda de corazón”, contó el cartonero muy agradecido.
Riesgo conocido
Por su disminución visual, el hombre no puede reconocer si en las veredas o en las calles hay desniveles, razón por la cual tiempo atrás sufrió un accidente. "Fue a metros de Rodríguez Peña, donde estaban arreglando una pérdida de agua, me caí con carro y todo, pero por suerte no me pasó nada. Es que yo voy por la vereda y si hay un pozo primero me caigo y después me doy cuenta", expuso desdramatizando la situación.
Hasta su propio doctor le ha desaconsejado la actividad. “Le dijo que no lo tiene que hacer, ni salir a la calle, ni andar en bicicleta”, subrayó su esposa, quien lo apoya de forma incondicional. A pesar de todo, José asegura que conoce el riesgo que corre y que está dispuesto a seguir. “Como le digo a mi familia: ‘Si muero, voy a morir trabajando y no acá adentro’. Pero no es porque no los quiera, sino porque esto me ayuda a vivir; trabajando me siento útil y tengo la sensación de que todavía puedo ver”, cerró.
Contagiar su actitud
Además de trabajar de forma incansable a pesar de su discapacidad, José Torres siempre intenta animar a las personas que están en su situación.
“Me junto con mucha gente que tiene un problema similar y en vez de salir se quedan en su casa y se deprimen. Los animo a que hagan como yo”, relató el hombre.
Una vez recuerda que fue a hablar con una chica discapacitada que se sentía muy angustiada. “Le dije: ‘Yo no puedo ver, pero sí te puedo dar un consejo, aprovechá que tenés tus ojos para ver a tu mamá y a tus hermanos’”, narró. Agradecido por estas palabras, el padre de la niña decidió regalarle un cartel fluorescente para colocar en la parte trasera de su carro que reza “Soy discapacitado, por favor respete mi espacio”.