Corría el año 1814. La revolución de independencia comenzada el 25 de mayo de 1810 estaba jaqueada. Tres frentes de guerra (Montevideo, Alto Perú y Chile) tenían en vilo a las nuevas autoridades de la joven Argentina, que ya entonces estaban divididas en las tendencias centralista y federal.
El panorama latinoamericano era peor: México, Venezuela y Nueva Granada (actuales Colombia y Ecuador) habían fracasado en sus proclamas de independencia y un poderoso ejército español desembarcaba en las costas suramericanas.
José de San Martín llegó al país dos años antes y su actividad había sido intensa. Creó el Regimiento de Granaderos a Caballo, participó en la destitución del Primer Triunvirato y en el apoyo al Segundo. Se casó con la joven Remedios de Escalada, triunfó en el Combate de San Lorenzo y se hizo cargo de la Jefatura del Ejército del Norte en reemplazo de Manuel Belgrano. Todo esto como miembro de la secreta Logia Lautaro, cuyo objetivo era lograr la independencia.
Justamente, en Yatasto, cerca de la frontera con el Alto Perú y en largas charlas con el creador de la Bandera, se dio cuenta que el Plan Continental era irrealizable por el camino del norte. Sería preciso encarar el Perú, el bastión español, desde el Pacífico, por Chile.
Los años felices
Setiembre de 1814. En la Posta del Retamo, San Martín recibe una misiva del Cabildo de Mendoza anunciándole que está muy agradecido de su nombramiento como Gobernador Intendente de Cuyo y que ya había dispuesto el alquiler de una casa para él y su esposa
Mendoza tenía unos 20.000 habitantes y a fines de ese año la población aumentó con emigrados chilenos tras la derrota de la Patria Vieja en Rancagua.
La casa de los San Martín pertenecía a Trinidad Alvarez, soltera, de la clase capitular mendocina, es decir, descendiente de conquistadores. Situada sobre la actual calle Corrientes, estaba a tres cuadras de la Plaza Mayor, pleno centro mendocino. Su hermana María Josefa y su esposo Juan Francisco Delgado ocupaban la casa contigua hacia el noroeste, en la esquina de Corrientes y José Federico Moreno. Como hermanas que eran, sus propiedades estaban comunicadas por los fondos.
Y fue María Josefa quien asistió al parto de Merceditas, con las manos blancas de harina y un pan que no amasó ese día. El premio fue el madrinazgo de la bebé compartido con José Antonio Álvarez Condarco, amigo y confidente del General, que así anunciaba el alumbramiento: "Mendoza. Agosto 31 de 1816. Sepa Ud. que desde anteayer soy padre de una infanta mendocina".
Es casi imposible saber a ciencia cierta la arquitectura de esa casa, no hay descripciones ni de San Martín ni de sus allegados. Pero seguramente habrá respondido a los cánones de la época: zaguán, un despacho que daba a la calle, dos patios y una caballeriza.
Sólo Mitre esboza algunos detalles de su vida cotidiana: "San Martín madrugaba y desayunaba ligeramente. Trabajaba en su despacho toda la mañana. Al medio día, se dirigía a la cocina y elegía dos platos -puchero o asado-, que a veces comía de pie. En verano dormía una siesta sobre un cuero tendido en el corredor de su casa? Después volvía al trabajo? (Mitre T.I).
Habrá sido también una casa grande. Allí Remedios organizó bailes y convites, "se interesó por los pobres de la ciudad y atrajo la simpatía de todos", afirma Ricardo Rojas.
Enero de 1817. Los Álvarez vieron con tristeza el final de los años felices: Remedios, enferma, regresaba a Buenos Aires con la pequeña Mercedes de 5 meses, mientras que su esposo encaraba el desafío más grande: hacer cruzar la cordillera a un Ejército tres veces menor al que aguardaba en Chile, y obtener la victoria. Nunca más regresarían juntos a calle Corrientes.
Búsqueda de la casa de los San Martín
El terremoto de marzo de 1861 se tragó la ciudad. Todo fue escombros y desolación. Por ese entonces, en el solar histórico habitaban la sobrina de Trinidad Álvarez, Juana Chenaut, y su esposo, Edmundo Day. La muerte asoló a la familia, como a tantas. Al lado vivían los Villanueva y luego, a principios del siglo XX, la familia Pais, que generosamente permitió durante años que miles de mendocinos visitaran el lugar y dejaran placas recordatorias en homenaje al Libertador.
En 1923, en una nota publicada en diario Los Andes, Conrado Céspedes rescata el testimonio oral de una anciana, doña Artemisa Corvalán, descendiente directa de Dolores Delgado, que en 1816 vivía con sus padres, Francisco Delgado y María Josefa Álvarez de Delgado, en la actual calle José Federico Moreno, aunque lamentablemente no describe la vivienda, sino que sólo afirma su ubicación.
Pasan los años, en 1940 el director del Archivo Histórico, Simón Semorile, junto con una comisión de personalidades mendocinas (Leonardo Napolitano, Carlos Rusconi y Enrique Gibbs) insisten en declarar el solar de Corrientes entre 329 y 341, de 23 varas de frente por 75 de fondo, como "monumento de la patria, donde deberá erigirse un museo y un templete que custodie la Bandera de los Andes".
Sin embargo, prevaleció otro criterio: el museo sanmartiniano lo levantaron las Damas Pro Gloria en el solar de la Alameda, al lado de la Biblioteca San Martín, aduciendo que ese terreno era perfectamente identificable en los planos.
El gobernador Felipe Llaver, una vez restablecida la democracia, remontó el proyecto de expropiación de Corrientes 343, pero otra vez un terremoto derrumbaba las esperanzas de ver concretado un museo sanmartiniano.
A doscientos años del Bicentenario del inicio de nuestra Independencia, Mendoza, la provincia donde ansiaba vivir y morir don José de San Martin, se merece un sitio histórico digno de su figura, que conmemore su vida, sus ideales de independencia y su obra independentista, y que responda a criterios históricos y patrimoniales propios del siglo XXI.