La que suscribe, inmigrante italiana, hoy abuela con 19 nietos argentinos, llegó a la Argentina en al año 1948, habiendo pasado toda una guerra con hambre, penurias y dolor. Aún recuerdo el odio y la locura humana. Una guerra fratricida entre italianos.
Hoy me pregunto, ¿con qué sentido debe cambiarse la estatua de Colón donada por los inmigrantes italianos hace más de un siglo? Fue un acto de gratitud a esta tierra prometida por el futuro de sus hijos, bastaría recordar el libro "Mi hijo el doctor".
Con el máximo respeto, entiendo su generosidad a la heroína argentina o boliviana Juana Azurduy por su gran mérito. Creo que es bueno saber la historia y hacer ese gran monumento al que Ud. aspira. Pero me pregunto, con tanto espacio que tiene Buenos Aires, ¿justo cambiar una estatua?
Aparte del gran gasto, los muertos valientes ya descansan en paz. Dejémolos tranquilos. Me permito decirle: en cualquier país democrático y civilizado no se permitiría. No sólo por el hecho de la historia sino también por la magnitud de un pasado.
Me siento profundamente lastimada, como tantos otros inmigrantes, por el solo hecho de que fue realizada por un profundo agradecimiento a la Argentina de las primeras inmigraciones, que sufrieron mucho más que nosotros.
Sé que esta carta vale poco y nada, pero la escribo porque callar es consentir. Espero no ofender a nadie… éste es mi pensamiento. Muchas gracias.
María Teresa Corradini de Barbera - CF 229.891 Y otras firmas