Carrió y Gils Carbó

Ambas son abogadas de la misma generación pero son el agua y el aceite, el día y la noche, la República y el populismo, la defensa de la decencia y la defensa de los corruptos.

Carrió y Gils Carbó

Por Alfredo Leuco - Periodista. Gentileza Radio Mitre

Son dos mujeres que representan dos países. Son dos abogadas convertidas en las dos caras de la moneda de la Argentina que pasó y la que viene.

Elisa María Avelina Carrió, más conocida como Lilita, cumplirá 60 años dentro de dos meses y es una bandera de la lucha contra la corrupción y por la consolidación de una república igualitaria. En los últimos tiempos tomó distancia de su vieja relación con Jorge Bergoglio, a quien nunca visitó desde que se convirtió en el papa Francisco. Sigue fiel en su fe cristiana pero su rebeldía natural solo le permite subordinarse ante la inteligencia ética de Hannah Arendt.

Alejandra Magdalena Gils Carbó es de la misma generación. Tiene 58 años y también es divorciada. Es la jefa de operaciones de Justicia Legítima y la encargada de diseñar el plan sistemático de persecución a políticos y periodistas no kirchneristas y del blindaje que busca la impunidad de los funcionarios corruptos del kirchnerismo. Es la que mueve las piezas del ajedrez que el anterior gobierno instaló en el corazón de la Justicia. Fortaleció su relación con el papa Francisco y con su enviado en la tierra Argentina, Gustavo Vera, pero solo se subordina a las órdenes de Cristina Fernández de Kirchner.

Son el agua y el aceite.

Lilita tiene un perfil alto y de sus declaraciones hace un arma política con la que dispara con una potencia capaz de hacer encarcelar a alguien o de bajar hasta el proyecto más consensuado aunque sea de su propia coalición política.

Alejandra se mueve en las sombras y se refugia en el silencio. Mueve los hilos y hace uso y abuso de su poder pero difícilmente hable con el periodismo o haga alguna declaración.

Ambas son estrategas. Lilita diseña los planes para sepultar el modelo ladriprogresista y autoritario de Cristina. Alejandra es la encargada de mantener viva y libre la llama del cristinismo en los tribunales. Ambas intentan hacer justicia a través de la política. El problema es que Lilita cobra para eso, es su tarea, y Alejandra cobra para ser Procuradora, es decir una jefa de los fiscales, independiente, que trate de que se haga justicia sin importar la camiseta partidaria del victimario ni de la víctima.

Una tiene la obligación de ser militante. La otra tiene prohibido funcionar como lo hace, más por conveniencia y fanatismo partidarios que por los hechos objetivos y las sentencias.

Las divide profundamente un hombre llamado José María Campagnoli. Alejandra intentó extirparlo de la Justicia pero fracasó en su intento.

Logró todo lo contrario a su objetivo: lo fortaleció y lo hizo un referente de excelencia profesional y honradez ante sus pares. Lilita sueña con que Campagnoli ocupe el lugar en el que está atornillada hoy Alejandra. Ella fue una de las principales defensoras frente al ataque del gobierno de Cristina y se apoyó en las movilizaciones que bancaron al fiscal de corbata floja, convicciones cristianas y físico potente de rugbier.

Son el día y la noche. La República y el populismo. La defensa de la decencia y la defensa de los corruptos. Es tan profunda la convicción democrática de Lilita que se opuso y dinamitó el acuerdo que estaba a punto de reformar el Ministerio Público Fiscal con el único objetivo de desplazar de su cargo a Gils Carbó. Carrió no puede verla y sabe que es la representante que Cristina dejó en el Poder Judicial. Pero no quiso convalidar un proyecto anticonstitucional y corporativo que cambiaba las leyes a la medida de una personal o de una necesidad.

Carrió no cree que sea correcto hacer kirchnerismo para sacar a una kirchnerista. Puso el grito en el cielo y desató un infierno en Cambiemos. Su sola definición cambió el curso de los acontecimientos. Hoy nació muerto el proyecto de ley que habían consensuado con el peronismo no K y con Massa. Ella se opuso desde un principio y propuso el único mecanismo correcto para destituir a Gils Carbó: el juicio político.

El Gobierno tuvo un comportamiento errático en su desesperación por reemplazar a Gils Carbó. Primero le habló con el corazón: le pidió su renuncia. Y ella le respondió con el pragmatismo y los mató con la indiferencia y la hipocresía de decir que respeta la Constitución pese a que su facción política jamás la respetó. Los populistas que no acataban ni los fallos de la Corte, de golpe, en el llano, se transformaron en republicanos.

No solamente Carrió se opuso al mamarracho con el que se intentaba limitar el poder y el tiempo en el cargo de Gils Carbó. El presidente electo de la Asociación de Fiscales, el prestigioso Carlos Rívolo utilizó una metáfora demoledora: “Es como tirar un misil para matar una cucaracha y después quejarse porque se vino abajo el edificio”.

Cree como la Asociación de Magistrados que hay que desplazar a Gils Carbó pero mediante el juicio político y no cambiando las reglas del juego de la procuración para hacerla menos independiente y más a tiro del poder político.

Es lo mismo que plantea Carrió. Ella fue la redactora del artículo 120 como convencional constituyente. Allí se consagra que la procuradora será independiente, vitalicia, autónoma desde lo funcional y autárquica desde lo financiero. Por eso Lilita ya presentó un pedido de juicio político acompañado por el diputado Mario Negri, entre otros. La acusan de mal desempeño y de haber cometido delitos en el ejercicio de su cargo. Designó fiscales militantes en forma irregular. Hizo maniobras insólitas para beneficiar al oficialismo que se fue y perjudicar al oficialismo actual.

No es fácil para el presidente Macri reemplazar a Gils Carbó. Necesita mayorías calificadas de los dos tercios para investigarla y acusarla en Diputados y para juzgarla y destituirla en Senadores. Por ahora, la cámara alta tiene una fuerte presencia de legisladores camporistas que solo hacen lo que Cristina les ordena. Y Cristina ordena que Gils Carbó resista en su lugar y siga haciendo lo que está haciendo. Es decir malversar y prostituir el ADN de su cargo. Ella es la jefa de los fiscales y se comporta como una líder partidaria.

Elisa Carrió hace política y juega fuerte. Mucho más que el gobierno de Macri que tiene posturas más tibias y que evitan el conflicto. De hecho, los dos únicos jueces kirchneristas y acomodaticios que ya no están son Norberto Oyarbide y Carlos Rozanski, que no fueron destituidos como correspondía. Renunciaron para mantener una jugosa jubilación y eludir el proceso judicial, y el oficialismo les aceptó las renuncias. Lilita los quería echar. Igual que a Gils Carbó. Simbólicamente, son actitudes que tienen otra potencia.

Elisa Carrió pateó el tablero. Alejandra Gils Carbó espera agazapada. Una propone el futuro de la reparación republicana y la otra apuesta al regreso al pasado cesarista. Lilita y Alejandra son dos países distintos. La historia las juzgará, y nos juzgará.

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