En el taller suena un tema de Roberto Carlos de fondo y la música se mezcla con otros sonidos, el de las máquinas y serruchos transformando la madera. Las manos responsables de este arte, uno de los oficios más antiguos del mundo, son las de Juan Carlos Berlanga (71), quien lleva 54 años ejerciendo y amando la profesión de carpintero en la esquina de Bahía Blanca y Ricardo Balbín, de Las Heras.
La realidad del sector fue cambiando con el tiempo, las grandes fábricas coparon la demanda y se hacen productos más económicos y menos duraderos. Pero cuando alguien busca calidad y un verdadero trabajo artesanal aparecen los carpinteros como Berlanga y otros muchos que apuestan a la calidad y al recurso artístico en cada trabajo.
Hoy se celebra el Día de San José, recordando a José de Nazareth que fue, según la religión cristiana, el esposo de María, la madre de Jesús y, por tanto, padre terrenal de Jesús. José era de oficio carpintero, profesión que enseñó a su hijo y de allí el origen de la conmemoración de cada 19 de marzo.
Hace 54 años, Juan Carlos comenzó a trabajar la madera por mandato de su padre, tras dejar el colegio a los 17 años. “En ese tiempo era así, o estudiabas o trabajabas. Y yo siempre había admirado por las cosas tan bonitas que hacía. Así, empecé a amar el oficio, aunque al principio sólo preparaba la cola y ligaba molduras. Me acuerdo que me salía sangre de los dedos.
Después empecé a trabajar la madera y lo que salía mal mi padre lo tiraba y a empezar de nuevo. Fue duro en ese sentido, pero eso me sirvió para que hoy nadie tenga que reclamar un trabajo mal hecho”, asegura el carpintero querido por todos en Las Heras.
Acerca de los cambios en la profesión desde sus comienzos a la actualidad, el carpintero mendocino reconoce que hay menos demanda, por el arribo de las grandes fábricas que utilizan materiales más económicos, pero que todavía quedan clientes que confían en el costado artesanal en el trabajo de los “viejos” carpinteros.
Antes se usaba madera, hoy se trabaja mucho con el aglomerado. Los muebles macizos tienen un costo superior y nosotros nos tuvimos que ir adaptando a los cambios. Pero también hay mucha gente que sigue confiando en el roble, el cedro y el petiribí, materiales con los que se pueden fabricar muebles finos, torneado y con molduras más elegantes”, agregó.
Con el pasar de los años y de la misma manera que Juan Carlos empezó a trabajar la madera, fue Carlos su hijo, quien se constituyó en su mano derecha. “Trabajaba en una fábrica de baldosas, en labores muy pesadas, por eso me lo traje acá conmigo a los 15 años. Hablar con él es lo mismo que hacerlo conmigo y seguramente continuará mi labor cuando yo no pueda”, proyectó Juan Carlos.
Berlanga recuerda aquellos tiempos en los que cada 19 de marzo servía para juntarse con sus colegas. “Hasta el año ‘94, hubo cenas organizadas por las empresas que proveen madera a los carpinteros. Era muy lindo poder reunirse allí o en el Centro con amigos que compartimos esta pasión. Conversábamos de lo que hacíamos en los talleres y hasta aprendíamos unos de otros. Todo eso se perdió hoy, no sólo no nos juntamos, sino que nadie suelta nada acerca del oficio”, contó resignado.
El ruido, ese aroma a madera recién serruchada, las máquinas, el trato con los clientes, todo forma parte del folclore de los carpinteros en su día a día. Y la confesión llega sin titubear. “Si me sacan el taller yo me muero mañana. Y no por la plata, sino porque ahí me entretengo, hablo con los clientes y disfruto de trabajar la madera que es lo más hermoso que hay. Todos los días es un desafío”, concluye Berlanga.