Carmen, primera jefa de un cuartel de bomberos

Desde diciembre está al frente de los voluntarios de Eugenio Bustos. Lo hace a la par de su rol de madre (tiene 4 hijos) y su trabajo en una fábrica.

Carmen, primera jefa de un cuartel de bomberos
Carmen, primera jefa de un cuartel de bomberos

De niña se quemó gravemente la mano. Jugaba a apagar una fogata junto a sus 9 hermanos en la finca donde vivía y no tuvo peor idea que buscar una bolsa de nylon como medio de protección. Entonces, su familia tomó la anécdota como una travesura infantil con final feliz, pero ahora -a la distancia- Carmen sospecha que pudo haber sido el primer indicio de lo que abrazaría como su gran vocación.

Carmen Gauna Montiel (39) trabaja duro en temporada. Hace tiempo que es madre y padre para sus hijos y debe aprovechar al máximo los contados meses de producción que tiene la fábrica de tomate de San Carlos donde se desempeña. Pero su verdadera pasión es el servicio a los demás y recién siente que está en el “sitio correcto” cuando cruza las puertas del cuartel de Bomberos Voluntarios de Eugenio Bustos y se alista a recibir una llamada de emergencia.

La sancarlina no sólo tiene el honor de ser considerada por su pueblo como una excelente y solidaria rescatista. Además, es la primera mujer que ostenta el cargo de jefa de un cuerpo de bomberos voluntarios en Mendoza.

Son poquísimas las intervenciones en las que no ha participado Carmen desde que ingresó al servicio hace 5 años. “La gente me dice que estoy loca. A mí me gusta ayudar, brindar apoyo y contención en los momentos que son cruciales y difíciles para una persona. Todos saben que me tienen que avisar, aunque no esté en mi turno. Me enojo si no lo hacen”, confía.

Apenas escuchó en la radio que invitaban a participar del cuerpo de bomberos que se creaba en Eugenio Bustos, pensó en anotarse. Un día se dejó llevar por el impulso y llegó hasta la puerta del cuartel, pero no se animó a golpear. Entonces, se autoconvenció con la idea de que sólo haría la capacitación. Sin embargo, desde aquel día de 2010 nunca más se alejó del frenesí, los ejercicios y las guardias.

Es la única que queda en el cuartel de aquella primera camada de 70 inscriptos. Esta situación, además del acuerdo de sus pares, la llevó a convertirse en diciembre en la nueva jefa de la unidad de bomberos. “Es súper responsable y eficiente como oficial. Siempre está dispuesta para ayudar; es un ejemplo de servicio a la comunidad”, señala Pablo Ruiz, vicepresidente de la Asociación de Bomberos Voluntarios.

Que destine a este servicio comunitario las pocas horas del día que tiene para descansar sin recibir un peso a cambio ya la convierte en una heroína. Pero el término resulta escaso si uno conoce todo lo que ha hecho junto a sus compañeros para tener un cuartel en condiciones.

Este cuerpo de bomberos voluntarios surgió sin un cuartel propio. Años atrás, la Unión Vecinal de Eugenio Bustos le cedió el terreno donde están ahora, sobre la ruta 40. Entonces, intercalaban los turnos con la tarea de salir a buscar donaciones. Así consiguieron todos los materiales para construir las paredes. Excepto el techo, el que debieron costear de sus propios bolsillos.

“Cuando uno tiene vocación se compromete con la causa”, asegura la mujer. Ella corroboró que la tenía cuando asistió, por primera vez, a las víctimas de un accidente camino a San Rafael. “Teníamos el camión roto y mis compañeros se habían ido en moto a colaborar con un incendio de forestales en Los Álamos. Me avisan y yo sabía que iba sola a dar asistencia. Me tomé un remís y fui pensando la situación que me encontraría. No me impresionó y me sentí útil”, relata la bombero.

El cuartel trabaja de manera coordinada con los bomberos de la Policía en la zona. Sin embargo, el tener que participar de rescates sin los recursos necesarios ha sido uno de sus mayores desafíos. Incluso han recibido del Estado equipos para respirar pero no los pueden utilizar porque no tienen carga de aire. Todo lo consiguieron con esfuerzo y están contentos de la moderna movilidad con la que cuentan desde hace un tiempo.

Si la vida le hubiese dado la posibilidad de estudiar una carrera, afirma que se habría inscripto en la escuela de Policía. Años atrás concursó para entrar como agente penitenciario, pero no tuvo suerte. “Siempre les digo a mis hijos: ‘que me den el gusto de pertenecer a alguna Fuerza’”, dice risueña.

Y algún buen ejemplo debió darles, pues su único hijo varón (Ezequiel, 23 años) cursó para convertirse en rescatista. Ni él ni sus tres hermanas (Sofía de 24, Carina de 20 y Camila de 19) jamás le recriminaron a su madre que renunciara al tiempo en casa para tomar las guardias en el servicio. “Al contrario, ahora que son más grandes me dicen ‘por qué no te vas al cuartel’”, se ríe Carmen.

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