Carlos Manzano nació en San Juan pero vive en Mendoza desde siempre.
Desde chico su pasión fue el automovilismo. Ayer como piloto y hoy como dirigente.
Su historial deportivo habla de unas 300 carreras en toda la geografía del país y en distintas categorías, es decir unos 30 años “entre fierros”. Su debut, siendo menor de edad, fue en el mítico Zonda, con un Renault 1093, que llegó de la mano de otro sanjuanino pero afincado en Mendoza: Eduardo Copello. Fue en 1967, es decir el año de su inauguración.
La última prueba, dentro del automovilismo deportivo, fue al volante de un Ford Escort, en la “catedral” como se conoció al autódromo de la Ciudad de Buenos Aires, hoy llamado Oscar y Juan Gálvez,
Carlos Manzano participó en unas 300 carreras (200 en el ámbito nacional) y también tuvo un fugaz viaje al Viejo Mundo. Como invitado tuvo la oportunidad de probar, en el autódromo de Monza (Italia), un Alfa Romeo, conocido como Alfasud (el 4 puertas más vendido de la fábrica italiana), pero a la hora de cronometrar sus tiempos estuvieron muy lejos de los Alfa Sprint (versión cupé), por lo que decidió emprender el regreso, con más experiencia pero desilusionado, al no poder competir. De vuelta al pago “chico”, participó alternativamente a nivel nacional y local.
Entre sus adversarios recuerda los nombres de Juan María Traverso, Ernesto "Tito" Bessone, René Zanatta, Rubén Daray, Juan Pablo Zampa, Rafael “Tabo” Berna, mientras que entre los "menducos", rescata la presencia en la pista y la amistad de toda la vida a Roberto Patti (compañero de equipo), Luis Blas, Roberto Pravata, los Sánchez; los Peinado del Valle de Uco y Juan Manuel Basco, entre muchos otros.
El "patio" de su casa
Fue piloto de Renault, Senda, Datsun, Nissan, Fiat, Gol y Escort, dentro del TN, pero también se sentó en el Numa del Turismo de Carretera Cuyano, que también supo ser de Copello, máquina con la que ganó siete de las 9 carreras disputadas.
Y como no podía ser de otra manera, al hablar de recuerdos, Carlos Manzano no puede dejar de mencionar al hoy desaparecido autódromo General San Martín, escenario que era “como el patio de casa”, donde probaba todos los modelos. Hoy, como presidente del ACM, sueña con “volver a poner el asfalto al trazado”.
Entre todas…una
Cada una de las competencias tuvo y tiene un momento de recuerdo y emoción. Al tope del marcador, como por ejemplo las 500 Millas de Rafaela, a bordo de un Renault 12 o la bandera a cuadros que lo declaró ganador con el Numa en Potrero de los Funes y un segundo puesto (dos veces) en la tradicional 24 Horas de Buenos Aires.
Sin embargo hay una carrera que rememora con tanta emoción como tristeza.
Fue una calurosa tarde de noviembre de 1975 y, como era norma en el Zonal Cuyano, se corrían dos competencias y el ganador era por suma de tiempos.
En la primera carrera, en la línea de largada, entre casi medio centenar de autos, estaban: Zampa, Brea, Daray, Serafini, Carlos Manzano y Nelson Darío Poggio. La bandera marcó el inicio de la prueba y todos se zambulleron en la curva debajo del puente. Hubo un toque y uno de los autos terminó impactando contra las defensas.
Hubo banderas amarillas por algunas vueltas y cada piloto, ajeno a lo que había pasado, continuaba apretando el pie derecho contra la chapa. Manzano terminó tercero y ahí en los boxes se enteró, al igual que el resto de los participantes, de la noticia que silenció el autódromo. Nelson Darío Poggio era el piloto que había chocado en el curvón, donde perdió la vida.
Manzano, como el resto de los pilotos locales, optaron en señal de duelo por no largar la segunda batería.
Al final destacó la capacidad de pilotos como Copello y Traverso y de amigo y compañero a Roberto Patti.
Sobre las nuevas generaciones a nivel nacional mencionó a Julián Santero, "Berni" Llaver y Jorge Bittar, mientras que a "Pechito" López lo calificó con la mejor nota.
Carlos Manzano, que supo de velocidad, rebajes y triunfos, hoy está al frente del comercio que heredó de Manuel, su padre y junto a sus hijos (Mónica, Viviana, que también supo competir como piloto), María Belén y Carlitos (último campeón en karting), repasó con Los Andes, su pasado (enmarcado en decenas de fotos que cubren todas las paredes), y un esperanzado futuro del deporte motor cuyano.
A fondo con el "Numa"
Manzano tuvo entre sus manos el volante de un Numa, conocido a nivel nacional como "el televisor", máquina que revolucionó el automovilismo deportivo en la década del '60.
Creado en 1968, por el cordobés Carlos Ruesch, con una estructura de plástico, del tipo prototipo, bajo el capot se escondía un motor Tornado, de más de 300 HP a 5.400 rpm., con 3 carburadores Weber verticales, caja de velocidad ZF, palieres flotantes, frenos a disco en las 4 ruedas. Tenía un peso 950 kilos; un tanque de combustible para 100 litros y estaba calzado con llantas de 15".
Con este auto que supo ser conducido por su amigo y maestro Eduardo Copello, Carlos participó en el campeonato zonal, dentro de la categoría Turismo de Carretera y ganó siete de las nueve competencias en las que participó.
Hoy es presidente del Automóvil Club
Desde agosto de 2015, Carlos Manzano tomó la posta del Automóvil Club Mendoza, tras la muerte de José Scordo Lara.
Trabaja codo a codo con amigos de toda la vida, entre otros: Guido Badaloni, Guillermo Flamarique, Eduardo Moyano, Eduardo Pulenta, Rogelio Mitre (su yerno); Carlos Manzano (su hijo) y “Caco” Merlo. Un equipo que ya piensa en el Gran Premio Vendimia y la fiesta, con carrera incluida, para festejar los 86 años del club que, vale destacar es el más antiguo, detrás del de Rafaela.
Entre los sueños y proyectos está volver a poner en el escenario nacional al autódromo General San Martín, después de que una modificación en el trazado, a la entrada de la curva debajo del puente, hiciera que se levantara la carpeta asfáltica.
“Es un proyecto, una idea, que pienso que se puede llevar a cabo… por lo menos en eso estamos…”, confió.