Carlos Irusta: “Por mucho tiempo, el Luna Park fue mi segundo hogar”

Hijo de un gran formador de boxeadores, Irusta (h) cuenta su vida ligada al pugilato. Cómo conoció a grandes campeones, entre ellos Monzón.

Carlos Irusta: “Por mucho tiempo, el Luna Park fue mi segundo hogar”
Carlos Irusta: “Por mucho tiempo, el Luna Park fue mi segundo hogar”

Tuvo el privilegio que pocos tuvieron, ya que creció prácticamente entre el gimnasio y los camarines del Luna Park, donde vio desfilar a grandes figuras y crecer a otras tantas durante la época de oro del boxeo argentino.

Por lo tanto, podríamos decir que Carlos Irusta es uno de los periodistas que más caminó el ring. Su padre, Carlos Irusta, era entrenador en el Luna y por lo tanto cuenta que lo acompañaba a los entrenamientos y con él compartían los sábados de box en el mítico estadio de Bouchard y Corrientes.

Justamente de la mano de papá comenzó tirar su primeras piñas en la bolsa, pero no fue el único que lo instruyó en el arte del pugilismo, ya que cuenta que entre sus formadores tuvo a Manuel Hermida, quien había sido DT de Julio Mocoroa. Como a los 10 años: "Iba con el bolsito como todos los demás a entrenarme, nunca llegué a ser boxeador. Es que del boxeo siempre me interesó la técnica, la táctica" cuenta en una entrevista con Más Deportes. 

Rodeado de tantas figuras del pugilato, a sus 15 años comenzaron sus inquietudes por la palabra más que por el ring, por lo que escribía para KO Mundial, una revista especializada en aquellos días.

Autodidacta por naturaleza fue sumergiéndose en el mundo del periodismo, donde se formó con personajes de la talla de Ulises Barrera, García Blanco, José Cardona, quien había sido compañero de Roberto Arlt en el diario El Mundo.

Habla de su gran admiración por Don ‘Paco’ Bermúdez y la escuela mendocina de boxeo, y por supuesto del gran Nicolino Locche. La primera vez que vio boxeo fue el combate entre Federico Thompson y Juan Carlos Rivero.

Con tanta historia e imágenes que lo formaron como uno de los grandes especialistas, hace algunos meses editó un libro sobre la vida de Carlos Monzón: Monzón, La biografía definitiva.

“Se juntaron algunos viajes en el Quincho de Chiquito, para presentar el libro y luego otro a Ushuaia, que tenía que ver con unas charlas con Eduardo Rosani y Santos Laciar. Luego estuvimos en Córdoba, donde hicimos otra presentación. El invitado fue Martillo Roldán”, arranca diciendo sobre la presentación del libro.

-Viviste una época dorada del boxeo.

-Creo que en eso tuve mucha suerte: digamos el hombre justo en el lugar justo, porque yo nací en una familia de boxeo. Mi papá, porque era entrenador y mi mamá lo acompañaba al gimnasio. Lo otro tiene que ver con mi fascinación por el boxeo porque tengo tres hijos y ninguno enloqueció con el periodismo. Digamos que son cosas que se transmiten de padres a hijos. En mi caso fue una mezcla porque a mí me gustaba mucho el cine, era un apasionado. Pero ir a box con mi papá era un placer, un privilegio de estar y vivir en ese mundo.

-Principalmente compartir con tu viejo una pasión.

-No es un dato menor porque mi papá amaba el boxeo. Cuando era chiquito me enseñaba a tirar los golpes. Después me llevó al gimnasio para que practicara, aunque también le gustaba mucho la otra cara del boxeo, que era analizar las peleas, dirigir boxeadores. El rincón todo eso lo iba aprendiendo y se me fue pegando porque era muy compañero suyo. Soy hijo único, entonces fue una relación recargada, como se dice ahora.

- “Mi papá se llamaba Carlos como yo o mejor dicho yo como él. Carlos Cayetano y no le gustaba mucho el segundo nombre y sólo usaba el de Carlos, por eso cuando empecé, utilicé el nombre de Carlos Irusta hijo”...

-¿Y a quién le decían Carlitos a él o a vos?

-En realidad muchos en el gimnasio lo llamaban Carlitos; claro, después Carlitos quedé yo.

-Sos de Buenos Aires.

-Nací en el centro pero soy del barrio de Almagro. Me crié en un conventillo que estaba a 4 ó 5 cuadras de la actual Federación Argentina de Boxeo (Castro Barros 75), o sea que cuando nací, mi papá empezaba a ser entrenador en la FAB. Entrenaba boxeadores en la Federación hasta que en el 56/57 pasó a ser técnico del Luna Park. Yo tenía como 10 años y empecé ahí a ver boxeo prácticamente todos los sábados con mi papá.

-Vivías en el Luna Park directamente.

-Sí. Cuando digo que el Luna Park fue mi segundo hogar no es un juego de palabras. Lo fue por mucho tiempo. Los sábados en la mañana iba con mi papá al gimnasio, que era el único día que podía porque era chico. Al mediodía entrenaban los boxeadores que se preparaban para la semana siguiente y después los sábados en la noche iba a ver las peleas. Después de más grande iba practicar gimnasia. Tenía unos 12 años e iba al Luna todos los días como uno más, con un bolsito.

-¿Llegaste a ser boxeador?

-No me volvía loco por el boxeo. Cuando uno empieza a practicarlo piensa que puede pasar y se ilusiona. Tenía 12 o 13 años y hacía toda la gimnasia con Carlos Cañete. Después algunos entrenadores me enseñaban algunos golpes y me decían cómo pegar a la bolsa. Por ejemplo, Manuel Hermida se paraba para enseñarme a caminar el ring. Digo esto porque Hermida había sido el técnico de Julio Mocoroa. Después, con el tiempo, se quedaba fuera de hora con Carlos Monzón para perfeccionarle la caminata. No sabía saltar la soga, hacía un poco de espejo y no llegué a hacer guanteo.

-Un privilegiado.

-La verdad es que tuve todo un privilegio porque si no hubiera sido el hijo de Irusta no hubiera entrado allí. Ellos se hicieron boxeadores, como Cañete, Ramón de La Cruz, Horacio Accavallo. En el Luna el vestuario era común para todos. Tenían unos casilleros, excepto los entrenadores. Mi papá tenía la primera casilla que era pequeña donde se cambiaba y lo compartía con Carlos Pradeiro y ahí también se cambiaba Accavallo así que éramos compañeros de vestuario con Horacio, y no es mentira, jajaja...

-“Acavallo no era campeón del mundo pero sí argentino. En 1966 salió campeón y yo en 1963 comencé a escribir. De esos tiempos tengo una foto con Aldo Gamboa cuando salió campeón argentino”.

Además, recordó: "Tanto a mi papá como a mí nos gustaba sacarnos fotos con algunos boxeadores. Tengo una dedicada especialmente por Horacio Accavallo. Cuando miro esa foto me acuerdo y me parece que estoy viviendo ese momento. Tengo fotos con Víctor Nesci, que fue entrenador de Goyo Peralta. Estaba Alfredo Porzio, medalla olímpica en París; Eduardo Lago, entre tantos de aquella época.

-¿Qué te sedujo del boxeo?

-A mí siempre me gustó la parte de la estrategia, lo técnico, cómo caminar, me encantaba esa parte... Una vez subí al rincón con mi papá, claro, para alcanzarle el balde.

-¿Y cómo empezaste con el periodismo?

-Me gustaba escribir cuentos y una vez hice uno para KO Mundial y Simón Bronenberg (jefe de la redacción de la revista) me lo publicó. Me gustó mucho escribir y le acerqué otros tantos, pero no podía redactarle uno por semana. Hablé con mi papá, él me dijo: ¿por qué no le hacés reportajes a los técnicos? Se lo comenté a Bronenberg y le gustó la idea.

-Ahí arrancaste.
-La verdad, no sabía nada de periodismo y a los entrenadores les preguntaba la fecha de nacimiento, cuántos años hacía que trabajaban como técnicos. Les hice notas a todos los del Luna Park y del interior que iban al Luna. Eran reportajes básicos y hacía uno por semana. Imaginate no había grabador y los escribía a mano. Mi papá me los pasaba a máquina.

- “Al tiempo, allá por 1966 mi papá fue designado secretario del Círculo de Directores Técnicos del boxeo argentino, y yo era el secretario de actas. Escribía todo lo que se debatía en esas comisiones. Un tiempo después mi papá me compró una máquina de escribir”.

-Muy autodidacta.

-Me fui formando solo. Salía la revista y ya tenía escrita la nota de la semana siguiente. Iba al Luna todos los sábados a ver boxeo y Bronenberg me veía ahí. Tenía 15 años y escribía para KO Mundial y no paré más. La entrevista de los técnicos era como un formulario de preguntas que tenía, pero de a poco- Bronengerg me dijo si quería escribir de boxeo, porque siempre estaba en el Luna. Vino Ismael Laguna que tenía que pelear con Locche, hablé con él y empecé a tomar mayor confianza.

-Habías entrado en el mundo del periodismo y no te habías dado cuenta.

-Un día estaba charlando con uno de los periodistas, Ernesto ‘Cuqui’ Misray que trabajaba en la revista Goles, en la Radio LV4 Porteña (hoy Continental). En el verano no había fútbol, Misray me dijo si lo quería ayudar y empecé a ir a la radio. Sin querer estaba en el mundo del periodismo y trabajando en la radio. ¡No le decía que no a nada! Porque lo que quería era estar en la radio (risas). Misray había sido muy amigo de mi papá, no sé cuánto influyó él en Misray. Lo cierto es que empecé a escribir y después fue todo más vertiginoso.

Y posteriormente, Irusta (h), agregó: “A Cuqui le ofrecieron trabajar para una radio de Córdoba, haciendo vestuarios, y Misray me ofreció el trabajo y empecé a trabajar ¡con el histórico Rubén Torres para LV 3 y escribía para KO Mundial. Eran días en los que muchas radios transmitían desde el Luna. Rafael García Blanco, Ulises Barrera, por nombrar a algunos, hacían esas transmisiones. Por eso el Luna tenía mucha vida”.

“Yo era muy inquieto. Mi papá era entrenador de Vicente Derado, uno de los que le ganó a Nicolino (Locche), quien me pasaba las revistas de historietas. Se hizo amigo de Ricardo García por Oscar Bonavena y quien me recomendó para trabajar en Crónica, donde hacía la Primera C. Tomaba los goles y nada más, pero estaba adentro de un diario trabajando. Era cronista volante, un día estaba dando vueltas por el diario y me preguntan:

¿Pibe, usted habla inglés?, le dije que sí y me mandaron de traductor porque estaba el Manchester que venía a jugar con Estudiantes. Nos fuimos en un Jeep con el fotógrafo, el Manchester estaba en el Hindú Club y había que cerrar temprano. Gracias a eso me pusieron a hacer otras cosas.

-¿Cuándo empezaste a viajar?

-No lo recuerdo exactamente, pero cuando tenía 20 años se me ocurrió que podía viajar a Estados Unidos a ver a (Mohamed) Alí, pero solamente fue una idea.

-¿Cómo se dio la oportunidad de conocer a Carlos Monzón?

-Mi papá entrenaba a Alberto Massi que le ganó a Monzón. Pero me gustaba escribir cuando venía Nicolino Locche. Es que hacía largas entrevistas con Carlos Aro y Don Paco Bermúdez que venía con sus grandes boxeadores. Todo fue un proceso y de a poco empezamos a forjar una relación.

- A Monzón también le hiciste en esos años de principiante

-Le hice un reportaje antes de que viajara para pelear con Benvenutti y fue una cosa muy graciosa. Porque le pregunté qué haría si llegaba a perder y me contestó que se iba a poner “una mercería con mi mujer”. Imaginate, si lo conocías un poco a Carlos Monzón lo que menos podía hacer era poner un negocio (se vuelve a reír). Pero además me preguntó ¿cuánto voy a ganar?

-No sé, le dije.

-¿Cuántos dólares?

-Miles supuse.

-Y cuánto es eso en plata argentina?, me preguntó.

Lo puse así en la nota: “Este hombre que va a pelear por el campeonato del Mundo no sabe cuánto cuesta un dólar”. Era verdad, Carlos no sabía cuánto iba a ganar.

-¿Pero vos estudiabas?

-Por supuesto, en 1965 terminé el secundario y a partir de 1966 empecé con abogacía. Rendí algunas materias y no seguí estudiando porque tenía que hacer notas. Después íbamos a tomar un café con mi papá. Era una tertulia con los periodistas en el barcito que estaba pegado al Luna Park.

Pero cuando venía Don Paco Bermúdez tenía una mística tan grande en Buenos Aires, que era envidiable. Todos lo admiraban. Creo que en Mendoza no tenía tanta admiración y mística como en Buenos Aires. Los más nuevos hacíamos una ronda alrededor de él. Nos daba una pequeña clase de boxeo, de técnica en largas charlas. Era distinto a los técnicos del Luna. Don Paco era un peso pesado natural como técnico.

“Muchos decían que Nicolino era un producto del Luna Park y de Lectoure. No era así porque además de Locche vinieron con Bermúdez: Cirilo Gil, Carlos Aro, Aconcagua Ahumada, Juan Aguilar, boxeadores extraordinarios. Nicolino no fue un invento del Luna. Él lo llenaba por lo que era, un boxeador extraordinario y la comunión que tuvo con el Luna, la tuvieron muy pocos. Nicolino no era divismo”.

-¿Te formaste entre grandes periodistas?

- Misray me llevó a la Radio, pero con García Blanco, cuando tenía 16 años, le dije que necesitaba hablar con él. Me caía muy bien el Gordo y una tarde después de los entrenamientos me llevó a tomar un café y estuvo conmigo hasta la una de la mañana. Ahí me di cuenta de que era diferente, porque se hizo el tiempo para escuchar a un chico de 16 años con inquietudes en el periodismo. Eso me quedó marcado. Ulises Barrera era más distante. Le llevaba mis cosas para que me las corrigiera. Era muy amable pero lo veía como algo más lejano.
Ernesto Vila y Cardona

“Con Ernesto nos sentábamos en la primera fila del Luna; teníamos una gran relación. Era muy estadista como José Cardona. Ellos llevaban ordenadamente en sus cuadernos pelea por pelea y los récords de los boxeadores. Así que terminaban las peleas en el Luna y se ponían como locos a sintonizar las radios de Mendoza o de Rosario para sacar los resultados o tenían que pedir comunicación a la operadora para llamar y sacar resultados. Era un gran laburo el que hacían. No es como ahora, todo es internet. Ellos tenían que hacer un informativo después en radio Splendid.

-Cardona, el que estuvo en la inauguración del Luna.

-Era una gran persona, con quien trabajé en el diario El Mundo. Había sido compañero de Roberto Arlt y fue uno de los pocos periodistas que estuvo la noche en que se inauguró el Luna Park. Anotaba todo con lápiz; además era dibujante: los kilos de cada boxeador, la categoría, hacía de todo, era impresionante su trabajo. Hacía una guía pugilística con todos los resultados y se los entregaba a cada periodista en el Luna. Llevaba todas las fichas escritas en lápiz cuidadosamente. Había visto todas las peleas en el Luna. Era un referente extraordinario, una persona muy generosa. Cuando el Luna cumplió 50 años de aniversario le dieron una medalla de oro a él, Nicolás Presiosa y José Tomé.

“Así entre periodistas y gente me fui haciendo y creciendo. Después pasé a radio Splendid y en 1974 viajé a Londres para la pelea Ahumada-John Contech. Después fui a ver a México a Horacio Saldaño y Mantequilla Nápoles, pero por la radio”, siguió con su relato Carlos Irusta. Y, por último, recordó: “En 1975 entré a El Gráfico y tres años después renuncié y me fui a Canal 13, luego volví. Mi última nota para El Gráfico fue con Maravilla Martínez y Murray, y me despidieron. Creo que soy el periodista que más años estuvo en El Gráfico, todavía en conflicto. Tengo mi propia revista ‘Ring Side’. Una vida con el boxeo, por decirlo de alguna manera”.

El recuerdo de Monzón y el libro que escribió

"A Monzón lo conocí en el gimnasio cuando recién empezaba, porque era uno de los tantos que llegaba a la Capital Federal buscando tener algo en el Luna, y como mi papá era santafesino, de Casilda, y Brusa y Carlos eran de allá y nos llamábamos Carlos, surgió una especie de relación de amistad y lo fui siguiendo de manera profesional trabajando para El Gráfico y la radio".  
Sobre el libro

“El libro de Monzón es una vieja idea que tenía en la cabeza y en enero me llamó Fabián Mauri de la editorial de Un Caño, porque habían hecho un arreglo con Planeta para publicar un libro sobre Carlos, y me preguntaron si quería hacerlo. Les dije que sí. De allí en más tuve que trabajar mucho porque me dieron tiempo hasta el 20 de agosto. Fue un trabajo intenso para terminarlo y por suerte llegué a tiempo mientras la editorial buscaba las fotos. Para llegar al libro apelé a fuentes de los diarios, gente, El Gráfico, el libro que Monzón escribió con Cherquis Bialo, el de Marilé Staiolo ‘Secretos de Sumario’, y desde Youtube hasta charlas con Osvaldo Príncipi o Paladino y tantos otros, fui armando el libro”, manifestó.

Ficha del libro

Editorial: Planeta.
Clasificación:
Humanidades 
Formato: Libros.
Páginas: 464
Sinopsis: Carlos Irusta acompañó a Carlos Monzón durante su vida. Siempre desde su lugar de periodista estuvo cerca del boxeador, del campeón y luego de la celebridad convertida en reo tras el asesinato de Alicia Muñiz. Irusta no sólo aporta una investigación descomunal; además suma su voz con vivencias personales de profunda intimidad y emoción.

Monzón fue una figura trágica que merecía una biografía definitiva. Irusta la ofrece con enorme profesionalismo pero también entregando una parte grande de su corazón. Los 53 años que Monzón transitó por la tierra son el valioso contenido de esta obra que habrá de ubicar al lector en aquellos episodios que padeció el único actor de este libro objetivo, fiel a la historia, riguroso por su investigación y rico en vivencias.

Podría decirse sin temor a errores que Carlitos Irusta es de los pocos especialistas que sólo abordan el tema del boxeo. Lo hace con tanto conocimiento, vocación y amor que pudo escribir este libro con la autoridad de quien ha abrevado en lo más profundo de las fuentes verdaderas.

Cuando el autor es fiel, sagaz y objetivo, no hay mito ni leyenda. Hay una historia humana para contar y creer. Y éste es el caso del libro que usted tendrá próximamente en sus manos.

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