Carlos Escoriza es un artista ecléctico: pinta, actúa y dirige teatro, y sugiere que también hace algo de danza. En esos cruces es que él transita el arte. Y así también es que se entiende la muestra que, desde el jueves pasado, ocupa la Sala 1 de la Nave Cultural, bajo el título "Memorias del espacio feliz".
Es una muestra con pinturas e instalaciones: pinturas que modifican el espacio y objetos que completan, amplían o refuerzan los lienzos, de por sí elocuentes. Y así, en ese juego espacial, se reconstruye la memoria de Escoriza.
"Divido mi tiempo en el año para hacer varias cosas", apunta él a Estilo, y pone como ejemplo uno de sus últimos trabajos, como la dirección de la Fiesta Departamental de la Vendimia de Guaymallén de este año. Pero acá, la historia es otra: cada una de estas pinturas son lentos destilados que han surgido a lo largo de dos años.
"Memorias del espacio feliz" está compuesta por dos series de acrílicos en gran formato. "Una con escenas de desierto, que es lo más reciente, de este año, y otra con obras que tienen que ver con temáticas que siempre me han motivado, como la familia", reconoce. Lo inmediatamente anterior eran paisajes urbanos; ahora, apunta, ha vuelto a algo más personal.
De esta última serie, advierte que es el "resignificado" de otra, "El deseo de los otros", que estaba compuesta por escenas infantiles con miembros de su familia, rescatando incluso a veces el trazo infantil de su propia niñez. Ahora, transformado por la paternidad y la muerte de su padre, reelaborar esa idea se hizo imprescindible.
El desierto amarillo
Las pinturas de esta muestra comparten la paleta de amarillos: son fogonazos de color. Y eso se nota especialmente en la primera serie, donde buscó imitar la luz caliente del desierto. "Una luz furiosa, árida", define.
"Esas imágenes son para mí también evocaciones del pasado. Pero me interesa el desierto no tanto como una imagen paisajística, sino como una imagen mitológica, con la idea de la inmensidad, de las religiones monoteístas. La cárcel más poderosa es la que no tiene límites, en una expresión algo borgiana. El juego entonces tiene que ver con el límite", explica.
El desierto de Escoriza es un nuevo desierto, aparentemente llano pero con espacialidades abstractas indexadas. Líneas verticales y horizontales, inspiradas en las ideas de Gastón Bachelard. Lector, junto a la curadora de la muestra Graciela Distéfano, de este filósofo francés, tomaron como referencia uno de sus libros, "Poéticas del espacio", para teorizar en torno al espacio primigenio: la "casa nido".
"La imaginación, esa potencia mayor de la naturaleza humana, según G. Bachelard, es productora y solidaria con la memoria. Es así como surgen las secciones de esta exposición. Los límites son un trazo (casi virtual, sugerido) de líneas que surcan los planos, como un juego infantil", explica Distéfano en el texto curatorial.
El juego con la espacialidad está en lo pictórico y en la instalación que nombrábamos. Un elemento más: el film "Dogville", de Lars Von Trier, lo inspiró para proponer un espacio invisible, pero existente. Demarcó en el piso de la sala líneas, como un plano en donde se distinguen los cuartos y los pasillos por los cuales el visitante puede transitar. Uno accede a la casa de su infancia.
"Hay algo teatral en todo esto", asegura señalando la puerta, la cama levitante y la mesa, frente al cuadro donde pintó a su papá. Mesa y padre, unidos a través de la idea del sacrificio.
Y él, entre la experiencia de ser hijo y la experiencia de ser padre, buscando elaborar conceptos que respondan a su introspección pero también a una universalidad: "Ver cómo a través de la vivencia personal uno puede evidenciar cosas arquetípicas, como la idea del padre, la idea del hijo o la madre".
"Memorias del espacio feliz" puede visitarse hasta el 4 de diciembre en la Nave Cultural (España y Maza). La entrada es gratuita.
Sobre el artista
Carlos Escoriza nace en Mendoza en 1976, inicia sus estudios en artes muy temprano, a los 11 años, en el Centro Polivalente de arte de San Rafael. Luego estudia arte dramático en la Facultad de Artes y Diseño de la UNCuyo.
En 2005 es invitado por la galería Opus Gallery para exhibir sus obras en Cleveland Ohio USA. En 2008 viaja a Suiza para estudiar con la artista Sadhyo Niederberger. Luego reside y trabaja dos meses en Barcelona donde expone en la galería Original. En 2010, 2011 y 2013 obtiene la beca del Fondo Nacional de las Artes para estudiar con Roberto Echen, Esteban Álvarez y Rafael Cipollini.
Crea, junto a Claudina Gomensoro, el espacio de visualización y experimentación artística "Bitácora". Integra el colectivo artístico Nicola Tourett junto a Sebastián Barrera con el cual ganan el premio "Intervenciones Urbanas 2011". Ha incursionado en la curaduría y en la danza.