Con 85 años de experiencia a cuestas, los integrantes de la familia Crotta saben que acumulan sabiduría comercial. A tener en cuenta; en el mundo del vino, con un consumo en el mercado interno en baja, logran crecer y proyectarse con nuevas inversiones. Han sorteado todo tipo de crisis como la del 30, hiperinflación, corralito, sin olvidar las que aquejan al propio sector con años de precios deprimidos.
Lejos de relajarse, el bodeguero Carlos Crotta, actual presidente de Bodegas Familia Crotta, afirmó que la vigencia empresarial se logra apostando al trabajo duro.
-¿Qué les ha permitido crecer con los años?
-La clave es trabajar mucho. En nuestro caso somos pocos de familia, yo tuve la suerte de ver a mi abuelo trabajando desde siempre en la empresa; luego vi a mi padre. Todo ello sirvió a las nuevas generaciones para aprender la conducta del esfuerzo y disciplina. En nuestra bodega ya está trabajando la cuarta generación. Además del trabajo duro, otra gran fortaleza es que Crotta ha podido estar cerca de sus distribuidores, lo que nos permite tener una clientela muy fiel y fanática de nuestros productos. Sin duda esta realidad es lo que nos ayudó a superar las diferentes crisis, incluso las más duras como fue la de 2001 o la hiperinflación. Recuerdo cuando le pregunté a mi abuelo sobre cómo salió de la crisis del 30 y me dijo que lo hizo trabajando.
-¿Cuál es el principal mercado de la bodega?
-Un 85% es interno; un 15% está dirigido a la exportación. Esperamos que este año crezcan las ventas como consecuencia de las buenas perspectivas que tenemos en Asia. En el mercado interno tenemos más de 200 distribuidores en casi todo el país. Ha sido un largo camino. Nuestra firma comenzó en 1933 por el empuje de mi abuelo. Con el tiempo fraccionaba tanto que compró una bodega en nuestra provincia asentándose definitivamente en 1954. Hoy tenemos más de 300 hectáreas cultivadas, que nos permiten tener un mix de productos.
-¿Como cuáles?
-La bodega elabora más de 50 tipos de vino. Somos muy famosos por el vino dulce mistela, moscato, oporto, jerez y luego tenemos un 50% de venta de vino en damajuana, del cual el clásico nuestro son los “vinos de mesa”. Lo que pasa es que la bodega fue mutando según los ritmos del consumo: en la década del 90 éramos 95% damajuaneros y hoy somos 50%. También exportamos vinos en botella de 3/4.
-El mercado de los precios más populares está poblado de bodegas, ¿cómo logran mantenerse?
-Fuimos los primeros damajuaneros del país y, como dice el refrán, “el que pega primero pega dos veces”, lo cual nos permitió liderar el segmento y mantenerlo con los años. Lo que hemos tratado de hacer es mantener la calidad, o sea no tener una partida buena y otra no tanto. En ese sentido, la gente está acostumbrada a pagar algo más por el vino Crotta, pero sabe que es buen vino. Con los años a la línea popular le hemos anexado otros formatos, como tres cuartos y multilaminados. En toda esa oferta de envases la damajuana sigue siendo fuerte su consumo en el interior del país, no así en Capital y Gran Buenos Aires. Sabemos que somos un negocio de grandes volúmenes, estamos despachando cerca de 800 mil litros mensuales entre todas las líneas de envase.
-¿Qué tendencias de consumo están creciendo?
-El moscato en nuestro caso está muy impuesto en todas las pizzerías, a lo que se agrega que las mujeres lo utilizan mucho en la parte de comida de postres y aperitivos. En el caso de los jóvenes, también para ellos estamos apostando por un nuevo moscatel que lo estamos introduciendo en las barras móviles de los eventos, promocionando el producto con tragos para que la gente se vaya acostumbrando. Hace poco estuvimos en una feria muy importante en Mendoza que fue todo un éxito. También tenemos un cosecha tardía que se llama “Tarde”, el cual se está adaptando muy bien al público de mujeres con un envase de 500 cm3. La clave es tener propia personalidad y estilo y no imitar otros vinos.
-¿En qué franja de precios se sitúan?
-Tenemos desde los masivos, donde el clásico es una damajuana que en el mercado se puede conseguir por $ 150 en adelante, y también tenemos vinos en botella, que se pueden comprar desde $ 80. Normalmente, por nuestra envergadura de bodega, necesitamos hacer negocio de volumen. Nuestra bodega tiene una capacidad de 18 millones de litros, lo cual nos exige una rotación constante. Lo que apuntamos a cada momento es a tener calidad, precio y rotación, porque no nos sirve de nada tener muy buen vino pero si le colocamos el precio muy caro no se lo vendemos a nadie.
-Siendo la empresa familiar, ¿poseen algún protocolo de funcionamiento?
-Sí, lo tenemos. No por ser de la familia los descendientes tienen que trabajar en la empresa. Junto a mis hermanas vemos las diferentes necesidades y la capacitación de las nuevas generaciones. Hoy el desafío es vender al mundo. A mi abuelo jamás en su vida se le habría ocurrido exportar; si bien sí lo hizo al Paraguay fue sólo para ese mercado, él no era de preparar las valijas y salir al exterior. Luego, mi padre le colocó una impronta de exportación para luego nosotros afianzarnos y seguir exportando. Ahora las nuevas generaciones saben inglés, están preparadas para salir afuera, estudian marketing de vinos. No queremos que ocupen cargos de toma de decisiones por ser miembros de la familia. Para ello los estamos preparando y sobre todo que tomen la pasión del vino, que sepan todo lo que cuesta elaborarlo. Y sobre todo ganar un cliente.
Perfil
Carlos Crotta (52). Comenzó en la bodega familiar en distintas etapas de la empresa. Luego del fallecimiento de su padre quedó como presidente de Bodegas Familia Crotta. Sus hermanas son accionistas y también trabajan en la firma. En su tiempo libre le gusta mucho compartir con amigos un buen asado regado por vino. Se ejercita caminando, una actividad que disfruta hacerla en los espacios verdes.