San Carlos adentro

Pueblos de antes con costumbres que van y vienen entre el hoy el ayer siempre con una identidad auténtica a la vera de la mítica Ruta 40. Además, travesías hasta la meseta patagónica y ascensos a la Reserva Laguna del Diamante.

San Carlos adentro

Es sabido que la Ruta 40 atraviesa todo el país y en su extensión recorre los más variados paisajes además de albergar cientos de mitos que la convierte en un camino con identidad turística propia. Mientras tanto, por supuesto, teje un vínculo directo con los pueblos y localidades que están a su vera.

El departamento de San Carlos a la altura del kilómetro 3.000 aproximadamente, ofrece dos propuestas muy interesantes: Caminos de Altamira y Pueblo Barro, que invitan a unos días de descanso o a una jornada de paseo por costumbres ancestrales, por la vida rural o las postales de aquellos bares del 900.

Además para Semana Santa más precisamente los días 18 y 19, la Municipalidad reeditará los ascensos a la Laguna del Diamante que, con tanto éxito, realizó durante la temporada estival.

Recordemos que la comuna firmó un convenio con una empresa de transporte para, a través de un camión de alta tracción -que permite un acceso más seguro a la reserva- llevar a mendocinos y turistas a conocer el imponente Maipo reflejado en el turquesa de diamante. Si aún no tenía planes, agende, no se arrepentirá, pues se trata de la última oportunidad antes del próximo verano de conocer uno de los escenarios más bellos de la provincia.

También quienes lleguen durante las jornadas de descanso de esta semana podrán sumarse a una experiencia fascinante pasando de Cuyo a la Patagonia en una travesía 4x4 que los dejará boquiabiertos. La excursión recorre la vieja Ruta 40, desde Pareditas hasta el paraje de La Jaula ofreciendo un excepcional paseo a campo traviesa.

Para ser más claros hay que advertir al viajero que la traza hasta el Río Diamante, constituye un escenario único y casi desconocido en donde la Provincia Fitogeográfica del Monte Cuyano se transforma en Meseta Patagónica. La quebrada del río propicia -en la pampa Amarilla- un sorprendente mirador, con una contundente expresión de transición, entonces un bosque de maitenes y la meseta patagónica a la vista, atrás la geografía más típica de Mendoza.

Pero aún hay más: a esta profunda vivencia por paisajes inhóspitos se le suma la cultura de los puesteros; no faltan los encuentros, la mateada y quizá algún asado, en lo que se ha dado en llamar Ruta escénica.

Identidad rural

Caminos de Altamira y Pueblo Barro son dos circuitos turísticos que tienen en común ser fruto del esfuerzo de los lugareños que abren sus puertas y dejan explorar los signos que los avatares de la historia dejaron por estos lares: la vida rural y un fuerte drenaje de cultura viva que sorprende a los visitantes.

El General Don José de San Martín llegaba hasta los territorios altos para consultar a los aborígenes y así idear la estrategia del cruce cordillerano, razón por la cual el pueblo lleva ahora el nombre de "La Consulta". Caminos de Altamira es el producto de turismo situado en esta localidad sancarlina. Allí los habitantes, auténtica gente de campo, reciben en sus casas e invitan a participar de sus actividades. Se trata, en esencia, de la unión de varias voluntades dispuestas a compartir con los visitantes su cultura, por ello se convierte en un paseo antropológico donde la excusa es la ruralidad pero el interés real termina siendo su gente.

Entre colores otoñales se puede disfrutar de la vida campestre con el tiempo que marca el sol. Así, por ejemplo, en una cuidada plantación de duraznos la familia Miranda cultiva el amor por el trabajo de la tierra y transmite los valores de la finca mientras invitan a cosechar y degustar sus frutas.

Situación similar a Los Maitenes donde las mujeres enseñan a amasar el pan y a cocinar dulces para luego compartirlos en un desayuno o media tarde campera en la galería familiar. El vino se encuentra en la bodeguita de los hermanos Appon, una parada llena de ternura e historia que finaliza en un buen brindis. El arte místico propone a "Wilcanina"- fuego sagrado en quechua-, ante un momento de intimidad con la naturaleza donde la artista del lugar busca que cada visitante encuentre su veta creativa a través de la cerámica.

El alojamiento tiene diferentes modalidades: La Gertrudis es una casa familiar, El Tuntuque es un refugio de la vida silvestre y Camilo cuenta con cabañas y camping con piscina. Las actividades vinculadas a caballos están a la orden del día en Familia Quiroga. Allí es posible cabalgar por los parajes de Altamira o elegir los paseos en sulky del Cumpita por las calles de tierra bajo la sombra de añosos sauces y terminar compartiendo folclore y cocina regional en el Bar Los Abuelos. La propuesta incluye además otras actividades al aire libre como senderismo, trekking y avistaje de aves.

Donde el barro se hizo carne

Los que nacieron allí buscan recuperar las riquezas del antiguo pueblo de Pareditas. Por ello varias familias armaron un grupo para trabajar con el turismo y así poder compartir sus orígenes, sus historias.

Pequeñas casas de paredes de barro, herencia de pueblos originarios y de la colonia (característica que le da el nombre al circuito) son el eje de esta ruta que rescata el pasado patrimonial a través de diferentes opciones. El paseo puede hacerse en auto, pero es una buena alternativa llevar bicicletas y aprovechar las arboledas, algún encuentro con los vecinos mientras se respira tranquilidad.

Uno de los primeros atractivos con los que cuenta la senda es el tour de bares. Se puede recorrer pulperías, barcitos y almacenes de antaño, hoy recuperados, que buscan transmitir amistad y buenos momentos. Quizá deba comenzar por ése que también remite a un museo, es de 1890, y no cuesta nada trasladarse a los días de su fundación. Será oportuno seguir por algún otro, tipo bodegón tradicional donde se comparte un vaso de vino en las mesitas o en la barra, donde también se pueden comprar víveres.

El cine -declarado patrimonio cultural- se suma a este recorrido y mantiene el aroma a celuloide en sus butacas aunque no funciona como tal, sino más bien como milonga. Luego, La Estafeta bar y centro cultural, da cuenta de la importancia que se le daba y se le da al arte por allí. Es sede de festivales de fotografía y artes callejeros. De hecho, durante Semana Santa se realizará un encuentro de muralistas convocados para que pinten las paredes de casas y comercios, contando, a través de sus obras, la historia de la vieja Ruta 40.

El almuerzo se sirve en una cocina nómada, por lo tanto no hay un restaurante sino que se le solicita el servicio a los prestadores. Y a poco llegarán con cacerolas, fuegos y productos frescos de recolección que asombran, como enormes hongos de álamo que ocupan un plato entero, junto a verdes de época y tomates recolectados minutos antes de consumir.

La olla de hierro a fuego lento con carnes como el choique, por ejemplo, que durante varias horas demorará el manjar; quizá puchero a base de verduras de la zona o humitas en época de maíz. La filosofía gastronómica yace en el rescate de la cocina tradicional de los pueblos originarios, donde devuelven al paladar sabores como el arrope hecho de varietal de Malbec y el ñaco, una harina de maíz y trigo tostada; ambos se sirven con manzana asada y nuez siendo un postre verdaderamente regional. Pueblo Barro es más que un día de turismo, es una experiencia única.

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