Así como de la nada, aunque sin perder la ocasión de ser noticia, el humorista Carlitos Balá se apareció sorpresivamente el pasado viernes en un sanatorio porteño del barrio de Recoleta, donde vive, y pidió visitar a los enfermos. “Vengo a traerles un poco de alegría”, dijo, a sus 90 años, el cómico infantil.
Eran casi las tres de la tarde y lo primero que pidió fue ver a los niños quienes, por supuesto, no lo conocían. Sin embargo, los enganchó enseguida con un par de morisquetas y les arrancó varias carcajadas.
Después anduvo recorriendo diferentes salas del centro médico ante la sorpresa de todos los pacientes, que no podían creer lo que veían, pero todos se levantaban de sus camas para acercarse a él, tomarse alguna foto y festejar sus ocurrencias.
Anduvo por todos lados, según contaron los médicos del sanatorio, hasta visitó a los pacientes oncológicos y les cambió el ánimo, aunque más no fuera por un momento.
Su gesto altruista duró más de cinco horas, permaneció en el hospital hasta pasadas las 8 de la noche, y la noticia la difundieron los propios médicos, enfermeros y acompañantes de pacientes en las redes sociales donde se multiplicaron las fotos.
Desde que cumplió los 80 en 2005, Balá pareció iniciar un camino ascendente decidido a recuperar su popularidad de antaño y no sólo se acopló a Piñón Fijo en sus giras sino que fue invitado especial en el programa de Panam y empezó a aparecer en cuanta emisión televisiva tenía la ocasión, desde “Justo a tiempo” con Julián Weich (donde reinauguró el “chupetómetro”) hasta dar un show en una iglesia evangélica y ser designado
Personalidad Destacada de la Cultura en la Ciudad de Buenos Aires en 2011.
Ese mismo año la Línea 39 de micros porteños puso su imagen en los vidrios como regalo a su cumpleaños número 86 y la ceremonia de los Martín Fierro le entregó un premio a su trayectoria.
Evidentemente ya no le falta nada. Hasta cumplió con el ritual argentino de visitar este año al Papa Francisco y fotografiarse con él haciendo los gestitos con los que viene haciendo reír hace 70 años.