Caras de piedra - Por Jorge Sosa

Caras de piedra - Por Jorge Sosa
Caras de piedra - Por Jorge Sosa

Ayer estaba como cenicero de moto, como timbre de panteón, como placard de nudista y me puse a leer los diarios, actitud masoquista que alguna vez voy a tener que confesarle a mi psicólogo para que él no me dé la razón. Abrí un diario y me encontré con una foto que me hizo repasar los rostros esculpidos en piedra que andan por el mundo.

Lo primero que se me vino a la mente fue la esfinge de Gizeh, la de las pirámides, esa con cuerpo de león y cara de rotario. No, no, con cuerpo de león y cara, al parecer, del faraón Kefrén. La que ahora se ve con la nariz un tanto achatada como boxeador después de la centésima pelea. Realmente es impactante la esfinge.

Y se me dio por pensar en otros rostros tallados en piedra que han ganado trascendencia. Recordé que el planeta Marte hay una formación rocosa con forma de cara de muchos kilómetros de extensión a la que muchos llaman la esfinge de Marte. Hay quienes creen que es la obra de seres inteligentes. Bueno, muy inteligentes no deben ser si se han gastado una punta de años de una punta de marciano para esculpir una simple cara que mire al universo. Pero bueno, ahí está.

Pensé también en el monte Rushmore, en Dakota del Sur de la Usa que nos usa, donde están esculpidos en granito los rostros de Washington, Lincoln, Jefferson y Roosevelt. También pensé en los rostros de los emperadores romanos que quedaron esculpidos en piedra para siempre y recaí en los rostros de piedra de las civilizaciones de nuestro continente antes de que Colón viniera a jodernos la salvaje armonía.

Recordé las grandes caras que los Chibchas colombianos sembraron a orillas del Río Magdalena y que aún nos siguen mirando como diciendo ¿qué hicieron con nosotros?. Me fui un ratito con mi imaginación a los enormes mohais, gigantes trabajados con piedras volcánica de la Isla de Pascua, con esos rostros de ojos saltones como yo, sus extraños sombreros y una expresión que ha dado lugar a las más diversas teorías para explicar su existencia, desde las rituales hasta las extraterrestres.

Recordé los rostros de Chichén Itzá, algunos con misteriosos semblantes, en actitud de llamada, de mensajes que nunca recibiremos por teléfono celular. Recordé también los rostros grabados en piedras de las antiguas culturas de Cavín o de Nazca, los cántaros con rostros incaicos y de tantas culturas aún en nuestro país.

Y también recordé otros que fueron tallados por la sorprendente mano de la naturaleza, cuando modeló al Señor de la Peña en La Rioja con un curioso parecido a Jesucristo, recordé la Cara del Indio de El Bolsón. Y me dije, mirando aquella foto del diario: una cara de piedra muchas veces depende de la imaginación del caminante, porque caminando nuestra montaña, si uno mira con ojos teñidos por la imaginación, seguramente podrá descubrir muchos rostros, incluso algunos familiares, algunos de nuestro entorno de cariño o de desprecio.

Sí, muchos rostros de piedra evoqué al ver aquella foto en el diario de ayer. Ustedes preguntarán ¿qué rostros de piedra estaba mirando en esa foto que me hizo repasar la historia del hombre desde el megalítico hasta la actualidad? ¿Qué foto actual fue la que me despertó el repaso de tantas caras de piedra? Pues muy simple: las fotos de los empresarios y políticos involucrados en la mega causa de los cuadernos.

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