Empezar ganando casi desde el vestuario tiene un plus que puede ser decisivo para el resto del encuentro. La confianza suma refuerzos para sostener sus columnas y se sabe que las dudas son malas compañeras. A Maipú le pueden preguntar por esto de lo que hablamos. Golpeó rapidito en el amanecer del capítulo inicial y controló el resto de la etapa, aún cuando Estudiantes (SL) tuvo mayor posesión de balón.
¿Qué hizo el Cruzado para sostener su estrategia? Le cerró los caminos al local; lo dejó jugar en mitad de cancha y lo presionó sin tregua en su campo. Lo obligó a centros sin destino y desde ahí buscó feroces contragolpes para ampliar la diferencia. Inteligente Daher para darle buen destino al balón, comprometidos todos para correr siempre y Veliez imparable.
Así fue encontrando buenos momentos a lo largo de la etapa y tuvo su premio cuando casi sobre el cierre amplió la ventaja el Cepillo Sánchez. Con este gol, Maipú sumaba un factor inesperado a su plan para sostener el triunfo, el fastidio de los hinchas locales, quienes avisaron, apenas terminado el primer tiempo, que su paciencia se había agotado.
El Gringo Sperdutti, leyendo que el ingreso de Distaulo buscaba amplitud en ataque y lanzamientos largos, mandó a Sánchez sobre Díaz (el encargado de dar el primer pase), anuló esas intenciones y adormeció el juego del local, que siguió con algunos lanzamientos al área. Nunca Estudiantes estuvo cerca de discutir el triunfo a la visita.
Daher y Veliez, junto a Pérez Tarifa, fueron las claves de la ofensiva mendocina. Ante tal escenario, algunos inadaptados se treparon al alambrado y el partido estuvo suspendido.
Todo a pedir del Botellero, que desde ese momento casi no pasó sobresaltos y abrochó un triunfo que lo deja bien parado para lo que vendrá. En una cancha difícil, frente a un rival necesitado, exhibió sus pergaminos de equipo serio y con pretensiones, sacó pecho y pisó fuerte, dejando su huella. Era una prueba de carácter y sumó un aprobado que enciende la ilusión de todos.
