Capitanich, otra frustrada expectativa de cambio

La estructuración ministerial que Cristina Fernández de Kirchner realizó poco después de la derrota electoral de octubre, movilizó en buena parte de la población la esperanza de un cambio de gestión de estilo del kirchnerismo. Lo que más alentó esa posibi

Capitanich, otra frustrada expectativa de cambio

La expectativa por el cambio era grande porque la Constitución Nacional le otorga al jefe del Gabinete de ministros la responsabilidad de comandar la administración general del país, además de ejercer todas las demás funciones y atribuciones que le delegue el presidente de la Nación.

Es, además, un portavoz o nexo importante entre el Ejecutivo y el Congreso, ya que debe concurrir, al menos una vez por mes, alternativamente a cada una de sus cámaras, para informar sobre la marcha del gobierno, una exigencia constitucional que pocas veces cumplieron religiosamente jefes de gabinete anteriores, desde 1994 a la fecha.

En el contexto nacional de fines del año pasado, con la presidenta de la Nación convaleciente de una delicada operación y el Vicepresidente neutralizado al ser sospechado de corrupción, la designación de un gobernador con elevado nivel de aceptación popular en su provincia y con trayectoria en cargos nacionales (fue jefe de gabinete del presidente Duhalde durante la crisis de 2002) generaba aires de cambio.

El contacto diario del nuevo funcionario con los periodistas fue muy bien evaluado. Sin embargo, las inevitables crisis sociales derivadas de una política económica alocada no tardaron en atentar contra la buena voluntad expresada por Capitanich.

Entonces, las idas y vueltas y contradicciones comenzaron a ser moneda corriente y fue así como funcionarios aferrados al kirchnerismo desde hace mucho tiempo, supuestamente subordinados a Capitanich, salieron a desmentir o a relativizar anuncios efectuados por éste, quien en poco tiempo fue perdiendo el crédito político con el que llegó.

A poco de asumir su cargo, el jefe de gabinete mejoró -según encuestas oficiales- sensiblemente su imagen pública, pero luego de la crisis de saqueos, cuando comenzaron las contradicciones con los demás ministros, los números descendieron abruptamente.

La crisis energética y la escalada inflacionaria acentuaron las diferencias. Y desde ese momento es permanente el control previo de lo que debe decir en público por parte de Cristina Fernández de Kirchner.

Es lamentable que el kirchnerismo siga dilapidando posibilidades de llevar a cabo una transición ordenada al 2015.

En gran medida eso hubiese sido posible si desde el mismo seno del Gobierno no hubiesen derribado el estilo de diálogo que se insinuó con el nuevo jefe de Gabinete. Y así, toda la experiencia y supuesta capacidad política de Capitanich quedó destruida en semanas, fruto del empecinamiento del oficialismo en no aceptar errores ni consejos.

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