El terremoto puso a prueba la capacidad de reacción de la flamante presidenta Michelle Bachelet, quien cuatro años atrás enfrentó con errores un fenómeno similar. Apenas tres semanas después de asumir su segunda presidencia, a Bachelet le tocó de nuevo el martes encarar un fuerte terremoto que deja hasta ahora seis fallecidos y dos desaparecidos.
Bachelet se instaló en el palacio de La Moneda para monitorear los daños y, a pocas horas del sismo, decretó zona de catástrofe en las regiones de Arica y Tarapacá, adonde envió a dos jefes de las Fuerzas Armadas para “tomar el mando del orden público y evitar situaciones de saqueo y desorden”.
Su decisión y firmeza contrastaron con la lentitud e indecisión que mostró en 2010, al final de su primer gobierno, cuando Chile sufrió un terremoto de 8,8 grados en las escala de Richter, seguido de un tsunami que dejó más de 500 muertes y 30.000 millones de dólares en pérdidas.
Entonces, Bachelet recibió muchas críticas por la tardanza en enviar ayuda y militarizar las zonas afectadas en el centro sur de Chile, donde el saqueo era generalizado.
En cambio, la reacción del gobierno en esta ocasión, que mostró “celeridad y eficiencia” en las primeras horas tras el sismo, “demuestra cierto aprendizaje, y que la presidenta y su equipo internalizaron algo de la experiencia de 2010”, dijo el profesor de la Universidad de Santiago de Chile, Marcelo Mella.
Marta Lagos, directora de la firma de sondeos Latinobarómetro, también afirmó que “a diferencia del terremoto del 27 de febrero de 2010, cuando Bachelet actuó espontáneamente, esta vez mostró una actitud presidencial, porque ella se informó y envió a sus ministros a hacerse cargo de este terremoto y luego actuó”.
A primera hora de ayer, la presidenta se desplazó a Iquique, la zona más afectada, y anunció que sobrevolará las áreas dañadas.
El terremoto y tsunami de 2010 dejaron una herida en la presidenta socialista. Días después de la tragedia, Bachelet no pudo aguantar el llanto durante una entrevista radial, en la que reconoció estar muy “consternada y dolida”.
Esa noche, la presidenta compareció ante los medios para descartar un alerta de tsunami, en base a unos informes técnicos del servicio oceanográfico de la Armada, que después resultaron ser erróneos.
Muchas personas que la oyeron regresaron a zonas bajas cercanas a la costa y fallecieron arrastradas por las olas del tsunami. Pero aun así su altísima popularidad se mantuvo intacta.