París. Los viajeros frustrados en toda Francia se toparon ayer por segundo día consecutivo con un caos en el transporte, mientras los sindicatos trabajan para lo que esperan sea una larga protesta contra los planes del presidente, Emmanuel Macron, para rediseñar el sistema nacional de jubilación.
La mayoría de los trenes pararon, incluyendo los del metro de París y los atascos se multiplicaron en las carreteras de todo el país.
El Palacio de Versalles cerró y el Museo del Louvre advirtió a los visitantes que podrían encontrarse con demoras y algunas galerías cerradas. La Torre Eiffel volvió a recibir turistas, pero éstos no se salvaron de sufrir las consecuencias de las protestas.
"Llegué a París hoy, pero llevo dos horas intentando encontrar un autobús o un tren", dijo Zaeen Shoii, de Pakistán, en la estación Gare de l'Est.
"Pero todo está demorado, así que ahora estoy esperando al próximo autobús".
Envalentonados por la mayor muestra de descontento público en años, los sindicados anunciaron nuevas protestas, "intergeneracionales" y a nivel nacional, para el martes contra una reforma que ven como un ataque a los derechos conquistados por los trabajadores.
Llamado a más protestas
Al menos 800.000 personas se manifestaron en todo el país el jueves dentro de una huelga que cerró escuelas y algunos servicios públicos y alteró el funcionamiento de hospitales y refinerías.
La policía disparó varias rondas de gases lacrimógenos y los manifestantes prendieron fuegos en el este de Paris.
La mayoría de las movilizaciones fueron pacíficas y la violencia de los radicales no desanimó a los sindicatos para llamar a toda la sociedad francesa a unirse a las marchas la próxima semana.
Macron está decidido a seguir adelante con una de sus medidas clave, los cambios en el complicado y relativamente generoso sistema de pensiones francés, para transformar la economía.
Reforma previsional
Quienes se oponen a la reforma temen que los cambios en cómo y cuándo podrán jubilarse los trabajadores amenace el estilo de vida francés y les haga trabajar más años por una pensión más baja.
El gobierno de Macron lleva meses negociando con sindicatos y otros colectivos, pero no hará públicos los detalles del plan hasta la próxima semana.
El ejecutivo dijo que no cambiará la edad oficial de jubilación de 62 años, pero se espera que los cambios animen a la población a trabajar por más tiempo.
La incertidumbre en torno a las repercusiones de la reforma está alimentando los temores de la gente. Las encuestas sugieren que la mayoría de los franceses respaldan la huelga y el movimiento de protesta, al menos por ahora, con la esperanza de que empuje al gobierno a prestar más atención a las preocupaciones de los trabajadores.
Alrededor de siete de cada 10 franceses trabajan en el sector privado, y las huelgas son principalmente en el público, pero los cambios en la jubilación afectarán a todos por igual, y en las movilizaciones del jueves había gente de ambos campos.
Quienes tenían que moverse por la región de París y los padres que trataban de llegar al trabajo y a la escuela el viernes tenían sentimientos encontrados sobre los paros y la reforma. Algunos caminaban bajo una fina lluvia mientras que otros que viven fuera de la ciudad, pasaron la noche en hoteles en París.
"Lo entiendo, la huelga es un derecho constitucional, pero debería haber al menos servicios mínimos (en el metro)", lamentó Mira Ghaleni, quien trataba de llevar a su hijo a una escuela en el este de la ciudad. "Esto es realmente un desastre para la gente, y los políticos deberían hacer algo porque ya hemos tenido suficiente. Un día está bien, pero creo que durará más".
Eric Dao, que vive en las afueras de la capital, logró subir a uno de los pocos trenes regionales a la ciudad, aunque llegaba tarde.
"La huelga está justificada porque es necesario encontrar mejores soluciones sociales", afirmó.