Mendoza tiene arte en sus decires cotidianos, esta es una tierra que despierta la creación y muchos se animan a describirla en pinturas, poesías, danzas y fundamentalmente en cantos.
Hay varias canciones que identifican a los mendocinos, que le ponen nuestra impronta al canto nacional. Podemos citar a “Cochero ‘e plaza”, que es conocida en todo el país. Me tocó alguna vez cantarla junto a Pocho Sosa en el Festival de Cosquín y me sorprendí al ver que el público, de distintas regiones, la cantaba; también “Virgen de la Carrodilla”, ambas del inolvidable Hilario Cuadros.
“Póngale por las hileras”, del recordado Félix Dardo Palorma, también es un espacio frecuentemente utilizado por conjuntos y solistas.
Humildemente, la canción que alguna vez construimos con Damián Sánchez, “Otoño en Mendoza”, podría interpretarse como una referencia obligada de los mendocinos.
Pero hay una que debe ser la más cantada, la más repetida: la Marcha de la Vendimia, que muchos conocen por ese nombre aunque en realidad su título es “Canto a Mendoza”. Suena y resuena en la temporada vendimial, en fiestas distritales, en fiestas departamentales, en programas de radio y televisión, y en cuanto acto esté ligado a nuestra fiesta mayor; y por supuesto, en Vía Blanca, Carrusel y Fiesta Central.
Uno termina como empachado del “Canto a Mendoza”. Después no suena más en todo el año, pero le bastan esas semanas de festejos para ser la canción de Mendoza más difundida en la provincia.
Vaya el reconocimiento a sus autores, que rara vez son nombrados, quiero decir Guillermo y Horacio Pelay, y a quien le puso música, Egidio Pittaluga. Los orígenes arrancan desde la intención inicial de la primera fiesta de 1936, que dispuso entre sus atractivos la celebración de un concurso en busca de la canción vendimial. Pero recién en 1946 se conoció esta composición con el nombre “Canto a Mendoza”.
Tiene distintas versiones. La primera grabación estuvo a cargo de Hugo del Carril y por supuesto que no aparecía el nombre del departamento Malargüe, que aún no había sido creado. La que actualmente escuchamos, como versión oficial, fue realizada en los estudios discográficos Odeón de Buenos Aires, con la orquesta de Francisco Canaro y la voz del intérprete de tangos Alberto Arenas.
En 1989, los Niños Cantores de Mendoza lanzaron su versión; hubo otra de 1991 con la Orquesta Filarmónica de Mendoza y el Coro Universitario; también se conoce una propuesta de Nacencia, el grupo que creó y dirigió Daniel Talquenca; en el 2001 Lito Vitale hizo su versión instrumental; y los queridos Mario Mattar y Sergio Embrioni dieron a conocer la suya en el 2006.
Gran parte de la letra es una evocación a los departamentos que constituyen la provincia. “A Luján, Las Heras, Rivadavia y Tunuyán...”. Es curioso: no nombra al departamento de Capital: dice “un rumor de acequias va arrullando a la ciudad”, podría interpretarse como una alusión al departamento capitalino, pero no lo nombra directamente.
Su letra es muy simple y expresa cosas importantes, como que Mendoza es “la tierra del sol y del buen vino”, la de los Andes infinitos, la de las dulces mendocinas, la que acunó la libertad. Ha sido escuchada hasta el cansancio en estos días. Es como un himno de nuestra tierra. Es, sin duda alguna, nuestra canción.