A lo largo de un año, ladrones se ensañaron con una finca de Maipú, atacaron innumerables veces y se llevaron caños valuados en más de 2 millones de pesos, aunque en el mercado negro los hayan revendido en solo unos cuantos miles. Los propietarios, casados y frustrados, decidieron levantar toda la estructura que protegía del granizo a sus 10 hectáreas de olivo.
La familia Fernández, la misma que fue víctima del robo de más de 7 mil kilos de ciruela el año pasado en otra de sus plantaciones en el mismo departamento, adquirió a mediados de los 90' una finca casi en estado de abandono en la calle Zanichelli, entre el carril Urquiza y el canal Pescara, de Coquimbito.
Mediante un crédito del Fondo para la Transformación lograron levantar una estructura con caños de perforación para malla antigranizo. Esa valiosa estructura, valuada hoy en unos $12 millones, fue el foco de los robos. "Desde julio del año pasado, viene cortando los tensores y cortando los caños", resumió a Los Andes Natalia, una de las propietarias de la plantación.
"Hemos intentado de todo para frenar los robos: decenas de denuncias a la Policía, vigilancia durante la noche, perros. Pero nada los detiene, esperan el momento que no hay nadie para robar. No podemos estar las 24 horas del día parados en la finca", dijo resignado Natalia.
Esta protección le permitía a la familia Fernández vender una aceituna muy preciada, ya que no tenía marcar de granizo. "Era la única de la zona con malla", sentenció la mujer. Sin embargo, agotados de los robos "a goteo" los llevó a tomar la decisión de levantar con una retroexcavadora toda la estructura que cubría las 10 hectáreas.
"Los ladrones desmantelaron en total más de dos hectáreas, una pérdida de más de 2 millones de pesos. Pero si ahora queremos volver a montar todos los caños y reponer todo lo robado tendríamos que pensar en una inversión de alrededor de $ 12 millones", explicó Natalia.
La damnificada además agregó que no han sido las únicas víctimas, el propietario de la finca de al lado, de unas 30 hectáreas "se hartó y directamente levantó la finca, le robaron hasta los espalderos".
Todo lo robado es fraccionado y vendido en mercados paralelos y minoristas. Los caños "los cortan y los venden en 'racimos' de 5 metros", sentenció Natalia. La malla en sí, gran parte terminaba rota tirada en el piso de la finca, los pocos metros que se llevaban "los ofrecían a pequeños productores de la zona". Mientras que la madera se presume que termina siendo comercializada por kilo como leña.