La historia sostiene que "Cano" es un club de barrio, de origen humilde, que logró un crecimiento infraestructural y deportivo sin precedentes para la época. Eso es el Club Cano. Porque sus vecinos bien sabían que el patrimonio que le podían dejar a sus hijos debían forjarlo en materiales y bases fuertes, para que perdurara aún para el uso y entretenimiento de sus nietos.
Estamos hablando de la década del 50. Los libros señalan que el Club Social y Deportivo Guillermo Cano nació en 1951. Pero, todo arrancó en 1935 cuando los arquitectos Manuel y Arturo Civit presentaron en el primer Congreso Argentino de Urbanismo su proyecto de Casas Colectivas.
Dos años más tarde, el gobernador Guillermo Cano colocó la piedra fundamental de las Casas Colectivas para obreros y empleados del Estado en Boulogne Sur Mer de Ciudad. Fueron inaugurados 600 departamentos de 1, 2, 3 y 4 habitaciones, organizados en 142 monoblocks.
Años más tarde se construyó un playón deportivo. Sin embargo, recién en 1947, un grupo de jóvenes residentes del Barrio Cano tuvo la idea de crear un centro con fines culturales.
Entre los objetivos que se proponían se destacaban, entre otros, crear una biblioteca, cursos, música y lo más llamativo: crear un cuadro de básquetbol para jóvenes del barrio, femenino y masculino. En 1951, nace el Club Social y Deportivo Barrio Cano, cuyo deporte más fuerte es el básquetbol.
En el año 1969 el Club Cano se adueñó del básquetbol mendocino. Fue campeón absoluto de la temporada que organizó la Asociación Mendocina de Básquetbol. Y como plus, ganó el Torneo Confraternidad Internacional "Semana de Chile".
Fue un equipo que más allá de su juego se caracterizó por su particular vestimenta: pantalón blanco con lunares azules; camiseta tricolor a rayas (celeste, blanco y rojo) con un escudo del Topo Gigio; medias tres cuartos: una de color azul y la otra de color roja; zapatillas pintadas con motas de colores, una con cordón azul y la otra zapatilla cordón rojo.
Otra de las particularidades de este plantel que quedó grabado a fuego en la historia del básquetbol mendocino fue que durante varios encuentros, los jugadores de las "casas colectivas" ingresaron a la cancha atravesando un aro de 2 metros de diámetro cubierto con papel y leyendas alusivas. También, sus jugadores, solían repartir claveles a las damas presentes en cada uno de sus partidos.