Por Leonardo Rearte - lrearte@ losandes.com.ar
A)
La receta es la siguiente: primero, poné una música de fondo un tanto épica. ¿Que cómo es? Es una musiquita de película, de tipos heroicos, del muchacho bueno que al final, hasta salva a la chica y todo. De Coldplay, por ejemplo. O una orquesta tipo John Williams, el que hizo la banda de sonido de Superman y Star Wars.
Pero sigamos con la preparación: después, usá frases tipo carteles motivacionales de Facebook, que son como las de los libros de autoayuda pero más cortas y cancheras. "Las propuestas son el cambio" o "Construyamos sobre lo construido" o "Cambiemos la o por la y". Es como cuando ves a lo lejos el césped del parque San Martín: a primera vista parece bueno, pero cuando te acercás, tiene pozos por todos lados.
¿Qué estamos buscando? Que el tipo, el producto, el presidenciable, parezca un hombre común y corriente, que tome mate, que se ría mucho de lo que le dice el vecino (al parecer la gente cuando ve a un candidato se abalanza sobre él y le dice: "¿sabés el del lorito que le repetía a la suegra...?.").
También, en otra escena, que simule hablar relajado temas de ascensor (el clima, el fútbol, dónde queda tal o cuál calle). Sí, que simule, total, de fondo suena la musiquita, con un locutor mesiánico o el mismo candidato haciendo de locutor mesiánico. Y que escuche con mucha atención a los vecinos, casi, casi, como si le importara.
Necesitamos muchos primerísimos primeros planos, nada de corbatas y buena cantidad de besos y abrazos. Estos, mayormente, los espolvoreamos al final del spot.
Como dijimos, siempre hay un discurso grandilocuente de fondo (ese tono que sólo se usa en este tipo de comerciales o en los de las cervezas en el mundial, avisos que nos dicen que justo ese mes somos el país más grosso de la Tierra).
Hay que hablar mucho sin decir mucho: conceptos como producción, familia, deporte, que siempre quedan bien. ¿Acaso alguien va a estar en contra de la producción, la familia o el deporte?
Listo, ya tenemos terminado nuestro aviso. No importa que quede igual al del otro candidato o al del otro. ¿Acaso las publicidades de los jabones en polvo o el de las cremas anti-age no son todas iguales? ¡Y mirá qué bien se venden los jabones en polvo o las cremas anti-age!
B)
Hoy mandan los asesores. Y encima, los asesores de imagen. Por lo tanto, es más importante de qué color es la corbata con la que se hace la ronda por el conurbano, que de dónde viene el financiamiento para las colosales campañas.
Me llamó la atención que ningún opositor, por ejemplo, hablara en sus comerciales de la silla vacía en el debate presidencial. Después me acordé de Eduardo Angeloz, quien basó la campaña final contra Menem en su faltazo al careo de los candidatos y perdió como un campeón (me imagino que no por eso, pero bueh).
Hay conceptos que, al parecer, rinden y otros no. Si no pregúntenle a Carrió cómo le fue enfocando todo su discurso sobre el eje de la corrupción. Quizá por eso, los spots tampoco se centran en la (supuesta) honestidad del tipo que pone la carompa en la boleta.
Lo dicho: hay temas que garpan (los planes, la estabilidad, las cuotas) y otros que no (la ética). Y si hay algo que obsesiona a nuestra clase dirigente es siempre ir detrás del garpe. Como la mosca al desecho.
C)
Resulta que algunos de los tipos más inteligentes y creativos que el mundo conoció desprecia, por cosas como éstas, el carácter dictatorial de las encuestas y los sondeos de opinión.
Por ejemplo, muchos ubican el principio de la debacle de las ideas de Hollywood, en la hora que alguien dijo: "No dejemos que los directores y guionistas talentosos decidan cuál es el mejor final de la película. Pongamos en la sala A un final; en la B, otra, y veamos con cuál la gente llora más. Y ése queda". Así es como todas las cintas terminan igual, con el muchachito bueno salvando a la chica. Y un beso justo antes de los títulos.
Este tipo de recurso, hacer exactamente lo que los sondeos de opinión supuestamente reclaman, ha sido perjudicial para otras industrias. Alguna vez Henry Ford dijo: "Si le hubiera preguntado a la gente qué quería, en vez de inventar un Ford T hubiera hecho un caballo más rápido". Steve Jobs, el factótum de la empresa más poderosa del mundo, para lanzar sus nuevos productos daba la misma importancia a los sondeos de opinión que al horóscopo. ¡Ninguna!
Y en política, las encuestas mandan más que los mandatarios. Si los analistas sostienen que los conceptos económicos como "recesión" o "disparidad cambiaria" son demasiado complejos para las comunicaciones, se optará por mostrar niños y banderitas celeste y blanca. Así es como llegamos a estos avisos, todos igualitos, prolijos, como salidos de una película yanqui, justo en la parte en el que presidente gringo se encuentra con su pueblo, tras haber salvado la humanidad de un ataque intergaláctico.
A mí me gusta que los políticos hablen de las cosas. Que la propuesta sea más que un concepto vacío. Que la política no sea tan políticamente correcta como para que todos los avisos de los candidatos se parezcan tanto, pero tanto, entre sí. Como los de jabones en polvo o cremas anti-age.