Cáncer del cuello uterino HPV y Papanicolaou

Cáncer del cuello uterino  HPV y Papanicolaou

Esta semana murió otra mujer por cáncer de cuello uterino. Es un caso que se suma a los muchos ya existentes. Marta tenía 52 años.

Recientemente se la veía vital y dinámica al cuidado de su familia. Era casada y madre de tres hijos adolescentes. Su deceso fue una tragedia personal, familiar y social dado su carácter de  ”mujer-madre”. Como médica tuve acceso a su historia clínica. Marta había sido asistida en el sector médico público. Periódicamente se le había hecho su examen de Papanicolaou cuyo resultado era reportado como negativo. El último examen realizado en un centro privado fue hace ocho meses y su resultado  también fue clasificado como negativo.

Obviamente, este resultado fue “falso negativo”. Marta perdió la oportunidad de ser diagnosticada precozmente de cáncer y le costó la vida.

El cáncer de cuello uterino es un proceso crónico que  tarda cerca de 10 años en desarrollarse. Las razones de los resultados falsos negativos y por qué Marta no fue diagnosticada todos estos años son numerosas y escapan al objetivo de esta nota.

Episodios como el relatado, desgraciadamente, son habituales. Sin embargo hasta ahora no se han tomado medidas radicales de política sanitaria para corregirlos. Varias veces a través de este diario, con proyectos presentados inclusive a nivel legislativo, hemos señalado las deficiencias del método de Papanicolaou y la necesidad de implementar soluciones efectivas.

El Papanicolaou es un método para la detección de lesiones precancerosas y cancerosas del cuello uterino; data del siglo pasado, hace unos  70 años, el cual ha cumplido un rol meritorio en los inicios del diagnóstico precoz. Sin embargo tiene limitaciones vinculadas a todo método morfológico operador dependiente. Su implementación requiere extremada minuciosidad, intensivo entrenamiento y estricta disciplina profesional. Los errores operativos  e interpretativos son frecuentes por lo que muchas lesiones no son diagnosticadas. La gravedad y frecuencia de estos errores diagnósticos ha obligado a diversos países a regular legalmente la implementación de estos métodos.

Estas regulaciones incluyen control de calidad en todas las fases de su desarrollo: desde la toma del material, la calidad de los reactivos, condiciones instrumentales y calificación periódica de los profesionales. Esta última es condición sine qua non para todo centro de diagnósticos confiable. Sin embargo en esos países donde se cumplen esas premisas de control, los índices de diagnósticos falsos negativos por Pap permanecen sobre el 50%. El diagnóstico morfológico (citología, anatomía patológica, mamografía, ecografías y otros) es como un piso enjabonado, muy resbaladizo. Imaginemos este escenario en nuestro país donde no existen laboratorios organizados, menos aún un sistema de control de calidad. En nuestro medio, el resultado de estos estudios está vinculado con el entrenamiento, el compromiso de cada profesional y con la buena suerte.

Por lo tanto, ¿qué hacer?

El cáncer de cuello uterino es causado por el virus del papiloma humano o HPV, descubierto por el Dr. Harold zur-Hausen, ganador del Premio Nobel de Medicina en 2008.

Estamos en el siglo XXI. Es la era de la medicina molecular y afortunadamente ésta nos ofrece una poderosa herramienta científica para detectar el ADN virus HPV oncogénico, incluso en fases iniciales cuando la presencia del virus es silenciosa. Eso ya está a nuestro alcance. La precisión diagnóstica sería de extremo valor en nuestro medio si se aplicara conjuntamente la detección de ADN de virus HPV con el Pap. Numerosos errores y muertes de mujeres serían prevenidas.

La infección por HPV en general ocurre en la adolescencia con una prevalencia estimada de 3 cada 4 mujeres. Aquellas mujeres que se infectan con HPV oncogénico tipos 16 y 18 u otros, tienen entre 15% y 20%  de probabilidad de desarrollar un cáncer. Este método de diagnóstico molecular nos permitiría tener un registro de aquellas mujeres portadoras del virus HPV oncogénico que requieren supervisión y tratamiento intensivo antes de que desarrollen un cáncer. Es decir, tendríamos el “registro de nuestra población de riesgo”. Esta posibilidad es maravillosa y por ser esta enfermedad un proceso lento nos ofrece un largo período de varios años para detectarlo en sus fases iniciales.

En la Argentina, el examen de Papanicolaou no está reglamentado. El sistema de salud es permisivo. Los laboratorios están en general conformados por un profesional único de cuyo solo criterio depende el diagnóstico, tanto a nivel privado como en los hospitales y centros de salud. A su vez, el profesional en cuestión suele carecer de un riguroso entrenamiento y tampoco es evaluado periódicamente. El número mensual de muestras en cada laboratorio es en general muy escaso y no alcanza el volumen necesario para mantener la agudeza diagnóstica de los profesionales.

La decisión política de implementar métodos de diagnóstico molecular es imperativa. Con ella se beneficia directamente a todos los ciudadanos ya que incrementa la precisión diagnóstica en estadios tempranos disminuyéndose significativamente la tasa de falsos negativos. En resumen, salvaría una enorme cantidad de vidas.

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