Estando en El Cairo, me interesaba ir al conocer el emblemático Canal de Suez. Tomé un bus en la gigantesca estación de la capital egipcia para recorrer los 140 kilómetros hacia el este por la Ruta 50. Es una solitaria cinta asfáltica que atraviesa el implacable desierto. El boleto estaba impreso en árabe y no sabía cuál era mi coche ni el número de asiento, ni el andén.
Mediante señas y con ayuda de una mujer amable que hablaba inglés, logré abordar a tiempo y en el micro correcto. Desde la ventanilla solo se apreciaba arena por doquier así que me entretuve con una vieja película de acción de Jean-Claude Van Damme hablada en árabe y subtitulada en inglés que puso el chofer. Dos horas después arribé a la ciudad portuaria de Suez que da nombre al canal y donde se inicia el recorrido de los barcos desde el Mar Rojo.
Es el segundo puerto más importante del país detrás de Alejandría. Un taxi me llevó a la costanera para observar esta estupenda obra creada por el hombre. Poco antes de arribar, el chofer señaló hacia un costado y creí observar un espejismo: un enorme buque carguero parecía navegar en medio del desierto ya que desde ese ángulo no podía ver el agua, solo arena y el barco avanzando entre las dunas. Una sorprendente ilusión óptica. Me bajé en el mirador de Canal Street que delimita el extremo sur. Hay parques y una mezquita que está muy cerca del puerto donde se observa perfectamente el ir y venir de las naves.
La construcción duró 10 años entre 1859 y 1869 cuando lo inauguraron oficialmente. La obra estuvo dirigida por el ingeniero y diplomático francés Ferdinand De Lesseps. Si los egipcios fueron capaces de erigir las pirámides 4500 años atrás seguramente excavar la arena para hacer un canal no iba a ser problema para ellos. Se necesitó una fuerza de trabajo de 1,5 millones de hombres y hubo un alto porcentaje de muertes durante las tareas. Gran parte de los 162 kilómetros que mide este cauce fue excavado a pala y a mano hasta que aparecieron las primeras máquinas dragadoras hacia la mitad de la obra. Con este paso marino se evitaba dar la vuelta a toda África agilizando así la comunicación y el comercio entre Europa y Asia.
Calor
Hacía mucho calor y el aire estaba seco, como siempre en Egipto. Me quité las zapatillas y para refrescarme hundí los pies en el Mar Rojo, el más cristalino que he visto hasta ahora. No en vano es el paraíso de los buceadores de todo el mundo. Observando el movimiento de la zona calculé un promedio de un buque cada 10 minutos con rumbo norte hacia Port Said, el puerto mediterráneo donde termina (o empieza) el canal. La travesía completa demanda unas doce horas de navegación. Tiene 100 metros de ancho en los sectores más angostos y discurre sobre terreno con muy poca inclinación ya que el Mar Rojo tiene solo 1,2 metros más de altura que el Mediterráneo . Eso lo distingue del Canal de Panamá donde la diferencia de altura del Lago Gatún con el Océano Pacífico y el Atlántico obliga a los barcos a nivelar su curso mediante la utilización de esclusas que los elevan o los descienden según la necesidad.
El mismo Ferdinand De Lesseps fue el impulsor del canal centroamericano de 82 kilómetros que fue inaugurado en 1914. La administración de Suez pasó por manos británicas y francesas hasta que el presidente Nasser lo nacionalizó en 1956. Desde entonces su uso genera grandes beneficios económicos al gobierno egipcio por el peaje que abonan las empresas navieras que lo utilizan. Otra curiosidad es que este cauce artificial de agua separó el límite entre los continentes de África y Asia que antes estaban unidos por tierra.
Después de un largo paseo por la costanera-mirador fui a beber un jugo de naranja bien frío al Café Tayeb para reponer energías. Muy cerca de allí se puede visitar el Museo Nacional de Suez con una sala dedicada al Canal donde explica su construcción con ilustraciones y planos. Esta ciudad es hoy un puerto estratégico de suma importancia. En la antigüedad era una parada importante para quienes peregrinaban hasta Tierra Santa ya que es la puerta de entrada a la Península del Sinaí. Tiene algunas playas cerca de la ciudad para disfrutar el mar y el sol pero no poseen la infraestructura de los resorts de otras ciudades de la zona que ofrecen actividades como buceo y snorkeling como sus principales reclamos turísticos.