Corría la década del 70 y en las baldosas del Club Mendoza de Regatas, deportistas de las distintas ramas del club del Lago, se juntaban todos los sábados a la tarde a jugar al fútbol. "Era papifútbol en su máxima expresión". Estamos hablando de deportistas de elite como Edgardo Garbín (tenis); Rafael Mascaró (básquet); Adolfo Mulleady; Claudio Capezzone; Enrique "Quique" Maimone, Jorge Grandía (natación); Gurí Acevedo y Pablo Manhic (remo), el maestro José Elespe. Nombres emblemáticos que formaron el primer equipo de fútbol de salón del Club Mendoza de Regatas. Sin dudas, la "cuna del fútbol de salón mendocino y del país". Porque el futsal llegó a Mendoza a través de los intercambios de los remeros del Lago con sus pares de Rosario, provincia de Santa Fe. Desde el Parque de la Independiencia, el club Newell's, llegaron las primeras reglas de este deporte que pasó a llamarse fútbol de salón, hoy futsal. El auténtico. El verdadero. El que no se rinde a los dólares que pueden llover desde AFA y FIFA.
Esa semillita que se sembró en el playón deportivo del Lago, 38 años después, tiene su máximo esplendor. Sus ramas tocaron el cielo e iluminan del deporte argentino y provincial. La Selección Argentina de FUTSAL, integrada por 8 jugadores mendocinos: Agustín López, Federico Pérez; Renzo Grasso, Marcelo Mescolatti; Luciano González; Diego Koltes; Gonzalo Pires y Nicolás Páez; y un entrenador, integrante del cuerpo técnico: Enrique Oropel, se consagró campeón del Mundial 2019 al ganar el Mundial de Misiones en forma invicta. Un hecho histórico para nuestra provincia. Mendoza, la capital del futsal mendocino, dejó su huella a nivel internacional. En lo más alto. Y estos nombres que a partir de ahora se escribirán en tinta de oro, se sumarán a la estrella que logró el arquero Gonzalo Zulueta, campeón del Mundo en 1994.
Más allá del logro deportivo, esta camada de jugadores mendocinos logró el reconocimiento de propios y extraños. Todos los niños goleadores jugaron a ser Diego Koltes. Dejaron de lado un ratito a Messi o Cristiano. El goleador de cada equipo en la canchita de la plaza, en el recreo de la escuela o en el fulbito de la esquina Koltes. El crack de Jockey Club. Y el que recibía el máximo premio no era Leo Ponzio o el mismo Messi, era el gran "Chelo Mescolatti", uno de los íconos máximos del deporte mendocino. Basta de Armani o Andrada, hoy ataja López o Fede Pérez. Todos queremos ser Grasso. Ese hombre que deja la vida en cada pelota. Estos emblemas del deporte mendocino superaron estos límites y se instalaron en la mesa de todos los amantes del deporte mendocino y argentino.
Los festejos continúan. Los reconocimientos no cesan. Serán eternos. Por esta razón, Más Deportes, quiso estar junto a los campeones del Mundo y ellos mismos, aún emocionados, comentaron sus sentimientos. El primero en recibir la pelota y la puso bajo su suela, fue Marcelo Mescolatti. Un caballero. "Es una sensación única consagrarte campeón del Mundo. Estamos viviendo un sueño. Después de mucho trabajo, mucho esfuerzo, el deporte tiene estas cosas. Parecía que se nos escapaba, sin embargo, intentamos, fuimos y logramos el empate para ir al suplementario. Hoy, estamos disfrutando del reconocimiento de toda la gente. Recibimos miles de mensajes a diario, de distintos rincones del país y de distintos lugares del mundo. La clave de este título es el proceso de trabajo que se llevó a cabo. Pasaron muchos jugadores. Más allá de lo deportivo se formó un equipo con valores adentro y afuera de la cancha. Esa fue la clave y el secreto de este título mundial", explicó el capitán y crack de Don Orione, una de las escuelas de futsal más imporante de Mendoza.
Llegó el turno del goleador Diego Koltes. El contador que se convirtió en ídolo de futuras generaciones de futbolistas saloneros. El talentoso jugador del Jockey, expresó: "Fue un momento muy duro cuando erré el penal. Se me puso todo blanco. No sabía que hacer. Nublado. Iba a salir. De repente, me dan la orden que me quede en la cancha para sacar el lateral, decí que el arquero de ellos se tomó el tiempo para enfriar el partdo. Iba a sacar Miguel que no era el encargado, era yo y por suerte la metí al medio, le quedó al Chelo (Mescolatti) y nos salvó a mi y a todo el equipo porque se nos escapaba el sueño por el que tanto habíamos trabajado. En lo personal, una alegría inmensa. La clave de estar siempre siendo protagonista es no relajarse. Disfrutar el momento, pero después hay que plantearse nuevos objetivos. La mayoría de nosotros jugamos por pasión al futsal. Por esta razón, el aguante, el acompañamiento y la fuerza que nos brindó cada uno de nuestros familiares fue espectacular. Viajaron hasta Misiones, dejaron sus laburos para estar al lado de nosotros. Y ese apoyo es fundamental. El jugador lo necesita siempre, en mi caso estuvo mi mujer, mi hi
jo, mis hermanas, mi mamá y mi viejo que a pesar que tuvo un accidente allá estuvo presente con el yeso y no me dejó de alentar un minuto".
Y apareció el "Niño Terrible", Luciano González. Ese crack y travieso de Alemán, otro club histórico. Lucho, no pasó un buen 2018. Pero, no le tembló el pulso y jugó la A2 (Primera B) con su querido club y su máximo desafío era llegar al Mundial y lo logró. González, explicó: "Se pasó un año 2018 muy duro, complicado. Por suerte tuve que gente que estuvo al lado mío y me ayudó. Me dio mucha fuerza para seguir, no bajé los brazos. Después, pasó la sanción y luego, llegó la citación a la Selección y dejé todo por estar. Hoy, te digo que es un sueño cumplido. Es el sueño del pibe. No sólo jugarlo al Mundial. El objetivo era ganarlo y se logró. Por esta razón, estoy feliz. Es el premio al esfuerzo, a no bajar los brazos. Gracias a Dios, Argentina se consagró campeón Mundial. Con respecto a mi rendimiento, en el Mundial, me sentí muy bien, tuve muchos minutos en cancha. Son torneos complicados, muy cortos. En una semana de competencia, te tiene que salir todo. Uno tiene que agarrar confianza de manera inmediata. Es clave la recuperación y estar muy bien de la cabeza".
Hace exactamente 5 años, Gustavo Gallardo, uno de los entrenadores de futsal más estudiosos y apasionados de Mendoza, en una charla ad hoc que brindó para periodistas y amantes del futsal mendocino, declaró: "el arco de Don Orione es como el de River. El más grande de Mendoza. Para ser arquero de Don Orione, hay que tener espalda, talento y valentía. No cualquiera se puede poner debajo de los tres palos". Y agregó: "En el club tenemos, un chico que se llama Agustín López. Anotenlo. Jugará el próximo Mundial. Y Argentina tiene todo para salir campeón de una vez por todas". Cinco años más tarde, su profecía se cumplió a la perfección. El arquero de Don Orione, Agustín López, se consagró campeón del Mundo. El portero, tímido y muy respetuoso, respondió: "No sabía nada de ese comentario de Gustavo (Gallardo). Me sorprende y se lo agradezco. Un fenómeno". Con respecto a la medalla de oro, expresó: "Estar en el arco de la Selección Argentina es una presión muy grande. Estoy feliz, no todos los jugadores de fútsal tiene la posibilidad de estar en un Mundial y gritar campeón. Es un privilegio único. Feliz. Porque pude estar donde quería y me demostré que podía llegar al nivel más alto. El final fue dramático. Estuve concentrado hasta que faltaron 30 segundos. Es la realidad. Desde ese momento, se pasaron por la cabeza las imágenes de mis familiares, amigos, el club Don Orione, mis compañeros de equipos desde que empecé a jugar en el club, de todo lo que pasé para llegar y estar en esa final. Es algo único".
Y el mejor jugador del Mundial no se podía escapar. Estaba en su tierra. Su barrio. Cementista es sinónimo del fútsal de Las Heras y Grasso es su máximo exponente. Y el jugador clave y destacado de esta cita ecuménica, tras recibir cientos de abrazos de los vecinos que caminaban por el Polimeni, sostuvo: "Mejor jugador del Mundial (risas). Con la mano en el corazón, me sorprendí con el premio. Considero que este reconocimiento fue para el grupo. En lo personal, considero que tuve muy buenos juegos en las instancias de semifinales y finales. El equipo y los arqueros en general, tuvieron un certamen excelente. El gol y los lujos no son mi fuerte. Mi función es entregarme al equipo, dejar la vida en cada pelota y defender a mis compañeros siempre. Garra, fuerza y entrega, son mis caraterísticas ya sea con la camiseta de mi club: Cementista, Mendoza o Argentina. El sacrificio de todo este proceso de laburo tuvo su recompensa: campeón del Mundo".
Y por último habló uno de los mejores de fútbol de salón que nació en la tierra del sol y del buen vino: Kike Oropel. Ese crack que supo brillar en AMSA, Regatas, la Selección Mendocina, Argentina y Europa (vivió 15 años en Italia). Pieza clave del Argentino que ganó Mendoza en el 2000 en Tierra del Fuego. Hoy, técnico de Martín Zapata e integrante del cuerpo técnico de Avveduto, reconoció: "Esta camada de jugadores es bárbara. Y se merecen esta alegría. La camada mía está totalmente identificada con esta. Escuché que se decía mucho que eran 9 los mendocinos campeones del Mundo. Son 8 los jugadores. Ellos dejaron la vida por este objetivo. Ellos más que nadie merecen este reconomiento. En lo personal, eternamente agradecido con Avveduto, integrar un cuerpo técnico de esta jerarquía es impresionante. Te deja una enseñanza y una huella única. Estudiar al rival, el scouting se viene haciendo. Mi paso por Europa me permitió conocer otros métodos de experiencia".
Los campeones caminan por la calle y piensan que recuperarán su vida normal. La de hace un mes. Imposible. Llevaron el fútsal mendocino, argentino a los más alto del Mundo. Esas huellas son inolvidables. Y son marcas de oro que quedan grabada a fuego en el corazón de cada uno. ¡Salud campeón!